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Concepto de actitud en psicología social según Allport

18 de Julio de 2013

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Capítulo XII

Las actitudes

Introducción

Es éste uno de los temas más clásicos de la psicología social y, a la vez,

de los más actuales así como uno de los que más investigación recibe y

sobre el que se publica un número creciente de trabajos, incluyendo algunos

interesantes libros como los de Eagly y Chaiken (1993), Shavitt y Brock

(1994), Stiff (1994), Petty y Krosnick (1995), etc. De hecho, no hace

mucho escribían Olson y Zanna (1993, pág. 118) en su revisión en el

Annual Review of Psychology: «Estamos abrumados por la gran cantidad

de artículos y capítulos sobre actitudes que han aparecido a lo largo de los

últimos tres años», viéndose obligados a excluir varios cientos de ellos para

poder hacer la revisión. Algo similar podrían decir quienes hicieron la

última revisión del Annual (Petty y cols., 1997) o la de Petty y Wegener

(1997) en la 4.ª edición del Handbook of Social Psychology. «Las actitudes

tal vez sean el concepto más interdisciplinar de las ciencias sociales. Los

economistas dedican gran atención a las actitudes de los consumidores...

Los politólogos usan las actitudes como su principal medida de las preferencias

políticas y como predictor de la conducta de voto. Los sociólogos

caracterizan la sociedad sirviéndose de las distribuciones de actitudes, asumiendo

que los cambios en estas distribuciones son indicadores de cambio

social» (Latané y Nowak, 1994, pág. 219). Y desde luego, el concepto de

actitud «es probablemente el más distintivo e imprescindible... en la psicología

social norteamericana contemporánea» (Allport, 1954, pág. 43). Es

más, de alguna manera casi podemos decir que la psicología social, tal

como la conocemos en este siglo XX, nace en los Estados Unidos y lo hace

como estudio de las actitudes, de la mano principalmente, en sus inicios,

de Thomas y Znaniecki (1918), para quienes el concepto de actitud permi-

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TECNOLOGICO DE ESTUDIOS SUPERIORES DE OCCIDENTE

9781441665683 ; Ovejero Bernal, Anastasio.; relaciones humanas : psicologia social teorica y aplicada

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tía captar el momento subjetivo del proceso de cambio social. Sin embargo,

fue transformándose paulatinamente en un concepto casi exclusivamente

psicológico e intraindividual, tanto en psicología social como incluso en la

sociología, como consecuencia tanto de la progresiva individualización y

psicologización de nuestra disciplina como del temprano desarrollo, ya en

los años 20, de técnicas para su medición.

En todo caso, si nos ha interesado tanto, y nos sigue interesando, el

tema de las actitudes es por una razón obvia: porque creemos que está muy

estrechamente relacionado con las conductas. Lo que realmente nos interesa

modificar es la conducta, pero creemos que ello lo conseguiremos

mejor modificando primero las actitudes. Como dice Stahlberg y Frey

(1990), el cambio de actitudes se concibe, no sólo en la investigación psicosocial

sino también en la vida cotidiana, como un significativo punto de

partida para modificar la conducta.

Probablemente los tres temas más estudiados en psicología social hayan

sido éstos: los grupos, la influencia social y las actitudes. Pues bien, si algunos

afirmaban que era la influencia social el aspecto central de nuestra disciplina,

también se ha llegado a decir, por ejemplo G. Allport, que el concepto

de actitud es el más importante y el más frecuentemente utilizado en

psicología social e incluso algún psicólogo social, como por ejemplo

Collins, ha defendido que la psicología social es el estudio de las actitudes

sociales. De hecho, la bibliografía sobre este tema es ya prácticamente inabarcable.

Ya Newcomb (1966, pág. 168) en un trabajo de 1956 estimaba

en 9.426 los artículos y 2.712 los libros aparecidos en inglés en los treinta

años anteriores, y el ritmo de publicaciones ha continuado siendo cada vez

mayor y, aunque hubo un importante descenso durante los años 70 (Lamberth,

1980), luego volvió a crecer, hasta el punto de que las últimas revisiones

del tema (Eagly y Himmelfarb, 1978; Cialdini y cols., 1981; Cooper

y Croyle, 1984; Olson y Zanna, 1993; Petty y cols., 1997) indican que ese

descenso duró poco tiempo, de tal forma que hacia 1977 ya ascendió de

nuevo y no ha dejado de hacerlo hasta el momento.

Concepto, definición y naturaleza de las actitudes

En psicología social, el concepto de actitud constituye una sutil

trampa intelectual. Sin duda no existe ningún otro campo en que las

investigaciones descriptivas (encuestas), fundamentales (experimentos),

metodológicas (escalas de medición) sean tan numerosas, pues cubre toda

la historia de la disciplina hasta nuestros días. Y no obstante, no hay concepto

que haya sido objeto de tantas definiciones diferentes. Para ciertos

autores, este concepto es indispensable, para otros, inútil. En suma, se

hacen numerosos y serios estudios sobre las condiciones y los procesos

del cambio de actitudes, pero se ignora lo que son estas últimas y este

hecho parece carecer de importancia (Montmollin, 1985, pág. 118).

De ahí que nosotros sí le demos importancia.

192 Anastasio Ovejero Bernal

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El término actitud fue introducido en nuestra disciplina por Thomas y

Znaniecki (1918), como actitud social, para explicar las diferencias comportamentales

existentes en la vida cotidiana entre los campesinos polacos que

residían en Polonia y los que residían en los Estados Unidos. Desde entonces

han sido muchas las propuestas de definición que se han hecho, destacando

ésta de Rosenberg y Hovland (1960, pág. 3): las actitudes son «predisposiciones

a responder a alguna clase de estímulo con ciertas clases de

respuesta». Más específicamente, de las múltiples definiciones existentes

podemos concluir que una actitud es una predisposición aprendida a responder

de una manera consistentemente favorable o desfavorable a un

objeto dado (objeto físico, personas, grupos, etc.).

Existen básicamente dos tipos de concepciones de la actitud: la concepción

multidimensional, que es la más seguida tradicionalmente en psicología

social, y que considera que la actitud tiene tres componentes (cognitivo,

afectivo y conductual) y la concepción unidimensional, que está ganando

terreno en los últimos años y que enfatiza la dimensión afectiva o evaluativa

como la más importante o incluso la única. Así, Eagly (1992), o Petty

y Caccioppo (1981, pág. 7), para quienes «el término actitud debería ser

usado para referirse a un sentimiento general, permanentemente positivo o

negativo, hacia alguna persona, objeto o problema». También Ajzen y Fishbein

(1980) defienden este modelo de componente único. No niegan la

existencia de un componente cognitivo aunque sí que éste sea una parte de

la actitud. Además, como subrayan Cooper y Croyle (1984), aunque el

enfoque cognitivo sigue siendo central en este campo, sin embargo, se está

dando cada vez más protagonismo al afecto y la motivación (por ejemplo,

Abelson y cols., 1982 proporcionan un fuerte ejemplo del papel desempeñado

por el afecto en las actitudes políticas). Con ello se vuelve a etapas

anteriores: el afecto refleja la motivación. La gente es vista como motivada

a adoptar actitudes, a cambiar las actitudes existentes, y a actuar de forma

consistente con sus actitudes como una función de los constructos motivacionales.

Y es que «el trabajo en el cambio de actitudes no ha sido nunca

puramente cognitivo ni tampoco puramente motivacional. Tal vez haya sido

ésta una razón por la que ha durado tanto tiempo y ha resistido el cambio

de las modas experimentales. Nuestra revisión sugiere que el énfasis de la

investigación en el cambio de la actitud durante los últimos años ha estado

en el lado cognitivo. Pero se han oído significativas llamadas para volver al

otro lado. Sospechamos que el péndulo atraído por las cogniciones ha llegado

cerca de la cúspide de su arco y que los próximos años veremos una

mejor atracción ejercida por las fuerzas motivacionales» (Cooper y Croyle,

1984, pág. 422).

Sin embargo, ha existido desde hace mucho, aunque cada vez menos,

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