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Conferencia Freud


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2011  •  10.296 Palabras (42 Páginas)  •  923 Visitas

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Nota introductoria por James Strachey

En 1909 la Clark University, de Worcester, Massachusetts, celebró el 20º aniversario de su fundación, y su presidente, G. Stanley Hall, invitó a Freud y a Carl G. Jung a participar de esa celebración, donde se les conferiría el título de miembros honorarios. Freud recibió la invitación en diciembre de 1908, pero el evento tuvo lugar recién en septiembre del próximo año; dicto sus conferencias el lunes 6 de dichomes y los 4 días subsiguientes. El propio Freud declaró entonces que era ese el primer reconociemiento de la joven ciencia, en en su Presentación autobiográfica (1925) diría más tarde que ocupar esa cátedra le pareció "la realización de un increíble sueño diurno".

Freud pronunció estas conferencias en alemán de manera directa, sin anotaciones y con muy poca preparación previa, como nos informa el doctor Jones. Solo al regresar a Viena fue persuadido para que las escribiera, y se avino a hacerlo. El trabajo no quedó listo hasta la segunda semana de diciembre, pero su memoria verbal era tan buena que -asegura Jones- la versión impresa "no se apartó mucho de la alocución original". A comienzos de 1910 se publicó la traducción en la American Journal of Psychology, y poco después apareció en Viena la primera edición alemana, en forma de folleto. La obra se hizo popular y tuvo varias ediciones, en ninguna de estas sufrió cambios sustanciales, salvo la nota al pie agregada en 1923 al comienzo, en la cual Freud rectifica sus manifestaciones respecto de la deuda que tenía el psicoanálisis para con Breuer. Esta nota no aparece más que en los Gesammelte-Schriften y en lasGesammelte Werke. En mi "Introducción" a Estudios sobre la histeria (1895a4), AE, 2, págs. 20 y sigs., se hallará un comentario acerca de la variable actitud de Freud hacia Breuer.

Durante toda su carrera, Freud se demostró siempre dispuesto a exponer sus descubrimientos en trabajos de divulgación general. Aunque ya tenía publicados algunos informes sumarios sobre el psicoanálisis, esta serie de conferencias constituyó el primer escrito extenso de divulgación. Naturalmente, sus trabajos de esta indole eran de diversa dificultad según el público al que estuvieran dirigidos; y el que ocupa las páginas siguientes debe considerarse uno de los más sencillos, en especial si se lo compara con la importante serie de Conferencias de introducción al psicoanálisis que pronunció años más tarde (1916-1917). Pero a despecho de todos los agregados que se le harían a la estructura del psicoanálisis en el cuarto de siglo venidero, las presentes conferencias siguen proporcionando un admirable esquema preliminar, que exige muy pocas correcciones. Y ofrecen una excelente idea de la soltura y claridad de su estilo, y de su desembarazado sentido de la forma, que hicieron de él tan notable conferencista.

CINCO CONFERENCIAS

Conferencia I

Señoras y señores: Dictar conferencias en el Nuevo Mundo ante un auditorio ávido de saber provoca en mí un novedoso y desconcertante sentimiento. Parto del supuesto de que debo ese honor solamente al enlace de mi nombre con el tema del psicoanálisis, y por eso me propongo hablarles de este último. Intentaré proporcionarles en la más apretada síntesis un panorama acerca de la historia, la génesis y el ulterior desarrollo de este nuevo método de indagación y terapia.

Si constituye un mérito haber dado nacimiento al psicoanálisis, ese mérito no es mío. Yo no participé en sus inicios. Era un estudiante preocupado por pasar sus últimos exámenes cuando otro médico de Viena, el doctor Josef Breuer, aplicó por primera vez ese procedimiento a una muchacha afectada de histeria (desde 1880 hasta 1882). De ese historial clínico y terapéutico nos ocuparemos; ahora. Lo hallarán expuesto con detalle en Estudios sobre la histeria [1895], publicados luego por Breuer y por mí.

Una sola observación antes de empezar: no sin satisfacción me he enterado de que la mayoría de mis oyentes no pertenecen al gremio médico. No tengan ustedes cuidado; no hace falta una particular formación previa en medicina para seguir mi exposición. Es cierto que por un trecho avanzaremos junto con los médicos, pero pronto nos separaremos para acompañar al doctor Breuer en un peculiarísimo camino.

La paciente del doctor Breuer, una muchacha de veintiún años, intelectualmente muy dotada, desarrolló en el trayecto de su enfermedad, que se extendió por dos años, una serie de perturbaciones corporales y anímicas merecedoras de tomarse con toda seriedad. Sufrió una parálisis con rigidez de las dos extremidades del lado derecho, que permanecían insensibles, y a veces esta misma afección en los miembros del lado izquierdo; perturbaciones en los movimientos oculares y múltiples deficiencias en la visión, dificultades para sostener la cabeza, una intensa tussis nervosa, asco frente a los alimentos y en una ocasión, durante varias semanas, incapacidad para beber no obstante una sed martirizadora; además, disminución de la capacidad de hablar, al punto de no poder expresarse o no comprender su lengua materna, y, por último, estados de ausencia, confusión, deliria, alteración de su personalidad toda, a los cuales consagraremos luego nuestra atención.

Al tomar conocimiento ustedes de semejante cuadro patológico, se inclinarán a suponer, aun sin ser médicos, que se trata de una afección grave, probablemente cerebral, que ofrece pocas perspectivas de restablecimiento y acaso lleve al temprano deceso de los aquejados por ella. Admitan, sin embargo, esta enseñanza de los médicos: para toda una serie de casos que presentan esas graves manifestaciones está justificada otra concepción, mucho más favorable. Si ese cuadro clínico aparece en una joven en quien una indagación objetiva demuestra que sus órganos internos vitales (corazón, riñones) son normales, pero que ha experimentado violentas conmociones del ánimo, y si en ciertos caracteres más finos los diversos síntomas se apartan de lo que cabría esperar, los médicos no juzgarán muy grave el caso. Afirmarán no estar frente a una afección orgánica del cerebro, sino ante ese enigmático estado que desde los tiempos de la medicina griega recibe el nombre de histeria y es capaz de simular toda una serie de graves cuadros. Por eso no disciernen peligro mortal y consideran probable una recuperación -incluso total- de la salud. No siempre es muy fácil distinguir una histeria de una afección orgánica grave. Pero no necesitamos saber cómo se realiza un diagnóstico diferencial de esta clase; bástenos la seguridad de que justamente el caso de la paciente de Breuer era uno de esos en que ningún médico

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