Desarrollo Socio Afectivo Del Adolescente
kardon7 de Octubre de 2013
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Desarrollo socio afectivo del adolescente
Teorías sobre el adolescente
Sigmund Freud consideraba la etapa genital de la maduración sexual como el principio fundamental de la adolescencia. Ésta es un re-despertar de los impulsos sexuales de la etapa málica, la cual ahora se orienta por canales aprobados socialmente: relaciones heterosexuales con personas ajenas a la familia. Debido a los cambios fisiológicos de la maduración sexual, los adolescentes ya no reprimen su sexualidad como lo hacían durante la etapa de patencia en la niñez media. Sus necesidades biológicas hacen esto imposible. Típicamente atraviesan por una etapa homosexual, lo cual puede manifestarse en rendir culto, como si fuera héroe, a un adulto, o en una estrecha relación de camaradería, precursora de relaciones maduras con personas del otro sexo. Antes que esto se logre, las personas jóvenes tienen que sentirse a sí mismas libres de dependencia en relación con sus progenitores. La periodización del desarrollo propuesta por este autor culmina en esta etapa, por lo que no se caracteriza la juventud.
En sus últimos años el propio Piaget “llego a considerar que su modelo inicial del desarrollo del pensamiento de los niños, en particular las operaciones formales, era defectuoso porque no lograba el papel esencial de la situación para influir y restringir… el pensamiento de los niños”. (Brown Metz y Campione, 1996, pp. 152-153) Además la teoría de Piaget no considera de manera adecuada los avances cognoscitivos como mejoras en la capacidad para el procesamiento de información , en la acumulación de conocimiento y pericia en campos específicos, y en el papel de la metacognición, esto es, la conciencia y supervisión de los propios procesos y estrategias mentales (Flavell et al., 2002).
Jean Piaget también tiene su teoría sobre las etapas de desarrollo, enfocándonos en este caso en la etapa de las operaciones formales. Este periodo que abarca de los 11/12 a los 15/16 años aproximadamente, durante este periodo tiene lugar una transformación fundamental en el pensamiento del niño que marca su final con respecto a las operaciones construidas durante la segunda infancia: el paso del pensamiento concreto al pensamiento “formal” o lo que es el pensamiento “hipotético-deductivo”.
Se caracteriza por la habilidad para pensar más allá de la realidad concreta, pueden aplicarse a lo posible e hipotético además de a lo real, al futuro así como al presente, y a afirmaciones o proposiciones puramente verbales o lógicas. La realidad es ahora sólo un subconjunto de las posibilidades para pensar. En la etapa anterior desarrolló relaciones con interacción y materiales concretos; ahora puede pensar en relaciones y otras ideas abstractas, como proporciones y conceptos de segundo orden.
El niño de pensamiento formal tiene la capacidad de manejar, a nivel lógico, enunciados verbales y proposiciones, en vez de objetos concretos únicamente. Es capaz ahora de entender plenamente y apreciar las abstracciones simbólicas del álgebra y la crítica literaria, así como el uso de metáforas en la literatura. A menudo se ve involucrado en discusiones espontáneas sobre filosofía, creencias, comportamientos sociales y valores, en las que son tratados conceptos abstractos, tales como justicia y libertad.
• Si lo comparamos con un niño, el adolescente es un individuo que construye sistemas y “teorías”.
• El adolescente tiene interés por problemas inactuales, sin la relación con las realidades vividas durante el día, o que, anticipan, con una ingenuidad, situaciones futuras del mundo.
• Tiene facilidad para elaborar teorías abstractas.
• El pensamiento formal es entonces hipotético deductivo, es decir, que es capaz de deducir conclusiones que hay que sacar de puras hipótesis, y no solo de una observación real.
• El pensamiento formal es entonces hipotético deductivo, es decir, que es capaz de deducir conclusiones que hay que sacar de puras hipótesis, y no solo de una observación real.
John C. Coleman toma a la adolescencia como crisis, si bien los conflictos se dan en una secuencia. De tal forma que el adolescente puede hacerlos frente y resolver tantos conflictos sin saturarse. el periodo de la adolescencia tiene como características fundamentales la búsqueda de sí mismo y de la identidad, donde, podemos ver como concepto fundamental el auto concepto, el cual se va desarrollando conforme el sujeto va cambiando e integrándose con las concepciones que acerca de sí mismo tienen varias personas, grupos e instituciones y va asimilando todos los valores que constituyen el ambiente social. Por otro lado vemos, la integración del yo, la cual se produce por la elaboración del duelo por partes de sí mismo y por sus objetos. Una vez que las figuras parentales son internalizadas e incorporadas a la personalidad del sujeto, este puede iniciar su proceso de individuación.
El cambio a nivel cognitivo y moral, los cuales se desarrollan conjuntamente, no deja de ser uno de los desarrollos más notorios que tiene esta etapa evolutiva de la vida. Conjuntamente estas y otras variables (mencionadas anteriormente) son las que hacen de la adolescencia una etapa distinta y trascendental en el desarrollo humano, la cual hay que vivirla de la forma más “sana” posible, para que de esta manera, se pase a la adultez de una forma óptima. (Márquez L, Phillippi A., 1995).
Identidad
Eric H. Erikson define la identidad como una concepción coherente del Yo, compuesta por metas, valores y creencias con las que la persona establece un compromiso solido. El desarrollo cognoscitivo del adolescente le permite construir una “teoría del Yo” (Elkind, 1998). El esfuerzo de un adolescente por dar sentido al Yo no es “una especie de malestar madurativo”, sino que forma parte de un proceso saludable y vital, que se basa en los logros de las etapas anteriores –sobre la confianza, la autonomía, la iniciativa y la laboriosidad- y sienta las bases para afrontar los desafíos de la adultez (Erickson, 1950).
Erikson detalla ocho etapas que deben de superarse exitosamente durante el ciclo vital del ser humano para lograr una vida ajustada y libre de conflictos neuróticos, pero nos centraremos en la quinta la cual trata sobre la identidad del Yo.
En esta etapa La tarea primordial es lograr la identidad del Yo y evitar la confusión de roles. La identidad yoica significa saber quiénes somos y cómo encajamos en el resto de la sociedad. Exige que tomemos todo lo que hemos aprendido acerca de la vida y de nosotros mismos y lo moldeemos en una autoimagen unificada, una que nuestra comunidad estime como significativa. Debemos poseer una corriente cultural adulta que sea válida para el adolescente, con buenos modelos de roles adultos, además, la sociedad debe proveer también unos ritos de paso definidos; o lo que es lo mismo, ciertas tareas y rituales que ayuden a distinguir al adulto del niño.
De esta forma la irresponsabilidad de la infancia y la responsabilidad propia del adulto se establece de forma clara. Sin estos límites, nos embarcamos en una confusión de roles, lo que significa que no sabremos cuál es nuestro lugar en la sociedad y en el mundo.
Existe un problema cuando tenemos demasiada “identidad yoica”. Cuando una persona está tan comprometida con un rol particular de la sociedad, no queda espacio suficiente para la tolerancia, Erikson llama a esta tendencia fanatismo. Creen que su forma es la única que existe, éstos envuelven a otros alrededor de ellos, promocionando sus estilos de vida y creencias sin importarles el derecho de los demás a estar en desacuerdo.
La falta de identidad es bastante más problemática, y Erikson se refiere a esta tendencia maligna como repudio. Estas personas repudian su lugar en el mundo adulto e incluso repudian su necesidad de una identidad. Pueden embarcarse en actividades destructivas como la ingesta de drogas, alcohol o incluso adentrarse seriamente en sus propias fantasías psicóticas. Después de todo, ser “malo” o ser “nadie” es mejor que no saber quién soy.
Si logramos negociar con éxito esta etapa, tendremos la virtud que Erikson llama fidelidad. La fidelidad implica lealtad, o la habilidad para vivir de acuerdo con los estándares de la sociedad a pesar de sus imperfecciones, faltas e inconsistencias. La fidelidad de la que hablamos se establece cuando hemos hallado un lugar para nosotros dentro de ésta sociedad, un lugar que nos permitirá contribuir a su estabilidad y desarrollo.
La pertenencia a un grupo étnico constituye una parte tan importante de la identidad personal como el sexo. La identidad étnica es el sentido de identidad en relación con la pertenencia a un grupo racial o étnico. A causa de los prejuicios étnicos y raciales, a veces a los niños les es difícil desarrollar sentimientos positivos de competencia y de autoestima. A medida que crecen, con mucho dolor se dan cuenta de que la sociedad tiene una actitud negativa hacia ellos, los adolescentes de varios grupos étnicos minoritarios tienen un auto concepto denigrante y poca autoestima por el estatus "inferior" que ocupan en la sociedad.
El proceso de crearse una identidad puede resultarles extremadamente complicado y doloroso. Han de confrontar los valores antagónicos de la sociedad en general y de su cultura, como cuando los estudiantes indios deben mantener el contacto ocular con las autoridades escolares. Además, los materiales del programa de estudios siguen proyectando los estereotipos de los grupos minoritarios (por ejemplo, los indios viven en tiendas, llevan tocados
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