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EL SÍNDROME DEPRESICO EN EL NIÑO Y EN EL ADOLESCENTE


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  2.991 Palabras (12 Páginas)  •  195 Visitas

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EL SÍNDROME DEPRESICO EN EL NIÑO Y EN EL ADOLESCENTE

Dra. Julieta Rodríguez R.

Psiquiatría Infanto – Juvenil.

Los cuadros depresivos en el adulto constituyen entidades clínicas bien definidas, cuyas características, naturaleza y etiología son cada vez mejor conocidas. Así mismo, aún fuera de los campos profesionales psiquiátrico – psicológico nadie se atreve a negar que un adulto se deprime no cómo la depresión puede ser origen de múltiples manifestaciones somáticas y causar problemas en diversas áreas de la vida en un adulto como, por ejemplo: la laboral, teniendo así repercusión en su capacidad productiva. Yo creo que esto es así en gran parte, porque un adulto es capaz de poner en palabras su experiencia subjetiva de depresión y de comunicarla con queja principal diciendo: "estoy deprimido".

Por el contrario, cuando se aborda este problema en el campo de la psiquiatría del adolescente, la confusión es grande. Un número muy importante de clínicos, tanto pediatras como psiquiatras y psicólogos, se olvidan de considerar esta posibilidad diagnóstica, por lo cual yo creo, que los síndromes depresivos en niños y adolescentes, en un gran número, no son diagnosticados, en parte porque sus manifestaciones clínicas son distintas a las de los adultos, porque los niños y aún los adolescentes no son capaces de identificar lo que les ocurre como depresión, y finalmente, porque los adultos relevantes en la vida del niño y de joven no pueden creer que a su edad ésta sufra de depresión, y por que admitirlo así les amenaza grandemente, pues lo consideran sinónimo de admitir un fracaso como padres o educadores.

Es importante, entonces, empezar por enfatizar que la depresión en el niño y en el adolescente puede ser una agobiante realidad, que puede alterar el funcionamiento normal del niño a joven en múltiples áreas, desde las somáticas hasta las psicológicas, como la esfera intelectual, pero que el término depresión, no posee el mismo sentido en el adolescente que en el adulto y representa, además, una experiencia diferente según la edad del mismo, lo que viene a complicar a un más el panorama.

Así mismo, la descripción de períodos depresivos como fases o estadios normales del desarrollo psicológico del niño, entre los que se incluyen la adolescencia, período en el que normalmente debe elaborarse el duelo de la pérdida de la seguridad y el "status" de niño y el duelo de la separación de los padre, y que han sido postulados por una serie de autores Melani Klein y Winnicott que nos hablaron de la posición depresiva a partir de la segunda semana mitad del primer año de vida, o como R. A. Spitz que nos descubre la angustia del sexto del mes, vienen a añadir aún mas complejidad a este problema, porque aun si somos capaces de identificar un cuadro depresivo en un niño o en un joven, tenemos que resolver luego el problema de si éste puede ser considerado como un fenómeno normal propio de su estadio de desarrollo, o representa ya un fenómeno patológico.

A este respecto Margaret Mahler señala, que si bien la respuesta represiva es una reacción afectiva normal a partir del momento en que el niño dejando en forma gradual su omnipotencia mágica, experimenta de forma más clara los obstáculos que encuentra en su camino, y se ve confrontado con sus propias limitaciones y las de sus padres, hechos de que ella ubica alrededor de los 24 meses, y que son revividos y reelaborados en adolescente; es por otro lado la intensidad y la duración aumentada de esta respuesta depresiva en algunos niños durante el proceso de individualización – separación, lo que crea la tendencia afectiva a la depresión como proceso psico – patológico. Yo comparo su criterio y considero que será la intensidad y duración de la depresión lo que nos permite establecer la diferenciación entre un fenómeno de crecimiento y desarrollo en una enfermedad depresiva.

Por lo tanto, Mahler deja claramente establecido así la diferenciación entre una reacción depresiva normal y una anormal desde sus mismos origines. Sin embargo, muchos autores como E. Alaten y M. Roth en 1969, afirmaron que los niños están inmunizados contra la depresión y que este fenómeno no aparece antes de la pubertad, fundamentalmente porque tomaban como modelo la depresión del adulto, pero esta posición fue siendo abandonada poco a poco y en los últimos 20 años se ha desertado una conciencia y un interés creciente por descubrir y entender los síndromes depresivos en niños y adolescentes.

Prevalencia.

Síndrome depresivo:

El estado de ánimo deprimido parece ser un fenómeno común en la adolescencia. Alrededor de una quinta parte de la población adolescente tiene la experiencia de algunos síntomas de depresión en algún punto de este período.

Depresión como síndrome:

La estimación de la prevalencia de los Estados Unidos los adolescentes parece ser de un 2.6% en los varones y de un 10.2% en las mujeres (población general).

En poblaciones clínicas de adolescentes, se calcula que en población de consulta externa, el 30% tiene trastornos depresivos. En población interna, el 40% tiene depresión.

Manifestaciones clínicas:

Ya señalamos que no es posible esperar que un cuadro depresivo adopte un niño o en un adolescente la forma en que se manifiesta en un adulto, pero entonces que rasgos, signos o síntomas nos pueden llevar al diagnóstico de depresión en un niño o adolescente. Aquí de nuevo el panorama se complica al ser el niño adolescente una persona cambiante, cuyo comportamiento y cuyas características varían con la edad y por eso cada elemento encontrado en una exploración clínica sólo puede ser analizado en el contexto del estadio de desarrollo en que cada joven específico se encuentre.

Sin embargo, los rasgos que J. Sadler y W. G. Jaffe describen, en lo que se ha dado en denominar Index de Hampstead, pueden ser muy útiles para sospechar depresión en un niño o adolescente de cualquier edad. Éstas son:

1. Niños – adolescentes retraídos que muestran poco interés por las cosas y que dan la impresión de que se aburren.

2. Niños – adolescentes que parecen tristes o desgraciados sin que se quejen de ello y sin que lo admitan cuando se les pregunta, porque la depresión no es en ellos necesariamente consciente.

3. Niños no dispuestos a aceptar ayuda o consuelo.

4.

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