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ERASMO DE ROTTERDAM


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2014  •  Tesis  •  8.224 Palabras (33 Páginas)  •  178 Visitas

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ERASMO DE ROTTERDAM

Elogio de la locura

Editorial Bruguera S.A.

SUMARIO:

1. INTRODUCCIÓN

1.1. Marco histórico-cultural del autor.

1.2. El autor.

2. EL LIBRO

2.1. Estructura y estilo.

2.2. Resumen. (Un buen resumen del libro se encuentra en Mil libros, de Nueda y Espina, Ed. Aguilar, Madrid 1985)

2.3. Observaciones.

3. VALORACIÓN DOCTRINAL

1. INTRODUCCIÓN

Es importante para entender y estudiar la obra, poner especial atención al marco histórico-cultural del autor y las circunstancias externas de tal creación.

1.1. Marco histórico-cultural del autor.

Buckhardt, notable estudioso del Renacimiento, creó "el mito del Renacimiento", acogido con simpatía por el pensamiento liberal, que veía en aquel movimiento cultural la liberación del espíritu humano, la victoria de la luz sobre las tinieblas; en una palabra, el advenimiento de la tolerancia y del liberalismo, el desarrollo del espíritu laico moderno.

Buckhardt se había aplicado a estudiar este movimiento cultural, exclusivamente en Italia. Desde esta perspectiva, se comprende bien la estrecha ligazón que algunos historiadores protestantes han establecido entre Renacimiento y Reforma. Otras investigaciones sin embargo, han llegado a borrar los límites y la antítesis entre Edad Media y Renacimiento, a desechar el propio concepto de Renacimiento o a interpretarlo de modo diverso. Así, Huizinga en su obra "Otoño de la Edad Media" traducida al castellano, en la que este profesor neerlandés considera los Países Bajos borgoñeses y la Francia norteña durante los s.XIV y XV como una cultura en declive, en la que se manifestaban unas características (lujo y riquezas, extravagante magnificencia de la vida de la Corte, una concepción del amor, de la moral y de la religión, desequilibradas) resultado de una sociedad caballeresca decadente,influida por el comienzo del capitalismo y de la urbanización.

Investigadores posteriores —en los primeros decenios del s.XX— se ocuparon de profundizar en la cultura de los países nortealpinos. Como consecuencia de estos estudios fueron revelándose novedades. Así Paul Joachimsen y Karl Brandi, apoyan la idea de un Renacimiento nortealpino en contraste con el italiano. El Renacimiento nortealpino afirman, unificado bajo la influyente figura de Erasmo, fue principalmente cristiano, y, en cierto modo, ayudó a progresar en la vía de la Reforma.

Cuanto más se profundiza en estas diferencias, se hallan más pruebas diferenciales entre el sentido cristiano del Renacimiento italiano y el del resto de Europa.

El Renacimiento italiano estaba entremezclado de un paganismo íntimo y de un pseudo-misticismo curioso —cfr. Recensión al libro "El Cortesano de Castiglione"—, lo que explicaría contradicciones, a primera vista, insolubles.

Aunque sólo en raros casos, el despertar del espíritu laico y superador de servidumbres, significara un total rechazo de la fe cristiana, dio origen a actitudes y manifestaciones confusas, ambiguas, complejas. Es en Italia donde se detecta con mayor fuerza cierto escepticismo y sincretismo religioso mientras en el resto de Europa, no es así.

Ambas manifestaciones conservan de común la apelación a la autenticidad filológica de las fuentes clásicas, como base para sus construcciones culturales; el gran optimismo sobre la naturaleza humana; la aspiración a la perfección en todos los campos; el convencimiento de la eficacia de una educación bien dirigida, aunque no acabaran de dirigirla bien...

El hombre no debía someterse a limitaciones procedentes de otros dominios, como había sido frecuente en el sistema ideológico vigente en los siglos anteriores.

Opinan que estos anhelos humanos habían sido mayormente olvidados por la cultura medieval, eminentemente eclesiástica, por lo que acudían al ejemplo y enseñanzas de la Antigüedad.

Esta búsqueda tuvo, además, una dimensión exegética; ésta es una de las razones del gran interés por la crítica textual. A través de una mayor autenticidad filológica creerán encontrar el verdadero espíritu de los textos y en él, su verdadero apoyo en la lucha por la consecución del ideal humanista en franca oposición a los fundamentos de una visión escolástica y de la tradición cristiana.

Los humanistas nortealpinos añaden a estas inquietudes, otras características propias: son más realistas, más críticos. Superan las preocupaciones estéticas y morales del neoplatonismo italiano y se adentran en la investigación histórica y política y, sobre todo, en la religión. Entraban en una etapa renovadora; había que rescatar no sólo las letras y las artes de lo que habían sido en los siglos anteriores, sino que convenía actuar del mismo modo con la religión para poner de manifiesto la verdadera fe cristiana que pensaban que en cierta forma había sido adulterada en su vivencia, ensombrecida en su enseñanza e incluso adulterada por haber incluido en ella consideraciones marginales e incluso anecdóticas.

También anteriormente en Italia, Lorenzo Valla —en realidad él fue el instigador y propulsor del método— con su interés filológico, había iniciado la persecución de consecuencias y objetivos que iban en esta línea: la retórica debía servir de fundamento a la filosofía y a la teología. Asestó así un duro golpe a la lógica dialéctica usada por la escolástica decadente.

En una primera fase el beneficiario sería el lenguaje; más tarde, a través del lenguaje, se penetró más a fondo en el contenido. No sólo se estudiaba a los autores griegos y latinos en función del tema que trataban, sino que los estudiaban para penetrar en las razones que les movieron a escribir y el modo que lo hicieron:

"Así, la lectura de Tácito, Livio o Tucídides influía no solamente en la concepción de la historia, sino también en la consideración acerca de cuál era el tema adecuado para la misma. De modo similar, la poesía de Horacio y Cátulo sugería no solamente nuevos modos de poetizar, sino también nuevos temas. Las comedias de Plauto y Terencio eran, al mismo tiempo, modelo y estímulo para Maquiavelo y Ariosto. La sátira de Luciano afilaba el ingenio y aumentaba la fantasía de Moro y Erasmo; la correspondencia de la Antigüedad, particularmente las cartas de Cicerón, extendía el alcance de lo que se consideraba

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