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Educacion


Enviado por   •  20 de Agosto de 2013  •  2.653 Palabras (11 Páginas)  •  196 Visitas

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Al hablar de analfabetismo emocional va más allá de las capacidades y habilidades del individuo se refiere a un déficit en aptitudes emocionales que han provocado un malestar emocional que parece ser el costo de la vida moderna.

Los educadores, preocupados desde hace tiempo por los bajos rendimientos de los estudiantes en matemáticas y lectura, están comenzando a advertir la existencia de una eficiencia diferente y más alarmante: el analfabetismo emocional. Y en tanto se realizan loables esfuerzos para elevar los niveles académicos, esta nueva y conflictiva deficiencia no está contemplada en los programas escolares corrientes.

A causa de esta deficiencia los jóvenes tienden a ser asesinos, violadores, a suicidarse, embarazos no deseados, contraer enfermedades venéreas y a consumir drogas. La causa más común de esta incapacidad entre los adolecentes es la enfermedad mental. Los síntomas de la depresión, en mayor o menor medida, afecta a un tercio de la población adolecente; en el caso de las niñas, la incidencia de la depresión se duplica en la pubertad. La frecuencia de trastornos en la alimentación en niñas adolescentes ha experimentado un aumento vertiginoso.

En definitiva, y a menos de que las cosas cambien, el proyecto a largo plazo de que los jóvenes de hoy en día se casen y lleven a delante una fructífera y estable vida en común, se vuelve más deprimente con cada generación.

Los jóvenes, reflejan un desempeño más pobre en los siguientes aspectos:

• Aislamiento o problemas sociales.

• Problemas de la atención o del pensamiento.

• Delincuencia o agresividad.

Todo esto implica, incluso para los padres mejor intencionados, la erosión de los incontables, provechosos y pequeños intercambios entre padres e hijos que construyen las aptitudes emocionales.

Si las familias dejan de cumplir eficazmente la función de colocar a nuestros niños en condiciones de transitar con seguridad el camino de la vida, ¿Qué vamos hacer? Un análisis más detenido de los mecanismos que subyacen cada uno de estos problemas concretos nos ayudaran a comprender la importancia de la habilidades sociales y emocionales, y arrojara luz sobre medidas preventivas o correctivas más eficaces para encausar a los niños en una dirección más adecuada.

Bronfenbrenner (1990, p. 10) Dice:

En ausencia de buenos sistemas de apoyo, las presiones externas se han vuelto tan grandes que hasta las familias más fuertes se están separando. El ajetreo, la inestabilidad y la inconsistencia de la vida familiar cotidiana son desenfrenados en todos los segmentos de nuestra sociedad, incluso en los mejor educados y los más acomodados. Lo que está en juego es nada menos que la próxima generación, sobre todo los varones, quienes en su etapa de crecimiento son particularmente vulnerables a fuerzas tan perturbadoras como lo son los devastadores efectos del divorcio, la pobreza y el desempleo.la situación de los niños norteamericanos es mas desesperante que nunca…

Estamos privando a los niños de su capacidad de competencia y de su carácter moral.

Los padres de los niños agresivos suelen alternar la indiferencia con los castigos duros y arbitrarios, una pauta que, comprensiblemente, fomenta la paranoia y la agresividad.

Pero no todos los niños agresivos son fanfarrones; algunos solos son marginados sociales que reaccionan desproporcionadamente ante las bromas o ante los que ellos interpretan como una ofensa o una injusticia. Todos, sin embargo, comparten el mismo error de percepción que les lleva a ver burlas donde no las hay, a imaginar que sus compañeros son más hostiles de lo que en realidad son, a tergiversar los actos más inocentes como si fueran verdaderas amenazas ya responder, con demasiada frecuencia, de manera agresiva, un comportamiento que no hace sino mantener a sus compañeros más alejados todavía. Los niños irascibles y solitarios son sumamente sensibles a las injusticias y, en consecuencia, suelen considerarse víctimas inocentes que nunca olvidan las múltiples ocasiones en que han sido reprendidos injustamente.

Los niños desproporcionalmente agresivos, ya que suelen actuar basándose en creencias de supuesta hostilidad o amenaza, y prestan muy poca atención a lo que realmente está ocurriendo. El hecho es que, una vez asumida la existencia de una amenaza, se lanzan inmediatamente a la acción.

Mientras otros aprenden a negociar y pactar para dirimir las disputas que aparecen en el patio del recreo, los chicos indisciplinados siguen confiando en la fuerza bruta, una conducta que, sin embargo, tiene un elevado costo social.

No hay un único camino que conduzca a la delincuencia y a la violencia. En este sentido hay que tener en cuenta otros factores de riesgo, como el hecho de vivir en un barrio con un alto grado de delincuencia en el que los niños se hallen expuestos a la invitación constante al delito y a la violencia, creer en una familia con un elevado grado de estrés o malvivir en condiciones de extrema pobreza.

Patterson (1975, p. 20) expresa “los actos antisociales que comete un niño de cinco años puede ser el prototipo de los actos de un delincuente adolecente”.

Una investigación realizada sobre jóvenes convictos de delitos violentos y estudiantes de instituto especialmente agresivos demostró que ambos grupos comparten las mismas tendencias mentales. Son personas que, cuando tienen problemas con alguien, tienden automáticamente a considerarlo como un adversario y extraen conclusiones precipitadas sobre su hostilidad sin recabar más información ni buscar formas más pacificas de dirimir sus diferencias.

Una de las habilidades clave que se les enseña para eliminar el enfado consistía en prestar atención a sus propias sensaciones, haciéndoles tomar conciencia, por ejemplo, del rubor o de la tensión muscular que acompaña al enfado y considerarlas como una señal de alarma que les indica cuando deben detenerse a considerar el siguiente paso que dar en lugar de comenzar a repartir golpes a diestro y siniestro.

La movilidad de las familias, la industrialización y la decadencia de las creencias religiosas han aportado a la juventud y a la niñez una pérdida de recursos que sirven de amortiguador ante los golpes sufridos por contratiempos o fracasos, la depresión juvenil y la infantil antes desconocida son un problema acuciante.

Los problemas de relación tanto con los padres como con los compañeros constituyen el detonante más frecuente de la depresión entre los adolecentes. Los niños y los adolecentes deprimidos se muestran remisos o incapaces de hablar de su depresión,

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