El Amor Y El Odio

El odio es cariño’, frase dicha ante expresiones que denotan desamor, quizás con el ánimo de hacer reflexionar sobre cuál de los dos sentimientos prevalece en verdad. Puede que también intente cambiar el curso de los acontecimientos en determinada situación.

Pero, ¿cuánto hay de cierto en esta tesis? ¿Reaccionamos de igual modo ante las personas que nos agradan y ante quienes nos provocan antipatía? ¿Qué relación existe entre ambos comportamientos?

Mientras el amor va cargado de sinceridad, comprensión, lealtad, afecto, y un sinnúmero de emociones positivas, el odio puede definirse en su forma más simple como la animadversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.

Mucho se ha hablado del primero, motivo de inspiración desde todos los tiempos para músicos, pintores, poetas, escritores…No así del segundo, aun cuando de alguna manera el realce al amor, simbolice su rechazo. No obstante, provienen de la misma fuente y forman parte de la humanidad desde sus primitivos inicios. Mas, hay quienes sostienen que entre ellos no existe ninguna relación.

Un estudio realizado hace unos años por investigadores del Laboratorio de Neurobiología de la Universidad de Londres, corrobora en cierta medida el enunciado expuesto al inicio. En él se confirma que están uno del otro más cerca de lo imaginado: el odio, según concluye, activa algunas de las mismas regiones del cerebro estimuladas también en situación de enamoramiento.

Para analizar su base biológica, el profesor Semir Zeki y su colega John Paul Romaya reclutaron a 17 voluntarios (10 hombres y siete mujeres) que sintieran profunda repulsión hacia una persona en trabajo y, en un solo caso, a un político.

Luego, les aplicaron resonancias magnéticas del cerebro mientras miraban fotos de individuos ‘neutrales’, y hasta un tanto familiares. Ocasionalmente, les exhibían instantáneas de seres odiados. De este modo descubrieron que en ellos se activaban circuitos cerebrales en determinadas áreas como mismo se avivan con el amor romántico.

Solo un detalle marcó la diferencia: este último inhibe gran parte del córtex donde resultan procesadas las ideas racionales, lo cual no sucede con el odio que mantiene esas regiones hiperactivadas, tal vez para calcular mejor las acciones destinadas a dañar al sujeto repudiado, según afirmó Zeki, director de la investigación.

De acuerdo con su teoría, este sentimiento para los neurobiólogos resulta tan interesante como el amor, pues ambos a menudo parecen irracionales y pueden conducir al individuo a conductas heroicas o malvadas. Ya desde 1981, se aludía a la fina frontera que separa a las dos emociones: “Te amo, te odio, dame más”, alguien cantaba.

Un dicho popular sentencia que ‘del amor al odio hay un solo trecho’. Y la tesis anterior hasta lo confirma. Mas, si bien en el cerebro están juntos, admito la posibilidad de evitar que el amor concluya en odio.

Si necesariamente repudiamos todo aquello que atente contra nuestra salud y bienestar, considero preciso establecer límites. No podemos vivir odiando. Quien haya experimentado de manera eventual este comportamiento lo conoce. Esta malvada pasión puede conducir incluso a la autodestrucción.

Por eso coincido con el investigador Zeki en que debe ser reprimida, controlada y erradicada. Dejemos, pues, que nos domine aquel capaz de convertir el milagro en barro, aquel capaz de engendrar la maravilla: el amor.

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