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CUANDO EL AMOR ES ODIO


Enviado por   •  16 de Julio de 2014  •  1.421 Palabras (6 Páginas)  •  378 Visitas

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CUANDO EL AMOR ES ODIO

El hombre mantenía el control haciendo polvo a la mujer. Además, esos hombres se negaban a asumir responsabilidad alguna por el sufrimiento que sus agresiones ocasionaban a su pareja. Culpaban, en cambio, a su mujer —o a su amante— de todos los sucesos desagradables, del primero al último.

Pero una vez que empecé a ver en sesiones de asesoramiento [counseling] a los compañeros de algunas de mis clientas, caí en la cuenta de que ellos no sufrían tanto como las hacían sufrir a ellas, ni mucho menos. Eran las mujeres quienes sufrían. Todas ellas padecían una grave pérdida de autoestima, y muchas tenían además otros síntomas y reacciones. Nancy padecía úlceras, le sobraba peso y había descuidado completamente su aspecto; otras tenían problemas graves de abuso de alcohol y de otras drogas, sufrían migrañas, problemas gastrointestinales o trastornos del apetito y del sueño. Era frecuente que su eficiencia laboral se hubiera resentido, y que carreras prometedoras en su momento estuvieran abandonadas. Mujeres que conocieron el éxito y se mostraron competentes dudaban ahora de sus habilidades y de su capacidad de juicio. Con frecuencia alarmante, sufrían ataques de llanto y de angustia, y caían en profundas depresiones. En todos los casos, esos problemas empezaron a manifestarse durante la relación o el matrimonio.

Pero los hombres con quienes mis clientas mantenían relaciones eran diferentes. Daban la impresión de amar intensamente, y en muchos casos se mantenían fieles durante largo tiempo a su pareja. Además, su necesidad primaria difería de la del narcisista, en cuanto parecía más bien una necesidad de control que de admiración.

Como sabía que mi buena noticia sólo iba a intensificar sus frustraciones, me fui a la cocina sin decir una palabra del libro, me serví un vaso de vino y lo celebré con un brindis en solitario. En vez de compartir mi júbilo con el hombre que tanto significaba para mí, tuve que esconderme por temor a que él se alterase.

Sin darse cuenta, muchas mujeres dividen el paisaje emocional de sus relaciones en primer plano y fondo. En el primer plano están todas las características maravillosas que encuentran en el hombre, y que son los rasgos sobre los cuales se concentran, exagerándolos e idealizándolos. Cualquier cosa que apunte a un problema la relegan al fondo, restándole toda importancia.

El misógino espera que su pareja sepa lo que él piensa o siente, sin necesidad de tener que decírselo. Espera que ella, no se sabe cómo, se anticipe a todas sus necesidades, y que satisfacerlas se constituya en la prioridad número uno de su vida. Su mujer —o su amante— tiene que saber sus deseos sin que él se los diga.

El misógino típico espera que su compañera sea una fuente inagotable de amor y adoración, de apoyo, aprobación y estímulo, total y generosa sin reservas. Su manera de establecer una relación con una mujer se parece mucho a la de un infante ávido y exigente, basada en la tácita expectativa de una total generosidad de ella en cuanto a la satisfacción de todas sus necesidades.

La idealización es un arma de doble filo. Puede generar una maravillosa sensación de halago, pero también impide que una mujer advierta que está condenada al fracaso. Es imposible vivir sobre el pedestal donde la ha colocado el misógino, porque en un pedestal no queda margen para el error. Si un día su compañera está malhumorada o se conduce de cualquier manera que a él no le guste, el misógino lo considera un signo de deficiencia por parte de ella. El había contratado a una diosa, y ella no está a la altura de las exigencias del trabajo. El desprecio y la desilusión que ella le provoca son todo cuanto él necesita para sentirse autorizado a dejar de expresarle su amor y empezar a criticarla, acusarla y cubrirla de culpas.

Sin embargo, cuando la relación se da con un misógino, lo que escasea son la negociación y el compromiso. El juego se desarrolla, en cambio, en un campo de batalla donde él tiene que ganar y ella debe perder. Este desequilibrio de poderes es el tema principal de la relación.

Entre los profesionales de la salud mental, abuso es una palabra que hace referencia a la violencia, tanto psicológica como física. Es abuso cualquier comportamiento encaminado a controlar

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