El Entrevistador
isla086 de Marzo de 2015
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El entrevistador
Bleger (1985), señala que en la entrevista, el entrevistador forma parte del campo, condicionado e cierta medida, en los fenómenos que el mismo va a registrar. Solo se logra una objetividad máxima cuando se incorpora al sujeto observador como una de las variables del campo.
Wolf (1970), haciendo eco de las recomendaciones del comité de la Asociación Americana de Psicología, afirma que deben tenerse: “habilidad y juicio intelectual superiores, sentido del humor, originalidad y variedad de recursos”. Estos requisitos llevan frecuentemente al principiante a la adopción de roles impostados que perturban la relación interpersonal; pues la energía necesaria para mostrarse inteligentes, llenos de recursos y con sentido del humor, o para sostener cualquier otro tipo de actitudes recomendadas hace del entrevistador, y no del entrevistado, el objeto de atención principal.
De Stevenson (1959), podemos derivar la recomendación al entrevistador de interesarse en el sufrimiento humano. Identificarse con el otro, sin perder objetividad, finalmente implica una capacidad de disociación de sus entrevistados en que, la suya, está al servicio de una finalidad adaptativa en el mejor de los casos, y no defensiva, aunque puede serlo. Se insiste reiteradamente en la necesidad de que quien se dedica a la clínica, se sujete a su vez, a una psicoterapia psicoanálisis, con la ,mira de acrecentar su capacidad de identificación con los pacientes, permitirse el libre acceso a sus sentimientos y fantasías, y por lo tanto, al contacto interpersonal idealmente poco distorsionado por sus defensas neuróticas.
El entrevistador como sujeto
La honestidad del clínico comienza por la exploración de los motivos que lo llevan a su elección vocacional. Uno de los motivos más frecuentes, consciente o inconsciente, es la necesidad de reparación de objetos internos o externos significativos, o de partes de la propia personalidad que se perciben dañados.
Si el futuro clínico reconoce en sí mismo la necesidad de cambiar o entender ciertos aspectos de su personalidad, debe de abandonar la fantasía de lograrlo a través de su ejercicio profesional. La mayor parte de los institutos de formación o captación para trabajadores de la salud mental, no incluyen dentro de sus requisitos, la ausencia de psiconeurosis, por el contrario, se considera que la conciencia de la problemática personal, es un buen índice con respecto al correcto funcionamiento del yo observador del futuro terapeuta, función imprescindible para la discriminación del origen de las reacciones afectivas que despiertan, siempre, las relaciones interpersonales.
Cuando a través de la asunción del rol de trabajador de salud metal, se consigue negar la patología personal, la conflictiva relegada al inconsciente es claramente percibida por otros a través de los gestos, actitudes e intervenciones del entrevistador. En ocasiones, la motivación para dedicarse a la práctica clínica se deriva de la fantasía de satisfacer, a través de ella, tendencias escoptofilicas, de manipulación y control sobre los demás, o de obtener la compensación de antiguas frustraciones.
Una de sus manifestaciones más frecuentes en la entrevista es la necesidad de hacer decir al paciente, lo que el entrevistador espera oír, para corroborar sus hipótesis teóricas. El resultado de la conducta controladora omnipotente, depende de la estructura de personalidad del entrevistado. Quien por su historia, tiene la tendencia y necesidad de colorarse al amparo de figuras poderosas, buscando congraciarse con ellas para lograr afecto, protección o seguridad, se sentirá agradecido si el entrevistador ofrece tomar, o toma decisiones por él.
El requisito, no siempre cumplido pero no por ello descartable, de una buena terminación de análisis es la resolución de la neurosis de transferencia, lo que implica
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