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El Paradigma Comun De Los Historiadores Del Siglo Xx

dsyaz28 de Agosto de 2013

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Antes de preguntarnos adónde va la historia que hacemos los historiadores habría que pararse a dilucidar de dónde viene[1]. Más allá y más acá de las grandes escuelas historiográficas del siglo XX, nos cuesta reconocer lo qué tuvimos o tenemos en común historiadores de países y especialidades históricas tan dispares, especialmente en tiempos de fragmentaciones e incertidumbres como los presentes.

La actual crisis de identidad de la historia hace, pues, imprescindible un balance finisecular: urge recomponer el acervo común de los historiadores, valorando los éxitos y, sobre todo, los fracasos colectivos, con el fin de comprender el aparente callejón sin salida en que nos encontramos, y de entrar en el siglo XXI rearmados moral y científicamente. En resumen, hay que aplicar el método de la historia a la propia escritura de la historia, tarea sorprendentemente inusual, y hasta marginal, en el quehacer de los historiadores hasta hace bien poco.

La falta de estudios, reflexiones y debates, sobre historiografía, metodología y teoría de la historia, es precisamente una de las características del viejo, y hoy cuestionado, paradigma común que contribuyen a explicar tanto las dificultades que tenemos para su explicitación retrospectiva como su reciente caída irreversible. Convertir a los historiadores y sus obras, a las corrientes historiográficas y sus crisis, a los valores y las prácticas de la profesión, en objeto de investigación científica (y de debate), esto es, sabiendo que lo qué se dice no siempre coincide con lo qué se es y con lo qué se hace, contextualizando nuestra problemática, es una necesidad que empieza a tener adecuado reflejo en congresos, revistas y libros, síntoma de una creciente toma de conciencia de los historiadores acerca del punto crítico en que nos encontramos.

De la historia de la ciencia a la historiografía

La escasa inteligibilidad de las creencias, las prácticas y la evolución de la ciencia ha sido un problema general hasta que se desarrolló la historia (y la sociología) de la ciencia, que rivaliza con la filosofía de la ciencia en la redefinición del estatus epistemológico del saber científico. La historia de las ciencias sociales y humanas en general, y la historia de la historia en particular, dejarán de ser literatura accesoria en la medida que asuman críticamente los avances de la historia de la ciencia, que ha constatado hace ya bastante tiempo como los científicos "son poco mejores que los legos en la materia para caracterizar las bases establecidas de su campo, sus problemas y sus métodos aceptados"[2].

La invisibilidad de los paradigmas compartidos por los historiadores es, por tanto, un problema asimismo compartido con las demás ciencias que Thomas S. Khun ha resuelto brillantemente definiendo el concepto de paradigma y poniendo al descubierto el papel central de la comunidad científica en la validadación del conocimiento científico, cuyos paradigmas no son eternos sino que mudan a través de rupturas revolucionarias, diferenciando -demasiado netamente- los períodos de ciencia normal de los períodos de ciencia extraordinaria: crisis, debate y sustitución de paradigmas.

La aplicación de los descubrimientos de Khun a las ciencias sociales y humanas se infiere de sus propias deudas explicitadas con la historia, la sociología, la psicología social y la epistemología[3], a la hora de estudiar la ciencias naturales -el objeto principal de sus análisis-, de la propia experiencia de la historia de la historiografía, y, en definitiva, de la madurez como ciencia social adquirida por la historia a lo largo de siglo XX: su propia expansión implica la existencia de un vigoroso paradigma común.

Kuhn es un físico que deviene historiador para tratar de comprender las ciencias de la naturaleza: "Asombrado, me di cuenta de que la historia podía serle útil al filósofo de la ciencia"[4]; presume de ser miembro de la Asociación Norteamericana de Historia y no de Filosofía, y de que sus estudiantes desean ser historiadores y no filósofos[5]. Cuando menos debemos plantearnos devolver a la historia, con intereses, lo que Kuhn aprendió de la historia. A sus críticos asegura Kuhn que ejerce de historiador para saber epistemología[6]; obviamente, es un historiador de nuevo tipo que -inclusive respecto de la nueva historia- no desprecia la teoría: considera está su meta final.

En un primer momento, la historia copió de la física clásica, determinista, para ser considerada ciencia, dejando atrás conceptos como el cambio y la subjetividad en el proceso de conocimiento; ahora, la física aprende con Kuhn de la vieja historia (y también de Darwin) que el desarrollo científico no es acumulativo sino que avanza gracias a "rupturas revolucionarias", se busca el paralelismo con las revoluciones históricas para entender las revoluciones científicas, episodios en los "que un antiguo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible"[7], y se toma muy en consideración el papel de la mentalidad colectiva en el comportamiento de las comunidades científicas, tanto en los períodos acumulativos de ciencia normal como en tiempos de crisis y muda de paradigmas. Con todo, las influencias externas de los factores sociales y culturales en el devenir de las comunidades científicas (notorias en el caso de las ciencias sociales y humanas) son por regla general desatendidas, aunque no negadas, por Kuhn en sus trabajos, concluyendo que la evolución de las ciencias desarrolladas se da con "relativa independencia del medio social"[8]. Su gran contribución es poner de relieve el rol de las comunidades científicas, por un lado, y de las revoluciones paradigmáticas, por el otro, el contexto y la sincronía debemos añadirlos nosotros, los historiadores generales de la sociedad y de la mentalidad.

Para reconstruir una historia de la ciencia que no sea lineal ni acumulativa, Kuhn se sirve de un concepto narrativo de la historia, pero rechaza la mera crónica y resalta su naturaleza explicativa ("mostrar no únicamente hechos sino también las conexiones que hay entre ellos"), incluso no descarta la existencia de leyes de conducta social aplicables a la historia, aunque éstas "no son esenciales para su capacidad explicativa"; a diferencia de la física que cuando se empieza a escribir ya se acabó el proceso de investigación, para la historia -según Kuhn- es fundamental el momento de la narración, que forma parte de la investigación[9]. Sin embargo, el paradigma dominante, en los años 60 y 70, entre los historiadores, no era el narrativo, sino el estructural-funcional, la innovación que propone Kuhn subvierte, pues, tanto al concepto establecido de historia como al concepto de ciencia en general. Por supuesto, no cabe confundir la historia narrativa con ambiciones explicativas y epistemológicas de Kuhn con el conocido enfoque positivista de "examinar textos, extraer de ellos los hechos pertinentes, y relatarlos con gracia literaria, más o menos en orden cronológico", idea decrépita de la historia que "no tomaba muy en serio" nuestro historiador de la ciencia[10]. Conque la historia narrativa-explicativa de Kuhn pertenece más al futuro que al pasado de nuestra disciplina, y viene a confluir con los esfuerzos de otros filósofos (Ricoeur) e historiadores (Lefebvre, Topolsky) por dar a luz una nueva historia narrativa.

Nociones de paradigma

La palabra paradigma tiene un doble sentido para Kuhn, el específico de ejemplo y otro más genérico -y original- que se refiere a los compromisos compartidos por una comunidad científica dada[11]. Se ha ido imponiendo la segunda acepción sobre la significación primigia y literal que asimila paradigma a modelo y ejemplo (como las conjugaciones estandar de los verbos regulares). El intento del propio autor, en 1969, de sustituir el sentido amplio de paradigma por la noción de matriz disciplinar[12], para evitar confusiones y recoger el carácter plural de los elementos teóricos, metodológicos y normativos que gozan del consenso de los especialistas, no ha tenido éxito porque lo revolucionario de la aportación de Kuhn está precisamente en la amplitud con que aplica el término paradigma, a la vez matriz disciplinar y referencia ejemplar. Lo más claro es singularizar con el adjetivo “común” el paradigma plural -los paradigmas compartidos- que asume, más o menos explícitamente, la mayoría de los miembros de una especialidad profesional, científica.

Se sobreentiende entonces que el paradigma común, general, de una comunidad científica contiene por su parte paradigmas particulares relacionados entre sí, siendo muy importantes los modelos-ejemplares, realizaciones científicas que ofrecen soluciones a problemas concretos y que son aceptados universalmente (como el péndulo de Foucault para demostrar el movimiento de la tierra); los paradigmas-ejemplos actúan por semejanza y emulación, y son fundamentales en la enseñanza de una disciplina y en la iniciación a la investigación. Los modelos ejemplares compartidos en historia vienen a ser las obras clásicas de cada disciplina, subdisciplina o temática, si bien tendrían menos importancia que la resolución de problemas-tipo en física, por ser más abundantes entre los historiadores profesionales

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