El Principe De Las Mareas
rominamlegis4 de Junio de 2012
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CONSIGNA A
La crisis financiera, económica y social tiene efectos muy negativos en el conjunto de la sociedad, pero repercute de forma especialmente perjudicial en las mujeres, tanto en el mercado laboral como en la vida privada. En las líneas que siguen veremos que, en efecto, por todas partes las mujeres están más expuestas a la precariedad laboral, al despido y a la pobreza, y menos cubiertas por los sistemas de protección social. En los períodos de recesión, las personas que ya estaban amenazadas por la pobreza, mayoritariamente las mujeres, se vuelven todavía más vulnerables, en particular las que se enfrentan a diversas discriminaciones: madres solteras, jóvenes, mayores, inmigrantes, minorías étnicas. Las políticas de austeridad implementadas en Europa obligan a pagar la crisis a los trabajadores, jubilados, parados, etc., y protegen a los auténticos responsables que son los grandes bancos y el sistema financiero. Para mayor injusticia esas políticas, al ignorar cualquier análisis diferenciado de los efectos de la crisis sobre los hombres o las mujeres no solo no hacen nada para corregirlos, sino que además los agravan. Los recortes de los presupuestos públicos tienen el efecto de acrecentar las desigualdades, el desempleo femenino, la feminización de la pobreza, la precarización laboral, en particular para las mujeres, su trabajo invisible en la esfera doméstica. Así, a la ineficacia de las medidas gubernamentales se añade su carácter doblemente injusto.
Este texto pretende explicar los elementos precedentes, en particular en los países europeos. Se trata de un primer trabajo de encuadramiento que no pretende ser exhaustivo y requerirá una ampliación. Los efectos de la austeridad en ciertos ámbitos se tratan de una forma más elaborada, otros se describen de forma genérica por la escasez de datos sobre los sexos. Es imprescindible dar a conocer este hecho, no para presentar a las mujeres como víctimas, sino porque demuestra muy sólidamente la injusticia de las políticas que afectan más severamente a las poblaciones que ya están en situación de desigualdad. El potencial de movilización de las mujeres, y también el de los hombres, será tanto más fuerte cuanto más se analicen y se conozcan por todos los planes de austeridad y sus efectos sobre los distintos sexos. Las mujeres son protagonistas insoslayables en los movimientos sociales y en la construcción de alternativas a las políticas actuales. Ellas deben ocupar su lugar para que se tengan en cuenta sus puntos de vista y sus propuestas.
Decir que las mujeres deben hacer que se tengan en cuenta sus puntos de vista y sus propuestas, lejos de reenviar a una posición existencialista lo que hace es afirmar una realidad: el hecho de asumir las funciones de la responsabilidad familiar, hacerse cargo de los niños y de las personas dependientes, y más generalmente de la economía de la asistencia, lleva a medir directamente las carencias o las regresiones en el terreno de los servicios públicos, de la protección social y de la cobertura de las necesidades sociales básicas. Si, recuperando una máxima conocida, la existencia determina la conciencia, las mujeres pueden tener un ángulo de visión y de las prioridades distintas en las respuestas en la situación actual, en las opciones del contenido de la producción, la forma de organizar la asistencia, la seguridad social, el bienestar colectivo y la participación democrática de la ciudadanía en las decisiones.
Frente a la amplitud persistencia de las desigualdades entre los sexos, frente al gran impacto negativo de la crisis y sus efectos sobre las desigualdades, y teniendo en cuenta la ineficacia de las políticas implementadas, las alternativas a construir se dirigen a garantizar la justicia económica y social y la igualdad entre los sexos que es una de las mejores medidas del grado de progreso alcanzado por una sociedad.
Aunque la situación varía según los países y los sectores de actividad, el impacto de la crisis sobre el empleo presenta grandes tendencias a nivel mundial: aumento de las tasas de desempleo, gran desarrollo del empleo precario e informal, así como numerosos trabajadores pobres, limitación mundial de la progresión salarial, e incluso rebaja de los sueldos. Examinemos esas tendencias y sus dimensiones de género.
Esta aclaración respecto a los efectos particulares de la crisis sobre las mujeres, aunque parcial, conlleva ciertas enseñanzas… y reactiva algunos imperativos. En primer lugar, la evidencia de que ninguna política debe decidirse a nivel nacional, regional o internacional sin un análisis previo de su efectos sobre los distintos sexos. Es un compromiso de los Estados en la Cuarta Conferencia Mundial de las Mujeres en Pekín en 1955, que debería aplicarse en todos los ámbitos, económico, social, etc., pero sigue siendo papel mojado.
Asimismo, los programas de los partidos políticos y las propuestas de las organizaciones del movimiento social sistemáticamente deben integrar la dimensión de género y el objetivo de igualdad entre las mujeres y los hombres en la elaboración y la construcción de alternativas. No solamente porque es una exigencia de justicia social, que ya sería suficiente, sino porque además las políticas igualitarias forman parte de la solución para salir de la crisis.
Ir al origen de los mecanismos que conducen a las desigualdades de género permite, en efecto, tomar conciencia de la importancia de todo un sector de la actividad humana, garantizada esencialmente por las mujeres, que concierne a la economía de la asistencia y la cohesión social: trabajo invisible y gratuito realizado en la esfera privada, y trabajo subvalorado en la esfera pública. Analizar el impacto de la austeridad en las mujeres y en los grupos más desfavorecidos recuerda –cruelmente- la importancia para el bienestar colectivo de la existencia de una protección social de alto nivel y de servicios públicos de calidad. Y mientras éstos necesitan desarrollarse (en particular las guarderías infantiles y la asistencia a personas discapacitadas), son precisamente los que reciben ataques en todas partes. Esos sectores, además de su carácter esencial, representan un potencial enorme para un crecimiento vuelto hacia las necesidades sociales.
La austeridad no es inevitable, existen otras soluciones. Las limitaciones priorizadas por los gobiernos –presiones de los mercados financieros, funcionamiento de la Unión Europea, Pacto de Estabilidad…- para justificar sus políticas regresivas, ciertamente son reales. Pero no son leyes naturales, sino la expresión de una camisa de fuerza creada por los sucesivos gobiernos que progresivamente se entregan a la dictadura de las finanzas. Pero lo que se ha construido se puede destruir. Los gobiernos de nuestros países los elegimos los pueblos y se supone que tienen que respetar nuestra voluntad. Los mercados financieros temen la expresión de la voluntad de los pueblos, no hay más que ver su pánico cuando se anunció que se iba a consultar a los griegos en un referéndum. Si se oye mucho a los mercados financieros es porque no se escucha lo suficiente la voz de los pueblos.
En el contexto actual, por lo tanto, la movilización popular es imprescindible. La crisis debe ser una ocasión de cambiar radicalmente de orientación, redefinir el modelo de sociedad y transformar profundamente las formas de producción y de consumo. Se trata de implementar políticas que respondan en primer lugar a las necesidades sociales y medioambientales y supeditar la economía a este objetivo. Las necesidades diarias, la economía de la asistencia, la cohesión social, porque cada vez están más amenazadas debido a la crisis, recuperan una importancia olvidada. Tenemos una auténtica oportunidad de que estas preocupaciones –que todavía hoy siguen siendo mayoritariamente de las mujeres pero deben ser de todos- se conviertan en una razón principal de movilización. Influir más que los mercados sobre la base de exigencias insoslayables con la creación de una dinámica que abarque a todas las poblaciones europeas es el desafío actual.
CONSIGNA B:
La sociedad Occidental está más fuertemente convencida por la idea que tenemos derechos que son nuestros "por derecho", no por un privilegio que nos ha otorgado la autoridad. Definiendo los derechos humanos levanta muchas de las más filosas divisiones políticas de nuestro tiempo. Esto es especialmente cierto en el derecho a la "libertad". ¿Qué es la libertad, para el individuo y en grupo? ¿Libertad de qué? ¿Libertad para hacer qué?, ¿Tema para el cual las restricciones son salvaguardar las libertades y derechos de otros?
Si la libertad es la habilidad para moldear la vida de cualquier individuo sin dominación por parte de otros, luego entonces ¿Cuáles son estos elementos y pre-condiciones?
¿Qué tan libres somos, por ejemplo, si somos tan pobres para obtener una vivienda decente, el adecuado servicio médico, o educación? ¿Qué tan real es nuestro derecho de "hablar con libertad", si el discurso público es dominado por una exitosa enorme cadena de medios de comunicación, corporaciones y anuncios pagados y no tenemos un camino real o efectivo para hacernos escuchar? ¿Qué tan real es el derecho a la igualdad nominalmente garantizada por ley enfrentando las inmensas desigualdades que tienen la riqueza y el poder? En una sociedad donde nuestra libertad es primordialmente definida como una elección entre alternativas de mercado, ¿Qué pasa con la posibilidad de escoger opciones que nunca han sido ofertadas: por ejemplo, escoger vivir en una comunidad real en lugar de simplemente comprar o rentar la vivienda?
Cualquier discusión sobre derechos involucra el reconocimiento que
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