El Yo, como esencia del individuo, en un ambiente social

El Yo, como esencia del individuo, en un ambiente social

“Existen tres cosas extremadamente duras: el acero, un diamante y conocerse a uno mismo” de Benjamín Franklin. Como no empezar este escrito, enunciando a un padre de la patria norteamericana, cuyas palabras llaman la atención, y sirven como referencia, para hablar de un tema con tanta importancia: el conocimiento propio de sí mismo. A lo largo de la historia, el ser humano has tratado de muchas formas, escudriñarse e interiorizarse, para entenderse, hacerse comprender, y ser escuchado. Entonces cabe preguntar, ¿Qué tanto se conoce realmente una persona a sí misma?, ¿Es fácil o difícil conocerse?, ¿Para qué, o porqué quiere conocerse?, es por ello que en este ensayo, se hablará de la importancia del Yo, en este mundo social, de aquellos componentes que lo estructuran, y como se desarrolla.

Conocerse a sí mismo implica, el empezar por entender, que compone al individuo. Es ese Yo, una palabra tan corta pero tan significativa, que permite entenderse como la esencia del individuo, aquello que lo define, su individualidad, lo que es, que anhela o espera, que percibe, como también, aquella energía que lo mueve.

Ese Yo, que implica cuatro enriquecedores elementos que lo estructuran; como el autoconcepto, que lleva a relacionar y preguntarse de forma poderosa: ¿Quién soy yo?, es acá, donde el individuo empieza a entender cómo se percibe a sí mismo, a ofrecer variedad de respuestas, para tratar de definirse, y encontrarse interiormente.

La autoestima, como una valoración positiva, es aquella que hace el individuo sobre él; un sentido valioso por su persona, sus intereses, capacidades, y todo su entorno, para descubrirse y encontrarse consigo mismo. Este amor propio, que es la autoestima, se empieza a forjar desde el nacimiento, pero se desarrolla en aquella etapa de la infancia, donde madre y padre, o los cuidadores, la construyen, para esculpir un buen ser humano.

También se menciona el autoconocimiento, donde se reconoce la forma de actuar, comportarse, o sentir; es aquella identificación y evaluación de lo que se vive, o experimenta. Es aquel proceso interno, profundo, íntimo, que la persona hace para articularse con su propio yo.

Para complementar este grupo sinérgico de elementos, se nombraría el Yo social; aquella función que cumple el individuo dentro de un grupo o comunidad, donde se basa en esa interacción con el otro. Esa urgencia de sentirse parte de algo, donde sea tomado en cuenta, pueden existir prejuicios, y/o diferencias.

El Yo social, implica la relación con los demás, y su entorno. Que aunque la persona piense y viva para sí misma, se preocupe por su autoimagen, que en muchos casos crea que es el centro total de algo, realice comparaciones sociales, y tal vez en ocasiones se autorrepresente, o automonitoree, afuera hay un escenario, un entorno, un mundo, con un sin número de personas, que denotan diferencias intelectuales, sociales, y culturales, que al fin al cabo lo conlleva a interrelacionarse, y llegar a ofrecer respeto por lo diverso.

Entonces, ¿Cómo se forma ese Yo social?, se hace desarrollándose por medio de los roles o representaciones que se cumplen dentro de una sociedad;  al igual que la participación de algún grupo o comunidad, para pertenecer a éstos, según los intereses, gustos o motivaciones económicas, políticas, académicas, y/o culturales. También se tienen en cuenta los éxitos y fracasos ya que  tienen repercusión en la autoestima, y por ende en el autoconcepto. La cultura, donde existe la diversidad en ideas, conocimientos, lenguas, tradiciones, costumbres, otorgadas de una generación a otra.

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