El arquetipo de la familia nuclear conyugal

Casa, hogar y familia
Con frecuencia los términos casa, hogar y familia se confunden o emplean indistintamente, pero si existen grandes diferencias entre ellos. La casa es el espacio físico donde duermes, comes y te bañas, es también el punto de reunión. El termino hogar tiene relación con el conjunto de individuos que comparten una misma unidad residencial y articulan una economía común, es decir que hay trabajo en equipo entre los que forman parte del hogar. El hogar es el cuadro de referencia cotidiano de los individuos, el ámbito en que se reúnen y distribuyen los recursos para el consumo y la producción. La palabra familia se divide entre dos términos, el primero es la familia de interacción está conformado por el grupo de individuos que aun que no compartan el mismo techo, o sangre los consideras tu familia. El segundo es la familia residencial, ésta está conformada por las personas ligadas por lazos de parentesco, con las que compartes misma sangre.

El arquetipo de la familia nuclear conyugal
La ideología que rodea a la familia provoca la conformación de innumerables prejuicios y estereotipos que informan acerca de lo que es correcto, típico o deseable en el seno de la familia y de las relaciones familiares. La difusión de dichas ideologías se ve facilitada por el papel que juegan los medios masivos de comunicación en la sociedad. El modelo arquetípico es la familia nuclear conyugal, esta corresponde a una estructura formada por la pareja de esposos que reside en un hogar que guía a una visión romántica de la familia. Esta se funda en vínculos matrimoniales que mantiene la hegemonía formal del sexo masculino sobre el femenino. El modelo se presenta usualmente como la norma de lo que es o debe ser la familia, sin embargo existe una gran brecha entre este modelo y la realidad de hoy en día. La diversidad de las experiencias en las familias va de acuerdo con las peculiaridades socioeconómicas, culturales, étnicas y políticas del contexto histórico social que la circunda. La experiencia única de la familia es vivida y sentida de manera diferente según el género, la edad y la posición que los individuos. Los mitos de la experiencia familiar tradicional niegan las contradicciones básicas, una es la desigualdad entre sus miembros de acuerdo con las líneas de edad, sexo y parentesco, y dos: la dinámica emocional de las relaciones familiares, las cuales también están cargadas de conflicto y lucha. 
Los estudios realizados en México revelan que una gran proporción de las familias no se ajusta al arquetipo de la familia nuclear conyugal, dentro de nuestra sociedad coexisten formas nuevas y viejas que se mezclan en la práctica con el modelo de la familia así que por consecuencia, no se puede hablar de un modelo típico sino de un panorama plumiforme y diverso.

Familia y cambio social
A lo largo del tiempo, el concepto sobre la familia y sus cambios descansan en una serie de creencias y mitos difundidos por la vida familiar en el pasado. Muy antiguamente se creía que los hogares eran incorporados, no solo por la pareja conyugal, sino que también por demás familiares y aprendices, o sirvientes, quienes vivían bajo el mismo techo. Este tipo de hogar es compatible con un sistema de producción familiar donde la familia desempeñaba una función económica, educativa y protectora.
Diversos autores sostienen que las nuevas generaciones cambiaron junto con los cambios de las nuevas eras. La estructura, organización y funciones de la familia se transformaron con la industrialización, la urbanización, la expansión del trabajo asalariado y del mercado de consumo. Ello trae consigo un movimiento de separación y de especialización de los espacios, lo cual altera la estructura y organización del hogar, así como las interacciones de sus miembros. El papel desempeñado por el marido y la mujer en el hogar se ve profundamente modificado en este proceso, ya que ahora no solo es el hombre quien trabaja, sino que las esposas se tienen que incorporar al mercado de trabajo. Junto con esto no solo se modifica el núcleo familiar si no que se cambia y modifica la alimentación, vestimenta y vivienda

Vida familiar y fotografía
Las fases del ciclo de vida familiar se han clasificado en etapas. La primera es la fase de formación de la familia, esta se inicia con la unión de la pareja y continúa hasta el nacimiento del primer hijo. La segunda es la etapa de expansión, que es el periodo de tiempo que se extiende durante el nacimiento del primero y último hijo. La fase de contracción es la que le sigue, ésta comienza con el casamiento o la emancipación del primer hijo y sigue con los hijos subsecuentes. Finalmente, tenemos la etapa de disolución, esta inicia con el fallecimiento de uno de los cónyuges. Estas etapas, y los eventos que las conforman, marcan hitos que tienen repercusiones diversas en la vida de la familia, estas varían de acuerdo con los procesos de la evolución en el tiempo. 
Los eventos que definen las distintas etapas del ciclo de la vida familiar pueden ser revividos con las fotografías, por medio de sus imágenes, retienen una serie de episodios de la historia de nuestras familias. Nos brindan placer y dolor al permitirnos recordar los eventos que nos hicieron sentir feliz y las pérdidas de seres queridos. Las fotografías nos auxilian a evocar el pasado y recuperar lo que hemos olvidado. Al ordenar y clasificar cronológicamente las fotos familiares, éstas aportan una expresión gráfica de muchos de los ritos de transito que experimentan los individuos y las familias en cada una de las etapas de su ciclo de desarrollo.

Familia y cambio demográfico 
La transición demográfica en México durante el presente siglo ha transformado de manera significativa el escenario en el cual se forman y se desenvuelven las familias. Tenemos que ponernos a pensar en los patrones de mortalidad, nupcialidad, y su manera de afectar el tamaño, estructura, evolución, trayectoria y composición de los hogares y la vida de sus miembros.

Familia y mortalidad

La familia es un ámbito donde la irrupción de la muerte deja su más profunda huella. La pérdida de un ser querido, afecta a los sobrevivientes y genera efectos disruptivos, imponiendo dolorosos reajustes en la vida cotidiana. Los progresos de la medicina moderna han permitido prolongar la duración de la vida, este hecho ha tenido importantes consecuencias para la vida familiar y las relaciones entre los miembros de generaciones emparentadas. 
A partir de la década de los veinte tiene lugar en México una importante disminución de la mortalidad, que aunque al principio lento, más tarde dicha caída se acelera. Ello se tradujo en un aumento de la esperanza de vida al nacimiento, aumento significativo de la probabilidad de que un recién nacido alcance con vida los primeros cinco y 15 años de edad. Los índices bajos y decrecientes de mortalidad, traen consigo la ampliación del tiempo potencial de convivencia familiar, los cual abre la posibilidad de multiplicar y transformar los eventos y sucesos significativos que ocurren en el seno de la familia. Es claro que todos los grupos sociales han experimentado un aumento en la esperanza de vida al nacimiento. Puede decirse que los mayores niveles de sobrevivencia alcanzados han permitido: 
1. Incrementar de manera significativa la proporción de hombres y mujeres que logran llegar con vida a la edad de contraer matrimonio y fundar una familia.
2. Aumentar considerablemente el número de años que los matrimonios se mantienen unidos sin ser disueltos por la muerte de uno de los cónyuges, aplazando entre los sobrevivientes la experiencia de la viudez. 
3. Disminuir sustancialmente la probabilidad de que los padres experimenten la muerte de uno, o de más, de los hijos antes de que alcancen la edad de 15 años.
4. Reducir la proporción de menores que sufren la muerte de los padres, con lo cual se ha reducido de manera significativa el fenómeno de la orfandad.
5. Transformar en un evento raro la experiencia de ver morir a un hermano antes de que alcance los 15 años de edad y,
6. Convertir en un acontecimiento usual la sobrevivencia de los abuelos durante la niñez y la adolescencia de los nietos, incrementándose así la posibilidad de convivencia de varias generaciones sucesivas emparentadas entre sí.

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