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Inapropiado argumento


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  966 Palabras (4 Páginas)  •  250 Visitas

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No pretendo pues, llegar a incomodarlos, con este tácito e inapropiado argumento. Sé de antemano, que leer no le hace ni menos ni más inteligente al poseedor de tan escueto y fluctuante atributo, pero si quizás un poco menos borrego en el establo cultural.

Antes de comenzar este ensayo, a modo de queja o de mofa sardónica, he de dejar muy en claro, que no sólo se puede leer en los libros, sino también en el vasto horizonte, en el azul cielo, en los ojos cansados de un anciano, en la efigie desnuda de una mujer, en el reflejo de la luna en el agua, en... dejando esto en claro, afirmo que mi escarnio va pues en contra del analfabetismo del alma y a la enemiga del entendimiento y su búsqueda insondable y perenne.

De antemano quiero dejar claro, desde mi cómoda posición, que quizás para sus ojos implacables, podrá parecer que yo soy sólo un niño mimado por la vida (un remedo maltrecho de Hans Castorp) que escribe este ludibrio maltrecho por abismal aburrimiento. Este innegable hecho, me sitúa en un punto, en un blanco fácil a sus posibles y afilada saetas. Pero aun así, por imperioso tedio de las horas, sigo esta empresa inocua como un Tántalo obstinado, en esta empresa que ya hasta en cierto punto se me está haciendo, floja y un tanto pueril…. Pero debo continuar sí he de hacer valer mis silogismos inexactos, mi verborrea fútil.

Así pues mi primera flecha va dirigida, a aquellos que por diversas razones han tenido como yo el privilegio (o infortunio) de aprender a leer, pero que ahora no lo hacen porque su agitada vida no les permite un solo minuto de sano esparcimiento. Mi afrenta va hacia aquellos que me ven con malos ojos, y me juzgan sin premisa o cautelas, al no llevar la cruz de un trabajo insoportable, como el suyo, y aseguran, que mi relación con la lectura, se debe al espacioso tiempo que le rindo al venerable y santificado dios del ocio. Y dirán también, que la lectura es ociosa, un acto baladí que se realiza en momentos de tranquilidad y sosiego. Ese tiempo tan valioso que para ustedes queridos lectores, es tan escaso y sagrado, que la mayoría de sus veces, preferirían dejarse llevar por el llamado de los Oniros, que sacrificar su preciado sosiego a la holgada y somnolienta lectura.

Y no tengo nada que discutir al respecto, ante eso me siento desarmado y sin escudo. Son ustedes los hacedores de su divinal tiempo libre y no soy quien para obligarles a leer libro alguno. Mas es aquí, donde hago un alto, porque siento una pérfida presencia en todo aquello, donde descansa su respuesta, en esa lectura ociosa, y es allí donde mi diatriba se enardece como una furia ancestral, pero no es realmente contra ustedes, navegantes de lo insólito, hacia quien mi cólera se inclina, si no ante ese terrible y mezquino error, quizás producto de la carencia de

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