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Infancia Es Destino

Angeles290414 de Abril de 2014

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Ensayo sobre la infancia: ¿A qué juegas tú?

Publicado en octubre 24, 2012

El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió, para siempre al niño que vivía en él….

Pablo Neruda

El siguiente ensayo pretende un acercamiento a la idea de la infancia, lo abordaré desde una perspectiva sencilla, no pretendo conceptualizar ni delimitar esta idea y mucho menos busco concretarla hasta el punto de solidificarla.

Te preguntarás lector, la razón de escribir un ensayo más acerca de la infancia cuando ya existe una infinidad de ellos y seguramente con enfoques psicológicos o sociológicos con objetivos más serios o que proponen respuestas de todo. Pues bien lector, mi intención no es hacerte pensar en la importancia de la infancia como primera etapa de desarrollo del ser humano, sino hacerte pensar en tu infancia y la importancia ésta ha tenido en ti.

Los expertos en desarrollo humano marcan a la infancia como la etapa crucial en la adquisición de conocimiento, es cuando se aprende el lenguaje y sobretodo la interacción con otras personas y la concepción de uno mismo como un ser.

¿Qué es ser un niño y jugar sino la interacción con otros y qué mejor para concebirse a sí mismo sino imaginando ser alguien más?

Ser niño. Es tan común, lo escuchamos a diario y creemos ver su representación práctica en cualquier lugar. La cuestión es, dentro de sí esas pequeñas palabras guardan una connotación más profunda y significativa. Al pensar en nosotros mismos como niños, nos llega esa oleada de sentimentalismo y nos cae encima un torrente de recuerdos, un sentimiento de añoranza y de alusión de esos “buenos tiempos”. Es importante darse cuenta cómo es que una persona adulta se percibe así misma al momento de recordarse cuando era un niño. Por lo general, construye su historia a través de lo que sus padres o personas cercanas le contaron acerca de sí mismo y no propiamente sobre recuerdos propios –al menos no durante los primeros 3 o 4 años de vida-.

Aunque basemos parte de nuestra historia de infancia a través de lo que otras personas nos cuentan no significa que eso sea nuestra verdadera infancia.

Los niños de la colonia, casas de campaña con cobijas, bicicletas, patines, saltar la cuerda, fútbol a mitad de la calle, tus codos y rodillas negros, encantados, la comidita, la casita, globos con agua, carreritas, comidas con lodo y que tu mamá te gritara que ya te metieras. Esos son los elementos que realmente construyen una infancia, no se trata del cómo te portabas o las gracias que hacías; son los recuerdos los que te hacen saber cuán feliz eras y con cosas tan sencillas. Tus tiempos de cuando sabías hacer magia. Una rama de árbol bien podía ser una espada o la varita de un hada, una guitarra o el micrófono perfecto (todo cobraba vida con un poco de imaginación) cualquier marca en el piso significa un punto al cual correr y permanecer a salvo, poder ser un vaquero o ninja en el mismo día y con sólo hacer una seña “T” con las manos detenías todo al instante.

Dime tú si eso no es magia pura. Ser niño implica ser lo que se quiera ser. Es la etapa de ser libre, no entender de formas porque qué son las formas sino círculos y cuadrados y tal vez ese algo que llaman triángulo. La libertad de reír, llorar, correr, dormir, gritar, subir y bajar.

Y sin embargo, desde el punto en que se entra a una institucionalización se exige un “comportamiento” de acuerdo a la edad, siempre, a lo largo de lo que queda de vida. Si entras a primaria te dicen que ya no eres un niño de kínder que te debes comportar mejor, al pasar a secundaria, preparatoria (hasta en la universidad sucede lo mismo). Nunca hay justificación porque “ya no vas a en la secundaria”, “no

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