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¿Jugar Con La Vida Del Hombre?


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2014  •  965 Palabras (4 Páginas)  •  223 Visitas

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Conocimiento 1: La Eutanasia.

Hemos hablado antes de la muerte y de cómo ésta es una parte fundamental e inevitable de la vida humana. Todos nosotros moriremos en algún momento –natural o accidentalmente- y debemos entender este paso en su naturalidad. Sin embargo, esto no implica restarle valor a la vida humana, sino que, por el contrario, nos ayuda a valorarla, en cuanto sabemos que ésta tiene un tiempo limitado que debemos saber aprovechar.

No obstante, a partir de la década de 1970, se ha ido difundiendo una insistente campaña en favor de la eutanasia, entendida como acción que provoca la interrupción de la vida de un enfermo grave o de un niño recién nacido mal formado (eutanasia eugenésica). La palabra proviene del griego eu thánatos, que significa buena muerte o morir bien. Pero el sentido de este término puede resultar confuso y hoy ha pasado a ser entendido como una “muerte por compasión”. El motivo que se aduce por lo general es que así se quiere ahorrar al paciente sufrimientos “inútiles” de una enfermedad incurable o la degradación a la que se sometería un niño malformado.

En otras palabras, se trata de una forma de acabar artificialmente con una vida humana que, en apariencia, no tendría mayor sentido. Si en la introducción hemos señalado que la vida es lo máximo que podemos tener y que gracias a ella podemos valorar todo lo que hemos logrado, el sentido de vivir es obvio.

En este concepto de eutanasia no entran los procedimientos realizados para tratar enfermedades incurables, destinados a mitigar el dolor del paciente y que, sin ser la intención del tratamiento, tienden a acortar la vida del enfermo.

Por otro lado, en el extremo opuesto se encuentra la distanasia o encarnizamiento terapéutico que consiste en realizar tratamientos extraordinarios, muchas veces inoficiosos, que podrían prolongar la vida del enfermo, pero de manera artificial. Esto también es un

atentado a la dignidad humana, llevando a la persona a una falsa esperanza o convirtiéndola en centro de experimentación con resultados inútiles.

¿Vale alguna justificación para la eutanasia?

El tema de la eutanasia ha adquirido progresivamente mayor presencia en el debate internacional. Así como sucede con el aborto, muchos países tienden actualmente a legalizar este tipo de prácticas para regular más fácilmente una situación que, de lo contrario, seguiría existiendo clandestinamente y sin ningún tipo de control. Pero, ¿podrá ser esto una solución? ¿Legalizar una situación no significa finalmente aceptarla como si fuese buena? La solución para evitar un mal nunca puede surgir de un apoyo al problema, sino de la prevención y del enfrentamiento contra éste. De lo contrario, paulatinamente comenzaremos a permitir cada uno de los males que atentan contra la sociedad, amparándonos bajo la ley “del mínimo esfuerzo”.

Sin embargo, ¿en qué se basa la defensa de la eutanasia como una opción viable para los enfermos terminales o los niños malformados? La justificación de la eutanasia se basa en tres ideas fundamentales:

1. El principio de autonomía del sujeto, que tendría derecho a disponer, de manera absoluta, de su propia vida.

2. La convicción de lo insoportable e inútil del dolor que puede a veces acompañar a la muerte.

3. La opinión de lo inhumana o indigna que puede llegar a ser una vida de sufrimientos.

Sin embargo, en este pensamiento podemos advertir el debilitamiento espiritual y moral con respecto a la dignidad de la persona moribunda y un desinterés frente a las verdaderas necesidades del paciente. Pues muchas veces, el verdadero sufrimiento es más espiritual que físico. Después de todo, el dolor corporal se intensifica si la persona no se siente preparada para enfrentarlo o no encuentra el sentido de su sufrimiento. Y a esto no sólo debe entregarse el paciente, sino que sus personas cercanas.

A este respecto, podemos preguntarnos si, bajo la justificación de que el dolor del paciente es insoportable, no se esconde más bien la incapacidad de los "sanos" de acompañar al moribundo en la prueba de su sufrimiento, de dar sentido al dolor humano -que, como ya habíamos advertido, nunca se puede eliminar totalmente de la experiencia de la vida humana- y una especie de rechazo de la idea misma de sufrimiento, cada vez más difundido en nuestra sociedad donde domina el bienestar y el placer por el placer. Hemos olvidado como el sufrimiento puede hacernos más personas, pues no ayuda a comprender el propio sentido de la vida. La persona que enfrenta el sufrimiento, lejos de encontrarse en una condición indigna, se dignifica, al tiempo que su vida adquiere mayor valor. La eutanasia, en cambio, es una derrota de quien la teoriza, la decide o la practica.

Por lo demás, el principio de autonomía, con el que a veces se quiere extremar el concepto de libertad individual, no justifica la supresión de la vida propia o ajena. En efecto, la autonomía personal supone el hecho de estar vivos y exige la responsabilidad del individuo, que es libre para hacer el bien según la verdad o lo real (en este caso, la vida). Sólo llegará a afirmarse a sí mismo o a hacerse más digno, reconociendo que ha recibido su vida como un don, por lo que no es "amo absoluto" de ella. En otras palabras, suprimir la vida significa destruir las raíces mismas de la libertad y de la autonomía de la persona.

Cuando la sociedad llega a legitimar la supresión del individuo -sin importar en qué estado de vida se encuentre, o cuál sea el grado de debilitamiento de su salud- reniega de su

finalidad y del fundamento mismo de su existencia. La eutanasia puede ser una solución inmediata, pero si entendemos a la persona en su real sentido y valor, debemos ampliar nuestra perspectiva y entenderla en el contexto de una vida trascendente, mayor que el solo sufrimiento. Luchar por la vida significa amarla. Y al amarla, nos amamos y respetamos a nosotros mismos.

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