LA RELACIÓN TERAPEUTICA
cecy523 de Noviembre de 2013
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CIENCIAS Y TÉCNICAS PARA ORIENTACIÓN FAMILIAR
DISEÑO DE ESCENARIOS FAMILIARES II.
SER Y HACER EN TERAPIA SISTÉMICA. LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTILO TERAPEUTICO.
LA RELACIÓN TERAPÉUTICA.
La comunicación humana es un fenómeno de la más alta complejidad, el espacio terapéutico es un ámbito donde, mediante la comunicación entre terapeuta y pacientes por familias, se trabaja acerca de la comunicación de éstos con su contexto.
Los planos cognitivo, emocional y pragmático (Linares 1996) pueden ser da relacional humana, y por tanto, también la psicoterapia. Alguien siente, piensa y hace. Hace, siente y reflexiona sobre lo que hace. Piensa y siente mientras hace. Sea como fuere, la secuencia es recursiva y se particulariza, de acuerdo a las personas y situaciones.
Valores y creencias, pautas socioculturales y familiares, entre otros, son los elementos que componen la estructura cognitiva personal, andamiaje que posibilita obtener mapas de la realidad real.
Todos estos elementos en el arte de conocer, generan la producción de abstracciones. Estas confirmarán la hipótesis, pero siempre bajo el marco de un modelo conceptual previo. Cuando actuamos, hablamos por comunicamos, estas construcciones en el ámbito de lo pragmático establecen secuencias de interacción con nuestros interlocutores. Por lo tanto entramos en terreno de la cibernética de las relaciones. Dependiendo de las interacciones que se desarrollen, se trazarán distinciones que puntuarán al hecho observable del cual somos partícipes.
La construcción de realidades puede ser entendida como un juego de recursividades que involucran tres planos: el relacional por de pensamiento, el cibernético por pragmático y el emocional. Tales recursividades se producen en el proceso narrativo: observamos lo que nosotros mismos construimos lo que estamos observando. De ahí que, cuando nos proponemos conocer nuestro conocer, es decir, cuando nos preguntamos acerca de nuestra epistemología, el resultado es nuestro modelo de conocimiento.
Las conductas y acciones de un sujeto no son independientes de las acciones y conductas de los interlocutores. El sujeto es participe y productor de realidades construidas en un juego interactivo de complementariedades.
Las cogniciones delimitan las interacciones de la misma manera que estas últimas pautan la elaboración de determinadas cogniciones. Pero las emociones también delimitan perímetros de acciones y cogniciones.
Las reacciones emocionales pueden ser el resultado de las atribuciones semánticas emocionales que elaboran de las conductas y actitudes del partenaire. Por lo tanto, los sentimientos influyen en las reacciones de la interacción.
Circularmente, las emociones, no sólo emergen de dichas construcciones cognitivas, sino que también las pautan. Se trata de un juego de tres planos de recursividades que sinergizan, incrementando la complejidad de la complejidad y la complejidad de la complejidad, tal como dos espejos se enfrentan y presentan una sucesión de imágenes infinita.
Lo importante en las intervenciones es que se requiere un agudo entrenamiento, no es tan importante aprender muchas técnicas, sino incorporar la habilidad de detectar cuáles son las indicadas, en función de las propias capacidades y de las características y el ciclo vital de la familia.
La manera más sintética y sencilla de definir la psicoterapia sea como una relación humana, sostenida por una instancia terapéutica y otra que solicita su ayuda psicológica.
La persona que asiste para ser ayudada da en llamarse paciente, la palabra paciente denuncia pasividad (el que espera ser atendido) inexistente. Nada más activo que una persona que asiste a consulta. El paciente reflexiona, llora, se angustia, se contenta con encontrar respuestas a sus interrogantes, se emociona, realiza tareas, pero, además, le da trabajo a un profesional.
La psicoterapia es un trabajo de equipo, donde los participantes se sinergizan de manera equilibrada: pautando tácitamente roles, lejos de las funciones oficiales de terapeuta-paciente, cimentando un código de funcionamiento e imponiendo pautas, más allá de oficiales que sugiere el encuadre.
El consultante es tan activo que genera una dificultad por un problema en el profesional. La actividad del paciente también radica en producir un cuestionamiento y la incertidumbre en el vínculo terapéutico mediante el planteamiento de su motivo de consulta. Cuando la persona resuelva su problema, el terapeuta soluciona el propio.
La relación terapéutica, puede ser entendida como un todo, donde tanto las conductas del terapeuta como las del paciente por los miembros de la familia se influencian de manera recíproca.
En la secuencia cibernética, tanto las acciones del terapeuta como las de sus pacientes tienen por finalidad perturbar el sistema del interlocutor en el intento de transformar sus comportamientos, de modo que cada uno resuelva su problema.
El terapeuta sistémico desarrolla una función más directiva. Otras corrientes mantienen una posición que propugna la asociación libre y un juego terapéutico donde el profesional es poco intervencionista. Esta línea de trabajo no concibe la relación terapeuta-paciente como una conversación terapéutica y, en su postura más fundamentalista, puede llegar a criticar a los terapeutas sistémicos como manipuladores.
El terapeuta sistémico puede ser considerado hablipulador, puesto que conduce la sesión planteando un desarrollo cibernético, cognitivo y emocional de la problemática en el intento de focalizar cuál es el problema y, eventualmente, cuáles son los intentos fracasados por resolverlo. Y más directivo se vuelve cuando sus preguntas rompen con el convencionalismo de la linealidad de los cuestionamientos.
Las preguntas circulares no solo permiten recoger información sino introducirla, abriendo el horizonte a nuevas reflexiones. Permiten el ingreso de una reflexión interactiva, que posibilita la autorreflexión sintiéndose involucrado en un circuito de acciones y retroacciones con otros interlocutores.
El uso del término paciente también arrastra una seré de términos heredados del modelo médico, tales como tratamiento y curación. En la teoría psicoanalítica indica que todos somos neuróticos, un punto de partida que convierte a todo el mundo en enfermo.
Las nuevas psicoterapias, de las que el modelo sistémico se haya a la vanguardia, parten de un punto de vista de salud y no de enfermedad. Es indudable, que este punto exige entrar en otras cuestiones de orden nosográfico. Las patologías psiquiátricas no son consideradas enfermedades y menos problemas de un individuo, sino conductas resultado de disfuncionalidades en las interacciones de las personas con su entorno.
Permutar el concepto de enfermedad por el problema implica entender al hombre en relación con y no como sujeto aislado, comprendiendo los diferentes entrelazados de complejidad en los que se encuentra inmerso. Complejidades que crean dificultades que pueden complicarse rápidamente y transformarse en problemas que bloquean los desarrollos evolutivos individuales y del sistema donde la persona se inscribe.
Cambiar el término tratamiento por trabajo terapéutico va de la mano con la distinción anterior. La palabra tratamiento se halla en relación directa con las expresiones curar y enfermedad, es decir, la trilogía enfermedad, curación y tratamiento pertenece a la misma concepción médica de los problemas psicológicos. Hablar de trabajo terapéutico sugiere una planificación estipulada que tiene como objetivo el cambio y la modificación del problema que lleva a la crisis a la persona.
Consultante resulta también una palabra clara, que define al que realiza una consulta por su problema. De la misma manera que usuario describe a la persona que utiliza un servicio, en este caso el terapéutico.
El modelo sistémico se asienta en una relación entre terapeuta y paciente que se entiende como diálogo terapéutico, simétrico y horizontal, en el intento de suprimir el juego de poderes se sitúa al profesional en una posición superior, frente a una posición inferior del paciente. Permite establecer un compromiso más sólido por amabas partes y una conversación más distendida y afectiva. La relación del profesional y el consultante siempre es asimétrica. La figura del médico por del psicólogo como profesionales universitarios, a los que se les adjudica mayor capacidad que al común de la gente muchas veces se les idealiza.
Es importante calibrar el punto justo, sin que la asimetría se hipertrofie, pero conservándola, ya que es ella la que permite que la palabra del profesional esté revestida de un mayor potencial de persuasión.
El terapeuta podrá introducir los efectos y emociones en la relación, pero no deberá confundir al consultante con un pariente ni con un amigo. Cuando se establece el contrato terapéutico se imponen reglas claras que eviten futuras confusiones en una relación tan humana.
Todas estas intervenciones son pautadas, a su vez, por la interacción que se desarrolla en las sesiones, junto al contexto donde se desenvuelve la consulta, la persona del paciente y del terapeuta y la historia de ambos, entre otros elementos.
El terapeuta deberá conocer cuáles son sus limitaciones y
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