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FORO 2: Relación

victoria.ocampo5 de Septiembre de 2011

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EL JARRÓN AZUL

LA ANÉCDOTA DEL LUCHADOR QUE NO SE DA POR VENCIDO

Hace casi 20 años, apareció un librito (en inglés) con un título que significa

aproximadamente el que se ve arriba, y el cual enseña una gran lección, Cientos de miles y

quizá millones de hombres han admirado la anécdota y procurado seguir el ejemplo de

héroe de ella, cuyo tema era: “Lo haré”.

Desgraciadamente esta historia nunca fue traducida a otros idiomas, aunque

beneficiaría a cuantos la leyeran. Por creerlo así… por ser un elocuente ejemplo de lo que

constituye la firmeza de voluntad que conduce al éxito, daremos aquí, con permiso del

autor, un resumen de ella. Muy lejos estaremos de hacerlo en el expresivo y vigoroso

lenguaje del notable y admirado escritor Pedro B. Kyne – de fama mundial, y dudamos que

un simple compendio, cuando menos una traducción, pueda trasmitir la elevada filosofía

que contiene, el humorismo y el profundo sentido común que han hecho de la pequeña

historieta una verdadera obra clásica.

Sin embargo, deseamos dar en síntesis la moraleja que esta admirable anécdota

encierra y que ha sido una inspiración para tantos que, aspirando el éxito, habían creído

insuperables los obstáculos con que tropezarán.

Mr. Alden P. Ricks, mejor conocido como “Cappy Ricks”, fue el fundador y el

espíritu dirigente de una importante empresa maderera y de vapores. En teoría, ya se había

retirado de la dirección activa del negocio, pero en realidad continuaba siendo su principal

guía y consejero, rehusando – como él mismo se expresó- a abandonar su actividad mental

no obstante haber suspendido su actividad física.

Los ayudantes y administradores activos de “Cappy” eran: Mr. Skinner, encargado

del negocio de maderas, y Matt Peasley, quién dirigía el de vapores. Ambos eran hombres

competentes en quienes Cappy tenía plena confianza, aunque a veces le entraban dudas de

su buen criterio, especialmente en lo que se refiere a juzgar la capacidad de otros.

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El problema que estos tres personajes confrontaban, según principia la historieta, era

la situación que existía en su oficina de Shanghai. El empleado que habían enviado a

hacerse cargo de ella estaba dando mal resultado, aunque esto no sorprendía a Cappy

porque en su opinión carecía de ciertas cualidades que él consideraba esenciales.

Skinner, ¿tienes un Candidato para el puesto?, preguntó Cappy.

- Siento decirle que no. Mr. Ricks; todos los empleados que tengo bajo mis órdenes

son jóvenes… demasiado jóvenes para asumir esa responsabilidad.

- ¿Qué quieres decir con “demasiado jóvenes?”, replicó Cappy.

- Bueno el único a quien yo consideraría competente para ocupar el cargo sería

Andrews y él apenas tiene unos treinta años.

- Treinta años, ¿eh?, pues si mal no recuerdo yo te empecé a pagar un sueldo de diez

mil dólares al año y a confiarte la responsabilidad de dos millones cuando apenas tenías

veintiocho.

- Es cierto, pero Andrews… bueno, no hemos puesto a prueba todavía su

competencia.

- Skinner! – interrumpió Cappy en voz resonante – no alcanzo a comprender todavía

por qué no te ha mandado al diablo. Dices que todavía no hemos puesto a prueba la

competencia de Andrews? Por qué tenemos aquí gente que no sabemos lo que puede

hacer… contéstame!. El mundo de hoy es el mundo de la juventud, y métete eso en la

cabeza. (Dirigiéndose hacia el otro administrador continuó:)

- Matt, que te parece Andrews para el puesto de Shanghai?

- Lo creo capaz!

- Por qué?

- Porque lleva bastante tiempo con nosotros para haber adquirido la experiencia

necesaria.

- Crees, Matt, que también tenga el valor necesario para asumir la responsabilidad?.

Eso es más importante todavía que la tal experiencia que Skinner y tú consideraran lo más

esencial.

- De eso nada puedo decirle a Ud., pero me parece que tiene energía e iniciativa, y

personalmente es agradable.

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- Bueno, antes de mandarlo hay que convencernos de que tiene energía e iniciativa…

de si las tendrá cuando tenga que tomar una decisión inmediata, seis millas distantes de sus

jefes a quienes pudiera consultar, y proceder acertadamente de acuerdo con su criterio. Eso

es lo más importante, Skinner.

- Tiene usted rezón, Mr. Ricks, y creo que es usted quién debe hacer la prueba.

- Convenidos, Skinner. El próximo representante que mandaremos a Shanghai tendrá

que ser un luchador que no se dé por vencido. Ya hemos tenido allá trés que resultaron un

fracaso, y de esos no queremos más.

Sin decir otra palabra, Cappy se echó de espaldas en un sillón giratorio y cerró los ojos.

- Parece que va a fraguar la prueba para Andrews - dijo Matt Peasley en voz baja a

Skinner al salir de la oficina de Mr. Ricks.

II

El destino no permitió dejar en paz a Mr. Ricks en sus reflexiones por mucho tiempo.

A los diez minutos el teléfono sonaba, y con no poco enfado, como si alguien le hubiera

interrumpido un tranquilo sueño, tomó el receptor y gritó: ¿Quién es?!”.

- Mr. Ricks - respondió la telefonista de las oficinas generales - está aquí un joven

que se llama William E. Peck y desea verlo a Ud. Personalmente.

Cappy suspiró como para reflexionar.

- Bien, dígale que pase.

Un empleado condujo al visitante ante el presidente de la importante empresa

maderera y de vapores. Al hallarse en su presencia saludó respetuosamente y dijo:

“Mr. Ricks, mi nombre es William E. Peck; le agradezco a usted mucho la fineza de

concederme una entrevista”.

Mirándolo con semblante severo, Cappy le dijo que tomara asiento, señalándole una

silla frente a su escritorio. Al acercarse Peck a la silla, Cappy notó que cojeaba un poco y

que el brazo izquierdo lo tenía amputado hasta el codo.

- Bien, Mr. Peck, ¿qué desea Ud.?

- He venido a que me dé Ud. Trabajo - respondió Peck -.

- Habla Ud. Como si tuviera la seguridad.

- Ciertamente, Mr. Ricks, yo sé que Ud. No me lo negará.

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- ¿Por qué?

Peck, sonriendo en una forma que le simpatizó a Mr. Ricks, contestó:

“Yo soy agente vendedor, y sé que puedo vender cualquier cosa que tenga algún

valor, porque lo he demostrado durante cinco años y quiero demostrárselo a Ud.

- Mr. Peck, - dijo Cappy sonriendo - de eso no tengo duda, pero dígame, ¿acaso sus

defectos físicos no son un impedimento?

- No, Mr. Ricks, en ningún modo; lo que me queda de cuerpo está sano, sobre todo mi

cabeza, y me queda el brazo derecho. Puedo pensar y puedo escribir, y aunque cojeo, puedo

ir tras un pedido más a prisa y más lejos que la mayoría de los que tienen dos buenas

piernas. ¿Estoy contratado Mr. Ricks?

- No, Mr. Peck, lo siento, usted sabrá que yo no tomo parte activa de la

administración de este negocio desde hace ya diez años. Aquí simplemente tengo mi oficina

para despachar mi correspondencia particular y atender asuntos personales. A quien debe

usted ver es a Mr. Skinner.

- Ya vi a Mr. Skinner - replicó prontamente Peck - pero por el modo en que me

habló parece que no le simpaticé. Me dijo que actualmente no había suficiente negocio aún

para ocupar el personal que tiene. Yo la manifesté que estaba dispuesto a aceptar cualquier

ocupación, de taquígrafo para arriba. Puedo escribir a máquina bastante rápido con una

mano; puedo llevar una contabilidad y hacer cualquier trabajo de oficina.

- ¿No le dió ninguna esperanza?

- No señor.

- Entonces - le dijo Cappy en tono confidencial - vaya a ver a mi yerno, el capitán

Peasley, que dirige los transportes marítimos de esta empresa.

- Ya hablé con el capitán Peasley, quién me trato con mucha amabilidad; me dijo que

con todo gusto me daría un puesto pero los negocios estaban tan malos que por ahora era

imposible.

- Bueno, amiguito, entonces ¿para qué viene a verme a mí?

(Sonriendo nuevamente, Peck respondió:) “Porque quiero trabajar aquí, en esta

Compañía, no me importa de qué con tal que sea algo que yo pueda hacer. Si me dan

trabajo que pueda hacer, será hecho mejor que nunca, y si no puedo hacerlo renunciaré

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voluntariamente para evitarle a Ud. La molestia de despedirme. Tengo referencias de

primera clase”.

Cappy oprimió un botón en su escritorio; un momento después Mr. Skinner entraba,

lanzando una mirada hóstil hacia William E. Peck y luego otra, interrogativa, hacia Mr.

Ricks,

- Oye, Skinner - dijo Cappy en voz suave -. He estado meditando el asunto de enviar

a Andrews a al oficina de Shanghai y he llegado a la conclusión de que tenemos que

arriesgar. Esta oficina está ahora a cargo de un empleado menor y es preciso nombrar

cuanto antes un gerente; así es que haremos esto: vamos a mandar a

...

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