La dislexia del desarrollo
iphany004Ensayo18 de Septiembre de 2013
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DISLEXIA
La dislexia del desarrollo (DDD) es un trastorno del lenguaje que afecta principalmente la habilidad de leer y escribir, a pesar de que también afecta a otros aspectos del lenguaje. La dislexia es quizás el trastorno del aprendizaje mejor conocido de todos, tanto por el público general como por los médicos. Los niños que sufren dislexia tienen problemas en el ritmo y velocidad del aprendizaje del lenguaje escrito, así como también en la adquisición de un nivel adecuado de desempeño.
En un porcentaje de casos, el problema se manifiesta a los 2-3 años, cuando el niño disléxico también puede demostrar una lentitud o una anomalía en el desarrollo del lenguaje verbal. Tales trastornos consisten en un retardo de la adquisición de la palabra, o en dificultades de la pronunciación. Sin embargo, en la mayoría de los casos no existen rasgos anticipatorios, y la única amenaza se deriva desde el conocimiento de que hay otros miembros de la familia que se han diagnosticado de disléxicos, hecho por sí mismo que aumenta las posibilidades de que el niño se diagnostique más tarde.
Las investigaciones demuestran que se afectan áreas cerebrales responsables en los procesos perceptuales, la cognición y las tareas meta-cognitivas. Esto quiere decir que, aunque los tratamientos intenten corregir el déficit en un nivel o vía, la mejor forma terapéutica será aquella que considere la naturaleza múltiple del trastorno.
La primera descripción corresponde a Kussmaul, quien, en 1877, publicó el caso aislado de un paciente que perdió la facultad de leer, a pesar de conservar la inteligencia, la visión y el lenguaje. La denominación del trastorno fue ceguera verbal y correspondía a lo que actualmente diagnosticamos como alexia, es decir, la forma adquirida de trastorno de la lectura. Unos años más tarde, en 1896, Morgan describió la forma congénita del trastorno, que recibió el nombre de ceguera verbal congénita. Se trataba del caso de un muchacho de 14 años que, a pesar de ser inteligente, presentaba una incapacidad casi absoluta para manejarse con el lenguaje escrito. Poco más tarde, en 1900, Hinshelwood, un cirujano de Glasgow, se interesó por los niños que no podían aprender a leer; ello le permitió publicar la primera serie de tales pacientes en The Lancet. Este autor propuso distinguir dos grupos de pacientes con dificultad para la lectura. En un grupo, el defecto era puro y muy grave; para ellos utilizó el nombre de ceguera congénita para las palabras.
Cuando la dificultad para la lectura estaba relacionada con retardo mental propuso el nombre de alexia congénita. Por último, utilizó el término de dislexia congénita para los pacientes con una inteligencia normal y baja capacidad lectora, pero de carácter más leve que la ceguera congénita para las palabras.
Orton propuso el nombre de estrefosimbolia en 1928. El mismo autor, en 1937, substituyó esta denominación por la de alexia del desarrollo. Hallgren, en 1950, la denominó dislexia constitucional. Y no fue hasta 1975 cuando la World Federation of Neurology utilizó por vez primera el término dislexia del desarrollo. La definición aportada en aquel momento fue: ‘Un trastorno que se manifiesta por la dificultad para el aprendizaje de la lectura a pesar de una educación convencional, una adecuada inteligencia y oportunidades socioculturales. Depende fundamentalmente de alteraciones cognitivas cuyo origen frecuentemente es constitucional. Durante los últimos 100 años la dislexia ha estado bajo un permanente debate, cuyo final no parece todavía haberse alcanzado.
En Estados Unidos, el término ‘dislexia’ se refiere sólo al trastorno del desarrollo de la lectura. Sin embargo, en Gran Bretaña y en otros países europeos, el mismo término abarca una variedad de trastornos de la lectura, que incluyen los del desarrollo y los adquiridos.
Los síntomas de carácter preventivo, que se deben reconocer en las etapas de jardín de infancia y preescolar, son:
1. Retraso en el habla.
2. Inmadurez fonológica.
3. Incapacidad de rimar a los 4 años de edad.
4. Pronunciadas alergias y graves reacciones a las enfermedades infantiles, en grado más intenso que la mayoría de los niños.
5. Imposibilidad de atarse los cordones.
6. Confundir derecha e izquierda, abajo y arriba, antes y después, atrás y adelante (palabras y conceptos direccionales).
7. Falta de dominio manual (invertir tareas que se realizan con la mano derecha y la izquierda, entre una tarea y otra, o bien dentro de la misma).
8. Dificultad para realizar juegos sencillos que apunten a la conciencia fonológica.
9. Dificultad para aprender nombres de letras o sonidos del alfabeto.
10. Antecedentes de dislexia o de trastorno por déficit de atención (TDA).
En el DSM-IV la dislexia viene enmarcada dentro de los trastornos del aprendizaje con el nombre de trastorno de la lectura, en el CIE-10, de forma similar al mismo, se establecen como pautas para el diagnóstico que el rendimiento en la lectura debe ser significativamente inferior al nivel esperado de acuerdo con la edad, la inteligencia general y el nivel escolar. Según este sistema de clasificación, el mejor modo para evaluar la capacidad lectora es la aplicación, de forma individual, de tests estandarizados de lectura. Además, se señala que en las fases tempranas del aprendizaje de la escritura alfabética pueden presentarse dificultades para recitar el alfabeto, para realizar rimas simples, para denominar correctamente las letras y para analizar o categorizar los sonidos, a pesar de una agudeza auditiva normal. Más tarde, pueden presentarse errores en la lectura oral, como por ejemplo:
Omisiones, sustituciones, distorsiones o adiciones de palabras o partes de palabras.
Lentitud.
Falsos arranques, largas vacilaciones o pérdidas del sitio del texto en el que se estaba leyendo.
Inversiones de palabras en frases o de letras dentro de palabras.
También pueden presentarse déficit de la comprensión de la lectura, como las siguientes:
Incapacidad de recordar lo leído.
Incapacidad de extraer conclusiones o inferencias del material leído.
Recurrir a los conocimientos generales, más que a la información obtenida de una lectura concreta, para contestar a preguntas sobre ella.
BASES NEUROLÓGICAS
Los estudios anatómicos mediante autopsia y neuroimagen han aportado muchos datos, quizás demasiados. La principal y común objeción a la mayoría de estudios se basa en que las muestras son demasiado pequeñas, lo cual genera gran variedad hallazgos, no siempre fáciles de conjugar y, en ocasiones, contradictorios. Además, los hallazgos obtenidos por un investigador generalmente no son replicados por otros autores.
Los estudios autópsicos de Galaburda, iniciados a finales de la década de los 70, refirieron que en los disléxicos no existía asimetría en el planum temporale. En los individuos normales se observa que el planum temporale es de mayor tamaño en el lado izquierdo que en el derecho.
Otros trabajos han encontrado diferencias en el cuerpo calloso, el tálamo y la ínsula; sin embargo, cuando se utilizaron técnicas morfométricas y se valoró la influencia del sexo y la edad no pudieron confirmarse las diferencias anatómicas iniciales.
Los estudios con la neuroimagen funcional están resultando muy productivos, pues permiten correlacionar funciones cognitivas con la activación de áreas específicas del cerebro.
De acuerdo con las lesiones observadas en la alexia, forma adquirida de dislexia, se plantea la hipótesis de la existencia de conexiones funcionales entre el gyrus angularis del hemisferio izquierdo y áreas visuales asociativas de los lóbulos occipital y temporal. La tomografía por emisión de positrones ha aportado pruebas en este sentido en individuos normales. Durante la actividad lectora se pone de manifiesto un incremento del flujo sanguíneo entre el gyrus angularis del hemisferio izquierdo y las áreas de asociación visual en los lóbulos occipitales y temporales. Contrariamente, en individuos disléxicos, el gyrus angularis izquierdo se muestra funcionalmente desconectado de estas regiones durante la lectura de palabras aisladas. Estos estudios son muy interesantes puesto que sugieren un paralelismo entre la fisiopatología de la alexia y la dislexia, y plantea una atractiva hipótesis neuroanatómica.
En un intento de síntesis de los hallazgos obtenidos por RM funcional, Shaywitz et al concluyen que los resultados sugieren mayor activación frontal para las tareas fonológicas, mientras que en las tareas semánticas estarían más implicadas las áreas temporales.
En el cerebro de los disléxicos se ha encontrado que las áreas corticales relacionadas con el lenguaje muestran diferencias significativas en la organización de la conectividad intracortical y en la estructura de la capa III de las células piramidales (Hustler & Gazzaniga, 1995). Han sido descritas alteraciones corticales de los procesos de maduración, migración neuronal y organización laminar tales como ectopías, displasias y placas fibromielínicas (Galaburda, 1993). Aunque no se descarta la causalidad genética, estas malformaciones, de acuerdo al autor, podrían estar asociadas a lesiones vasculares prenatales de naturaleza isquémica, pero también a exposición a tóxicos, traumatismos y hasta infecciones. Dentro de las más recientes clasificaciones, las malformaciones de tipo II, debidas a una anormal migración neuronal, tienen una etiopatogenia aún desconocida (Barkovich et al, 2005). En cambio las malformaciones debidas a perturbaciones en la migración neuronal
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