La función del delirio en la psicosis

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Clínica de la Urgencia

Titular 

Sotelo Inés

Alumna

Habarna Milagros  

N.º de libreta

422964190

Mail

milihabarna@hotmail.com

Docentes

Daniel Coppola

Gabriel Domenicucci  

Comisión 62

Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José T. Borda

2do Cuatrimestre

 2022

“LA FUNCION DEL DELIRIO EN LA PSICOSIS”

Introducción

En la presente monografía se intentará realizar una articulación teórico-práctica a partir de un caso visto en el servicio de internación de un hospital monovalente de la Ciudad de Buenos Aires. En dicho servicio, los pacientes son ingresados con el objetivo de llevar adelante un tratamiento y lograr así la estabilización de los cuadros. Se trata de pacientes psicóticos que son ingresados debido a una crisis y podrían implicar un daño para sí o para terceros.

El objetivo de esta monografía es establecer cuál es la función del delirio en la psicosis y poder determinar cuándo un delirio se haya constituido, o no. El caso seleccionado para realizar este trabajo es el caso de un paciente cuyo diagnóstico es de esquizofrenia. Dicho paciente tiene 30 años y al momento de la consulta manifiesta padecer mucho de eso que le sucede, de su delirio, a pesar de no tener conciencia de su enfermedad como tal.

A partir de este momento nos referiremos a él como “W”.  

Desarrollo

Por empezar, considero necesario realizar una breve introducción acerca de la psicosis y el delirio. Lacan plantea que la psicosis se produce debido a la forclusion del significante primordial Nombre del Padre, es decir, la no inscripción de este significante que ordena la estructura. Dicho significante, introduce al sujeto en el orden de lo simbólico y es el que permite una operación que se denomina "metáfora paterna", que articula Edipo y castración. El resultado de la metáfora paterna es un sujeto afectado por la castración, en tanto no se es el objeto que completa al otro. Como en la psicosis esto no ocurre, el sujeto no ocupa el lugar del falo, sino de objeto de goce, quedando totalmente tomado por el otro, a merced de este otro que lo goza.

En la forclusion no está la operación de la barra, es decir, la operación de lo simbólico dejando por debajo algo reprimido, sino que lo que no se inscribe en lo simbólico tiene otro destino: lo real, por lo que en el decir psicótico lo cancelado adentro retorna en lo real desde el exterior.

Es decir, en la psicosis, ese significante que ha sido forcluido va a retornar en lo real, va a insistir, y como el sujeto no puede responder ante ello, el gran otro toma la iniciativa y aparece el delirio. El delirio le permitiría al psicótico hacer algo con ese goce que lo invade.

En el caso de “W”, su delirio es de tono persecutorio y tiene que ver con la presencia de demonios en su cabeza que lo han desafiado a un “mortal kombat”. Estos demonios lo quieren obligar a hacer cosas malas con las que él no está de acuerdo y es por su resistencia que los demonios le dieron un ultimátum: le dieron un reloj de arena y le dijeron que cuando el ultimo grano de arena caiga lo iban a matar. En las noches cuando él está solo siente que los demonios le arrancan sus venas, lo que es intolerable.

Su analista le pregunta acerca de estos demonios y de donde provienen y él dice que “son ángeles caídos a los que se les negó la entrada al cielo, seguidores del primer ángel caído, Lucifer”, a lo que se le pregunta quien le conto todo eso y él contesta que se lo contaron las personas religiosas que predican en las calles y en las casas. Ante esto, la analista le pregunta si él es creyente de alguna religión, y el manifiesta que no todavía pero que está seguro de que esto que cuenta es así. Podemos observar que en los delirios no se haya en juego la realidad, sino la certeza.

“W” sabe que esos demonios no son reales, pero tiene la certeza de que están ahí, presionándolo para hacer cosas malas que el solo puede hacer. Eso le concierne y tiene una certeza absoluta. Al mismo tiempo que tiene la certeza de que cuando ese reloj se termine, esos demonios lo van a matar, estos tienen el control absoluto. Esto constituye aquello que se llama la creencia delirante. Lacan va a decir que el psicótico ama su delirio como a sí mismo y que “Todo lo que, en el delirio, se organiza y se orquesta revela la polarización fundamental de la falta súbitamente encontrada, súbitamente percibida de un significante”.

Al mismo tiempo, aquí se puede observar algo de la dialéctica estacada, uno de los trastornos del lenguaje mencionados por Lacan. “W” no puede dejar de pensar en lo que le va a pasar cuando caiga el ultimo grano del reloj de arena, hay algo que no dialéctiza, que está estancado. Podemos decir que “W” se haya “clavado” en cierto punto de la experiencia significativa, y que, por otro lado, eso que se le impone no viene de algo simbolizado, no tiene simbolización previa, sino que viene de lo real. Es por ello que cuando interrogamos ese fenómeno nos encontramos con una “nadería”, una no significación. El fenómeno lo invade y no se puede remitir a ninguna escena previa, por eso se habla de una irrupción de lo real.

En una de las consultas, la analista le menciona al pasar que un reloj de arena se puede dar vuelta fácilmente y que así el tiempo empieza a correr de nuevo. En el momento “W” no le da atención a esto, pero unas semanas después, en otra de las consultas, le relata a su analista que estaba más tranquilo porque si estaba atento podía dar vuelta este reloj antes de que caiga el ultimo grano de arena y que así los demonios no podían hacerle nada, nada le podría pasar. Podría pensarse a este reloj de arena como un significante que permite libidinizar algo de la realidad. Al mismo tiempo que podríamos pensar al hospital como un significante que le otorga cierto sostén a “W”, ya que cuando se haya internado duerme mejor y los demonios “están más tranquilos”. El hospital acota el goce del otro, cuando “W” se encuentra fuera de este los demonios más lo molestan y el más lo padece.

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