La influencia de los estereotipos de género en el juego

La Influencia de los estereotipos de género en el juego

La sociedad actual se encuentra marcada por estereotipos de género, vestigio que las generaciones pasadas se han encargado de ir construyendo gracias al patrón de estructura patriarcal que hemos venido arrastrando, y que a pesar de las grandes transformaciones sociales que ha habido en estos últimos años, esta ideología sigue aferrándose cada vez con más fuerza siendo transmitida por instituciones o grupos sociales en los que el individuo desde recién nacido, incluso antes de nacer, se desenvuelve, tales como la familia y la escuela.

Vivimos en una cultura que tiende a etiquetar todo lo que se encuentra a su paso; identidades, formas y conceptos que funcionan como guías de conducta y comportamiento con el único fin de no ser segregado de la sociedad. Inconscientemente nos programamos para relacionar funciones, colores, conductas, etc., con categorías primitivas de caracteres femeninos y/o masculinos.

Como se menciona anteriormente estos estereotipos de género se transmiten de forma directa o indirecta durante la socialización del individuo dentro de sus distintas esferas sociales, diferencia que se nota desde la manera en la que son criados por sus padres hasta el color de la ropa que visten, esta influencia que se refleja en la interacción con el entorno sensorial e intelectual (Martínez-Reyna,).

Una de las principales proyecciones de interacción del individuo desde que comienza la niñez temprana, es a través del juego; aspecto del desarrollo cognoscitivo y psicosocial que se encuentra fuertemente delimitado por estos estereotipos sociales. Si bien es cierto que adquirir está consciencia sobre la sexualidad es un elemento realmente importante en el desarrollo del niño temprano, esta categorización tan estricta de roles de género podría resultar hasta cierto punto absurda.

El juego es una herramienta que contribuye a consolidar todos los dominios del desarrollo (Papalia, 2012), el juego o el jugar se puede ver desde distintas perspectivas de estudio pero generalmente siempre estas definiciones están referidas al propósito de la construcción, como plantea Huizinga en su famosa obra Homo Ludens, “cada juego es un ensayo de la vida […] la cultura surge en forma de juego, es decir, la cultura al principio se juega”. En otras palabras el juego es la base constructora de la propia cultura, todo surge con base a la representación. Por lo tanto, el juego apoya a la construcción del individuo desde su etapa temprana.

El juego produce satisfacción, proveedor de experiencia sensible y novedosa, lo que le permite al niño expresarse, aprender y relacionarse con su entorno. También, es dentro del juego donde el infante adopta un rol de género, entendido como todas aquellas conductas, intereses, habilidades y rasgos de personalidad que la cultura considera apropiados para los hombres o las mujeres (Papalia, 2012), he aquí donde surgiría la problemática a plantearse.

La primera pregunta que se hace cuando vas a comprar un juguete es ¿es para niño o para niña? Dejando en segundo plano las funciones que podría tener el mismo o lo que el individuo pudiera llegar a aprender en el desarrollo de la actividad lúdica. Si se dice que el juego es un elemento clave para la construcción del infante, incluyendo su consciencia de género, entonces es a través de éste que el infante podrá expresar sus gustos y preferencias, pero qué pasa cuando estos gustos no van de acuerdo a lo que dictan los estereotipos de género; esta construcción se verá entonces afectada, modificada o sesgada de alguna forma ya que no se respetaría la libertad del niño contradiciendo así la esencia del juego, actividad de naturaleza libre y espontánea.

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