ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
roca8812 de Marzo de 2014
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REDES
Diferencias de género y Socialización. Los estereotipos de género y su trasmisión a través del proceso de socialización.
Si como hemos analizado en el enfoque más actual de los estudios de Género “Enfoque bidimensional” hombres y mujeres somos más parecidos que diferentes. ¿Cuál es el origen de las diferencias que persisten actualmente en la mayoría de los países occidentales, y mucho más en los países subdesarrollados. Diferencias que se convierten fácilmente en desigualdades?. Estas diferencias son el resultado de la pervivencia de los estereotipos de género tradicionales que aún se mantienen en muchos países occidentales como en España.
Actualmente el avance social es tan rápido que no evolucionan a la par las catalogaciones y generalizaciones que realizamos sobre los grupos sociales y éstos mismos, pero el problema radica en que esta disfunción entre sus etiquetaciones (estereotipos) y la realidad no se hacen fácilmente conscientes.
Además, estos estereotipos persisten porque son transmitidos en el proceso de socialización: durante la socialización primaria, en la que el niño a través de los modelos familiares, observa como el padre desempeña unos determinados roles mientras que a la madre le corresponden otros, al mismo tiempo que poco a poco se va incorporando a un grupo de referencia u otro según sea su sexo, construyendo así su propia identidad. Esta socialización inicial es continuada por la escuela (socialización secundaria), consolidándose las diferencias en socialización de hombres y mujeres que a su vez contribuyen al mantenimiento de los estereotipos de género.
De este modo, la pertenencia a una u otra categoría sexual va a determinar distintas realidades sociales en la interacción con otras personas así como diferencias en la identidad de los individuos, lo cual condicionará su comportamiento futuro, es decir, las futuras elecciones como: carrera, aficiones etc.. y por supuesto el desempeño profesional posterior, porque la mujer asumirá funciones familiares de mantenimiento del hogar, cuidado de los hijos y personas mayores, tareas que tendrá que compatibilizar con su trabajo. De ahí que, si persisten estas diferencias es porque mujeres y hombres interiorizan de forma automática su propio estereotipo.
El Estereotipo de Género y la persistencia de las diferencias de Género (desigualdades).
En los países occidentales, a finales del siglo XIX, el orden social estaba basado en la separación de los dos ámbitos: público y privado, con la consiguiente separación de géneros, de modo que el mundo de la mujer era el privado y el del hombre el público. Este orden no se podía transgredir, sólo en casos excepcionales como guerras o situaciones extremas la mujer salía al ámbito público, pero restablecida la normalidad era recluida de nuevo en el ámbito privado. Ante esta situación la educación de la mujer no era ni parecida a la del varón. Rousseau ya se había encargado de establecer con su “Emilio” y “Eloisa” las diferencias en cuanto que a cada uno de ellos le correspondían tareas diferentes: el varón debía enfrentarse al mundo exterior pero a la mujer le correspondía el cuidado del hogar y los hijos. En consecuencia, en esta época el analfabetismo en la mujer era de un 90 % y no le fue permitido el acceso a las Instituciones públicas de Educación Superior hasta 1910, que fue cuando desaparecen las trabas formales, para que la mujer acceda a la Universidad. Claro es que su presencia era excepcional, teniendo en cuenta el índice de analfabetismo y con el problema de que aunque “desapareciera el permiso para matricularse” cuando posteriormente se licenciaban o doctoraban, no se les permitía trabajar en su profesión.
Como ya hemos indicado el panorama ha cambiado radicalmente, las diversas constituciones de los países occidentales han promulgado la igualdad de la mujer en todos los campos: educación, trabajo, poder etc.., lo que ha permitido el acceso de la mujer a roles que tradicionalmente sólo ocupaban hombres. La incorporación masiva de la mujer al mundo de la educación, al trabajo etc.., ha dado como resultado un cambio en la estructura social, así como las creencias asociadas a uno u otro sexo.
Pero a pesar de todo ello, persisten las diferencias (desigualdades) y al analizarlas podemos observar la relación existente entre esas desigualdades entre hombres y mujeres y las diferencias entre los estereotipos tradicionales de género.
Los estereotipos (creencias generalizadas sobre los atributos que caracterizan a un determinado grupo social) sobre los géneros se han ido formando en épocas anteriores y son transmitidos a través del proceso de socialización, sin apenas modificaciones a lo largo de este período con cambios estructurales tan profundos, es decir la situación social ha cambiado, pero no lo ha hecho el estereotipo correspondiente al hombre y a la mujer y seguimos manteniendo los estereotipos correspondientes a la sociedad decimonónica, por tanto han quedado obsoletos, en cuanto no cumplen la función de éstos, que es permitir adaptarnos mejor a la realidad en cuanto representan las características fundamentales de un grupo.
Pero además hay unas características de los estereotipos que aún agravan más el problema que nos ocupa que es su fuerte resistencia al cambio y su efecto de autocumplimiento, que afectan no sólo al grupo que estereotipa: el hombre (a través de la sociedad patriarcal) si no al grupo estereotipado: la mujer, con lo cual no es sólo el hombre sino la propia mujer la que ajusta su comportamiento a este estereotipo, que ya no refleja ni las características, comportamientos ni creencias de la mujer, contribuyendo de este modo a mantener las diferencias.
En consecuencia, actualmente en la mayoría de los casos, las diferencias entre hombres y mujeres no obedecen a un proceso de discriminación social, sino de diferenciación de los propios sujetos en cuanto a la prioridad de valores e intereses que van a reflejarse en los roles que hombres y mujeres eligen: en la profesión y en la familia y en la posición que unos y otros ocupan dentro de una misma organización y empresa (poder y autonomía).
En la explicación de estos aspectos vamos a detenernos ahora.
A. El estereotipo de Género.
El Género es un constructo que hace referencia a las características psicosociales (rasgos, roles, motivaciones y conductas) asignados diferencialmente a hombres y mujeres dentro de cada cultura, no a las diferencias biológicas existentes entre ambos sexos. En consecuencia con estereotipo de género aludimos a las creencias culturalmente compartidas sobre las características psicosociales que se consideran prototípicas de estas dos categorías excluyentes.
Los trabajos en torno al contenido de los estereotipos de género coinciden en que existen dos dimensiones:
• Una femenina caracterizada por rasgos y roles expresivo-comunales, asociados a expresividad, ternura y alta emocionalidad.
• Otra masculina caracterizada por roles y rasgos instrumentales-agentes, asociados a racionalidad, competencia y baja emocionalidad.
Por lo que respecta a valores e intereses se observa que el factor:
Expresivo comunal esta asociado a la necesidad de afiliación y
El instrumental agente a la necesidad de realizaciones y logros personales.
Es importante el que se haya observado en estas dimensiones una gran constancia transcultural.
Williams y Best (1990) elaboran una teoría de cómo los estereotipos de género contribuyen a mantener las diferencias hombre-mujer, para lo cual comienzan diferenciando 3 constructos relacionados:
a) Roles sexuales: actividades importantes en las que existen diferentes tasas de hombres y mujeres.
b) Estereotipos de rol de género: creencias sobre qué actividades son más apropiadas para hombres y cuáles para mujeres.
c) Estereotipos de rasgos de género: características psicológicas atribuidas diferencialmente a uno u otro sexo.
Para estos autores, la diferenciación psicológica es la que más contribuye al mantenimiento de las diferencias en roles. De modo que, el razonamiento sería dado que la psicología de las mujeres y la de los hombres es distinta, se justifica que determinadas tareas correspondan a los hombres y otras a las mujeres, del mismo modo que unas profesiones son más adecuadas para hombres y otras para mujeres.
Actualmente, tanto la presencia generalizada de la mujer en profesiones reconocidas como sus éxitos académicos han hecho que resulten obsoletas las hipótesis referidas tanto a la falta de inteligencia de la mujer como a deficiencias en su formación, pero en Psicología han surgido nuevas versiones de estas hipótesis, nos referimos a las diferencias halladas entre hombres y mujeres en el desarrollo motivacional (falta de ambición) actitudinal (falta de compromiso) y comportamental (centralidad del trabajo y falta de eficacia).
El análisis de los resultados obtenidos en experimentos en Psicología establece que cuando aparecen diferencias entre los sexos pueden explicarse desde factores contextuales, sin vinculación al hecho de ser varón o mujer. De modo que los resultados sobre “el nivel de compromiso con el trabajo”, se vincula con factores de tipo personal (edad, nivel de formación o carácter) y muy especialmente con responsabilidades familiares, vivir en pareja, hijos etc..) En otros casos los resultados varían según el tipo de análisis, apareciendo en estudios de laboratorio pero
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