Los Niños Que Reciben Todo
Griceldaluna13 de Febrero de 2012
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Los niños que reciben todo, que se les consiente en todo, son contentos, satisfechos, agradecidos. Sin embargo, nos encontramos ante la triste realidad que no es así. Los hijos de los padres permisivos crecen sin estructura, caprichosos, demandantes e insatisfechos. Tienen un nivel muy bajo de tolerancia a la frustración, pues no aceptan la negación o que se les contradiga. Quieren siempre salirse con la suya y no tienen ninguna consideración para los demás. Para ellos, el mundo gira alrededor de sus deseos e intereses. En resumen, son niños muy egoístas y poco simpáticos.
Estos niños sufren de lo que se llama "Síndrome del Niño Consentido", que podríamos abreviar SNC. Es una enfermedad cuyos síntomas son difíciles de detectar por los padres, siendo sólo fácil de reconocerse en niños ajenos.
* SÍNTOMAS DEL SÍNDROME DEL NIÑO CONSENTIDO
Aunque piense que su hijo no sufre de esta enfermedad, no está por demás revisar la siguiente lista:
- Demandantes y egoístas. Sus deseos siempre son más importantes que los de los demás. Se sienten especiales y mejores. Son los únicos que cuentan y quieren atención constante. No les gusta compartir esa atención con otros y no pueden esperar.
- Caprichosos y berrinchudos. Quieren que se satisfagan sus deseos instantáneamente y no toman en cuenta a nadie. Cuando no se les complace, se enojan, gritan, se vuelven groseros o hacen berrinches.
- Antipáticos. Cansan, fastidian y hartan a todos los que los rodean. Sólo los padres de estos niños suelen ignorar este hecho.
- Tienen dificultad para relacionarse. No se adaptan fácilmente a los juegos de los demás. Se enojan y se retiran si no los complacen los demás niños. No aceptan perder.
- Envidiosos e insatisfechos. Son envidiosos, celosos y tienen dificultad para compartir. Siempre quieren más y nada parece ser suficiente. Resulta increíble que entre más se esfuerzan los padres por darles gusto y entre más cosas les compran, más infelices parecen estar.
- Descontentos y malhumorados. A pesar de todo lo que tratan los padres de complacerlos, siempre tienen motivos para estar molestos y de mal humor. Entre más les dan, peor se portan. Los padres caen en la trampa de pensar que si logran complacerlos en todos sus caprichos, por fin serán felices.
- Flojos. Estos niños dependen de otros para que se les haga todo. Están acostumbrados a recibir, mas no a dar. Los adultos complacientes que los rodean están constantemente a su servicio. Cuando no están en familia tienen dificultades para adaptarse socialmente, pues no entienden por qué no tienen los mismos privilegios que en su casa.
- Apáticos. Su interés por las cosas es sólo momentáneo. En poco tiempo pasan al aburrimiento y al total desinterés por las cosas. Un momento quieren una cosa y luego otra. Pero no sienten pasión o entusiasmo por nada.
Menciono la apatía al final, no porque sea la menos importante, al contrario, porque es la que merece mayor atención. Pensamos que el odio es el opuesto del amor, pero no es así. Amar y odiar son emociones muy intensas, si somos capaces de uno, somos también capaces del otro. Sólo podemos odiar al que también podemos amar. Son emociones distintas, polarizadas, pero que pertenecen a la misma familia.
Pero la apatía es la negación de nuestras emociones, es el desierto. Es el fuego apagado, el alma adormecida. El apático tiene desinterés por la vida porque habita una especie de limbo, en donde la pasión ha sido desterrada y el entusiasmo es desconocido. Nada merece su esfuerzo y se arrastra por la vida.
La vida es muy corta y los hijos crecen rápido. Denles lo más valioso que poseen: su tiempo. Nunca he escuchado a un padre de familia que diga arrepentido:
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