Mejorar La Relacion De Pareja
parrandru20 de Agosto de 2011
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1. Introducción
Cuando dos personas deciden empezar una relación, pasan por un periodo de
enamoramiento en donde prevalecen expectativas fantásticas e idealizadas de
la futura convivencia. Los enamorados viven como en burbuja de ensoñación, todo
es hermoso, perfecto y maravilloso.
Una vez que pasa el tiempo y deciden iniciar una vida en común, el enamoramiento
decrece y la burbuja en la cual estaban absorbidos se rompe. Desaparece la
fantasía de la media naranja una vez que descubren que convivir no es tarea
fácil.
Vivir bajo un mismo techo no se logra por arte de magia, ni de la noche a la
mañana. La forma de ser de ambos miembros de la pareja en algunas ocasiones
choca y crea cortocircuito, ya que cada uno lleva a la relación una pequeña maleta
imaginaria cargada de experiencias, ideas, creencias, mitos y prejuicios acerca de lo
que son las relaciones, los roles, los afectos, la comunicación, la familia, la felicidad,
etc. que al ser diferentes formas de ver la vida causan discrepancias, generando
pequeños o grandes conflictos que pueden durar unos días, meses, algunos años o
incluso durante toda la vida.
Si están empezando a convivir reflexionen sobre la importancia de construir pilares
sólidos que equilibren la relación. A continuación seis pilares fundamentales a
tomar en cuenta:
Primer Pilar: motivación
Actitud positiva frente a la relación.
Segundo Pilar: afecto y sexualidad
Dar y recibir cariño. Cultivar la vida sexual
Tercer Pilar: comunicación
Diálogo constructivo y búsqueda de soluciones.
Cuarto Pilar: respeto y confianza
Cuidar los espacios y los límites de la pareja.
Quinto Pilar: flexibilidad
Ser comprensivos y ponerse en el lugar de la otra persona.
Sexto pilar: cooperación
Compartir las tareas del hogar, complicidad en los buenos y malos momentos.
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2. El antes y el después
Antes de...
Los primeros indicios de futuros conflictos se dan antes de vivir juntos.
Suceden durante el noviazgo, aparecen ciertas actitudes que nos preocupan en
menor grado porque estamos viviendo un sueño idílico de pasión e idealización del
compañero/a sentimental. Es como si lleváramos una máscara de carnaval preciosa
en la cual ambos quedan deslumbrados, sin darse cuenta de la persona que va
detrás de ella.
La frecuencia con que se relacionen, permitirá conocer algunas actitudes, hábitos y
defectos que les hará pensar si la persona que tienen a su lado es con quien quieren
compartir o no la vida. Ante este dilema existen algunos aspectos que sugiero
tomen en cuenta antes de dar el paso definitivo:
- Creencias . Ser conscientes que cada uno trae una idea de la convivencia que
puede ser la misma o diferente. Valorar si las diferencias las pueden tolerar o no.
- Individualidad. Respetar el espacio personal, la autoestima y las cualidades que
cada uno tiene como ser humano.
- Compatibilidad de caracteres . Valorar si el carácter de cada uno facilita o
dificultad la comunicación y la expresión de afectos.
- Expresión de afectos. Tomar en cuenta la reciprocidad de los afectos positivos a
través de las palabras y el lenguaje del cuerpo.
- Comunicación. Evaluar la fluidez de la comunicación, la capacidad para
escucharse mutuamente, ponerse en lugar del otro y solucionar conflictos
mediante el diálogo asertivo y no agresivo.
- Pasatiempos. Tener en cuenta la posibilidad de compartir tiempo para el ocio
con actividades en la cual ambos sientan bienestar y placer.
¿Qué pasa después?
Han decidido dar el paso y están viviendo juntos. Despiertan de un dulce sueño
debido a que ese problemita que veían tan lejano y que creían iba a mejorar al estar
juntos no mejora y termina convirtiéndose en un conflicto más serio. Pensar que lo
vas hacer cambiar o que con el tiempo modificará sus hábitos es autoengañarnos y
vivir en una fantasía que no es real. Por ejemplo: Antes de vivir juntos era celoso,
pero a ti no te importaba y te decías "ya lo cambiaré", ahora que conviven, los celos
han ido creciendo, no has conseguido que cambie y te sientes fatal.
Los conflictos pueden tener diversos grados de complejidad. Unos se pueden
resolver con mayor facilidad cuando la pareja está dispuesta a solucionarlos a través
de diálogo constructivo y la negociación. Otros conflictos son mucho más
complejos, ya que están enraizados en el tiempo y necesitan de más atención,
comprensión, de modificación de actitud de parte de ambos e incluso de ayuda
psicológica.
Tres caminos
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1. Seguir en más de lo mismo. Continuar con los mismos patrones relacionales que
les hacen sufrir y bajar la autoestima. Algunas parejas terminan acostumbrándose a
las descalificaciones, pobreza de afectos y a la lucha de poder durante toda la vida.
2. Intentar solucionar los conflictos. A través del diálogo, la reconciliación, la
negociación y la cicatrización de las heridas emocionales. Los conflictos tienen
solución siempre que ambos estén dispuestos a buscar salidas positivas a los
problemas.
3. La separación. Ser consciente que la relación y la convivencia no pueden
continuar debido a diferencias irreconciliables. En estos casos es frecuente solicitar
la ayuda de un profesional especialista en psicología, terapia de pareja y un
abogado.
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3. Factores que facilitan los conflictos
Aunque pensemos que los conflictos nacen inesperadamente y no tienen una
explicación clara, sí que existen ciertos factores personales que facilitan que surjan.
Algunos de ellos son:
Mi mundo y el tuyo: Antes de ser pareja, son personas con diferentes mundos
interiores, creencias, ideas, gustos, pasatiempos, experiencias y emociones. Al
empezar a convivir estos dos mundos se tienen que acoplar. Si por el contrario
chocan, es probable que generen pequeños conflictos. Por ejemplo: Reclamos
porque uno expresa más afecto que el otro, incapacidad de tomar iniciativas,
problemas en el reparto del tiempo libre, etc.
¿Dónde está el cariño?: Dar y recibir afecto es fundamental para los seres humanos
desde que nacen hasta que mueren, también lo es en la relación de pareja. No
expresar afectos fundamentales como: el cariño, la ternura y la calidez termina por
apagar la llama que enciende la relación, si no la cuidamos se apaga. Por ejemplo:
Olvidar dar y recibir abrazos, no recordar el beso de buenas noches o evitar decir
palabras estimulantes y agradables.
Diálogo negativo: No somos una isla, el ser humano no puede vivir sin la
comunicación. El diálogo con descalificativos, agresividad, ironía y ofensa en la
pareja fomentan los conflictos y baja la autoestima. No saber escuchar, hablar
demasiado o no ponerse en el lugar del otro también son detonantes de tensión en
la pareja. Por ejemplo: Llegar a casa y pedir a gritos que se ponga la cena o decirle
constantemente a la pareja que no sirve para nada.
Rigidez: El ser humano por naturaleza es flexible y se adapta a los cambios. La
pareja también necesita ser flexible en la convivencia y en los cambios que den con
el tiempo. Si la pareja tiende a la rigidez e inflexibilidad de ideas y hábitos puede
llegar a asfixiarse, porque cae en la monotonía, el aburrimiento, la rutina hasta llegar
al hastío.
Exceso de control: El respeto entre los miembros de la pareja es fundamental. Estar
constantemente manipulando y usurpando el espacio personal del compañero o
compañera sentimental desencadena conflictos serios, ya que la pareja puede
sentirse coaccionada y controlada dentro de su espacio vital. Por ejemplo:
apropiarse del móvil del compañero o llamarle cada dos minutos, revisarle la
agenda, controlarle las salidas, prohibirle que salga con las amistades, etc.
No hay cooperación: Repartir tareas, ayudar, colaborar, ser solidarios uno con el
otro es uno de los pilares de la convivencia. Cuando en la relación no hay
cooperación por parte de uno o ambos miembros de la pareja la convivencia se
convierte en un campo de batalla de reproches, insultos y frustración causados en
muchas ocasiones por las convicciones tradicionales a las que están acostumbrados.
Por ejemplo: No contribuir en las tareas del hogar, pasar de hacer la compra, olvidar
con frecuencia preparar la cena , etc.
Lucha de poder y la envidia: La pareja no debe hacer de la relación una lucha de
poder y control. Las guerras internas en cuanto a la economía, el hogar o las
relaciones sociales provocan una espiral de rivalidad que termina por acabar con la
convivencia. Las consecuencias son: el rencor, la envidia, la frustración, y la
búsqueda de la derrota de su propio compañero sentimental.
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