Modelando El Yo
luis_j_guzman7 de Marzo de 2012
4.389 Palabras (18 Páginas)583 Visitas
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DE EDUCACIÓN SUPERIOR
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL
SIMÓN RODRÍGUEZ
CONVENIO: INN-IPASME
PERÌODO:2011 - 2
CARRERA: ADMINISTRACIÓN
MENCIÒN: RECURSOS HUMANOS
HÁBITOS Y HABILIDADES: MODELANDO EL YO
FACILITADOR: PARTICIPANTES:
EDUARDO QUINTERO LUIS J. GUZMÁN
Caracas, Octubre de 2011.
CLAVES DE LA PERSONALIDAD
Nacemos indefensos y dependientes de los demás. Paulatinamente nos convertimos en adultos autónomos. No obstante, la plenitud biológica no siempre coincide con la madurez o plenitud humana.
Decimos que una persona es madura cuando logra cierta estabilidad y armonía entre sus pensamientos, afectos e impulsos. El inmaduro, en cambio, no ha logrado integrar ese equilibrio. Vive a merced de sus impulsos y, por tanto, el mapa de su personalidad depende más de la espontaneidad y del entorno, que de su propia elección. El inmaduro es como una veleta sujeta al capricho de los vientos.
La relación entre temperamento, personalidad y carácter es constante en toda nuestra existencia. Veremos qué papel tenemos en su desarrollo e integración.
La personalidad se define como el conjunto de características físicas, afectivas, intelectuales y de la voluntad de un individuo que lo distinguen de los demás. Nuestra personalidad se va configurando a partir de cualidades con las que contamos desde el nacimiento y otras que se obtienen desde nuestro entorno familiar, social y cultural. Por ejemplo, alguien puede nacer con una tendencia a enojarse fácilmente y, sin embargo, ciertos entornos sociales o laborales le invitan a moderarse. Podemos sospechar que parte de lo que somos proviene de la constitución natural y biológica con la que nacemos y buena parte de nuestra personalidad la adquirimos por los mecanismos de adaptación que vamos desarrollando según nuestro medio.
¿Hasta dónde somos lo que somos por un desarrollo de nuestras características innatas? ¿Hasta dónde influye el entorno social? Todos poseemos habilidades naturales que, de manera latente, están ahí y pueden ser desarrolladas o no. Por ejemplo, es sabido que algunas personas tienen una buena disposición para tocar algún instrumento musical. Sin embargo, habrá quienes por cualquier cuestión nunca estudien música y desatiendan esa capacidad.
Es innegable que tenemos la posibilidad para adquirir nuevos hábitos y habilidades que modificarían de un modo u otro nuestra conducta. Algunos de éstos pueden desarrollarse por libre decisión, como en el caso de quien opta por atenerse al estudio y entrega que se requieren para ser un buen pianista. Otros, se deben a las circunstancias que nos rodean y que nos influyen: Mozart, por ejemplo, nació en una familia de músicos y, por tanto, el entorno facilitó el despliegue de su habilidad musical.
En esta combinación de lo innato y lo adquirido se va modelando nuestra personalidad. La cultura y las costumbres de una nación también contribuyen con varios elementos para la configuración de la personalidad. Esto quiere decir que, además del desarrollo de nuestra personalidad individual, hay también factores que emergen de la tierra en la que nacimos. A esto suele llamarse identidad nacional. Por ello puede hablarse de grupos sociales (culturas, países, regiones, etc.) con una personalidad o identidad característica. Por ejemplo, podemos decir, “los norteños son muy francos”, “los latinos son muy cálidos”, “los sajones son muy fríos”, aun cuando dentro de esos mismos grupos haya diferentes personalidades.
La configuración de la personalidad se nos presenta como un proceso que integra diversas variantes. El primer factor a considerar es la constitución inicial de todo ser humano, es decir, lo que hay de innato en su conducta y sus reacciones emotivas. A esto se le denomina temperamento.
A pesar de que nadie elige su temperamento, es posible modelarlo. El carácter es este conjunto de cualidades adquiridas que modifican la conducta. La interacción entre temperamento y carácter integra la personalidad, modela el “yo” de cada quién.
TEMPERAMENTO, CARÁCTER, PERSONALIDAD.
Con frecuencia hemos escuchado expresiones como “mi novio es muy temperamental”, “mi suegra tiene un carácter terrible”, “mi jefe tiene una personalidad conflictiva”, “la personalidad de fulano es magnética” o incluso, “cuánta personalidad tiene fulano” o “se reunirán grandes personalidades”. Tales expresiones tienen un fondo de verdad, pero son algo confusas y con frecuencia nos hacen olvidar lo esencial. La personalidad es una tarea que se construye a partir de tres elementos: el factor biológico, el entorno y la fuerza de la voluntad.
El temperamento, del latín temperamentum, es la combinación de los elementos de un todo, moderación, mesura, justa medida. También se usa para referirse a la forma de ser de cada persona o constitución particular de cada individuo.
El temperamento es, ante todo, orgánico. Se nace con cierta disposición que explica nuestras actitudes y reacciones espontáneas ante los estímulos del exterior. El temperamento es herencia biológica.
El carácter, del latín character- eris, se refería antiguamente al estilo de un escritor. Es la señal o marca que se imprime, pinta o esculpe en alguna obra. También es el conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que la distingue de los demás por su modo de ser y de manifestarse. Cuando se habla de las personas, el carácter es el resultado de una progresiva adaptación del temperamento frente a las exigencias del ambiente. La obtención de un título universitario ha sido posible gracias al carácter. Sólo de esa manera se pueden superar los obstáculos habituales en el estudio. Así, los estudiantes con un temperamento disipado pueden disciplinarse forjando un carácter que compense su dispersión.
Personalidad, del latín persona-ae: máscara de actor. Es la diferencia individual que distingue a un ser humano de otro. Los elementos de la personalidad son temperamento, carácter, entorno y toda la trama de relaciones que esto conlleva.
LA BIOLOGÍA DEL TEMPERAMENTO.
El temperamento es la suma de condiciones orgánicas que disponen nuestra conducta. Se asienta en un conjunto de realidades biológicas: la propia morfología y fisiología corporal, el sistema endocrino, la estructura del sistema nervioso central y del sistema autónomo.
En la conformación del temperamento intervienen tres factores: los hereditarios; los congénitos, pero no hereditarios, que proceden de la nutrición durante la gestación; y los exógenos que intervienen en el recién nacido y en su primera infancia, como la alimentación, el clima y el entorno físico.
El factor preponderante es el genético. Los genes no determinan todo en el individuo, pero sí proporcionan los cimientos sobre los cuales se construirá la personalidad. El temperamento no es absolutamente determinante. Es el marco para la formación del carácter. El papel del temperamento es tan considerable que las manifestaciones del carácter y personalidad de quienes tienen un temperamento inquieto y uno tranquilo, serán distintas. No quiere decir que unos sean mejores que otros, pero sí que su desarrollo vital estará particularizado por este antecedente.
Durante el desarrollo embrionario del ser humano se forman millones de células que se relacionan entre sí por ramificaciones llamadas axones. Estas conexiones forman el sistema nervioso. Éste, para decirlo metafóricamente, es el material de construcción del temperamento. La genética estudia los elementos de esa edificación, determinando el patrón y hasta la calendarización del desarrollo humano. La genética ha avanzado tanto que podemos conocer incluso el patrón del envejecimiento. La genética no puede controlar los acontecimientos externos que frecuentemente tienen un efecto profundo sobre los procesos internos del crecimiento y desarrollo. Por ejemplo, alguien puede estar genéticamente dispuesto a vivir setenta años, pero morir de cáncer a los cincuenta por un problema de tabaquismo.
La información transmitida por los genes y la constitución orgánica participan en el desarrollo biológico, psicológico y social del individuo. El medio ambiente puede influir de modo muy importante. Sin embargo, en ocasiones, por favorable que sea el medio, el individuo normal no llega a desarrollar al máximo todas sus potencialidades.
La verdadera formación y educación de cada persona consistirá en conocer, en la medida de lo posible, su temperamento. La labor de los educadores -padres de familia, maestros, etcétera- es impulsar los aspectos favorables del temperamento y compensar sus elementos desfavorables. Así es como se fortalece y encauza a la personalidad.
CARÁCTER Y MEDIO AMBIENTE
Los seres humanos no somos seres aislados. Incluso las personalidades retraídas o ensimismadas se relacionan en algún momento con los demás y con el medio ambiente. Nadie puede mantenerse completamente ajeno a lo exterior. Quien intentara aislarse, comprometería
...