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PARADIGMA DE LA SIMPLICIDAD

ANBEROTRI6 de Septiembre de 2013

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El paradigma de la simplicidad

3.1. Definición7

Para comprender el problema de la complejidad, hay que saber, antes que nada, que hay un paradigma de simplicidad.

En nuestra concepción, un paradigma está constituido por un cierto tipo de relación lógica extremadamente fuerte entre

nociones maestras, nociones clave, principios clave. Esa relación y esos principios van a gobernar todos los discursos

que obedecen, inconscientemente, a su gobierno.

Así es que el paradigma de simplicidad es un paradigma que pone orden en el universo, y persigue al desorden. El

orden se reduce a una ley, a un principio. La simplicidad ve a lo uno y ve a lo múltiple, pero no puede ver que lo Uno

puede, al mismo tiempo, ser Múltiple. El principio de simplicidad o bien separa lo que está ligado (disyunción), o bien

unifica lo que es diverso (reducción).

Tomemos como ejemplo al hombre. El hombre es un ser evidentemente biológico. Es, al mismo tiempo, un ser

evidentemente cultural, meta-biológico y que vive en un universo de lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero, a esas

dos realidades, la realidad biológica y la realidad cultural, el paradigma de simplificación nos obliga ya sea a desunirlas,

ya sea a reducir la más compleja a la menos compleja. Vamos entonces a estudiar al hombre biológico en el

departamento de Biología, como un ser anatómico, fisiológico, etc., y vamos a estudiar al hombre cultural en los

departamentos de ciencias humanas y sociales. Vamos a estudiar al cerebro como órgano biológico y vamos a estudiar

al espíritu, the mind, como función o realidad psicológica. Olvidamos que uno no existe sin el otro; más aún, que uno

es, al mismo tiempo, el otro, si bien son tratados con términos y conceptos diferentes.

Con esa voluntad de simplificación, el conocimiento científico se daba por misión la de desvelar la simplicidad

escondida detrás de la aparente multiplicidad y el aparente desorden de los fenómenos. Tal vez sea que, privados de

un Dios en el que no podían creer más, los científicos tenían una necesidad, inconscientemente, de verse

reasegurados. Sabiéndose vivos en un universo materialista, mortal, sin salvación, tenían necesidad de saber que

había algo perfecto y eterno: el universo mismo. Esa mitología extremadamente poderosa, obsesiva aunque oculta, ha

animado al movimiento de la Física. Hay que reconocer que esa mitología ha sido fecunda porque la búsqueda de la

gran ley del universo ha conducido a descubrimientos de leyes mayores tales como las de la gravitación, el

electromagnetismo, las interacciones nucleares fuertes y, luego, débiles.

Hoy, todavía, los científicos y los físicos tratan de encontrar la conexión entre esas diferentes leyes, que representaría

una verdadera ley única.

La misma obsesión ha conducido a la búsqueda del ladrillo elemental con el cual estaba construido el universo. Hemos,

ante todo, creído encontrar la unidad de base en la molécula. El desarrollo de instrumentos de observación ha revelado

que la molécula misma estaba compuesta de átomos. Luego nos hemos dado cuenta que el átomo era, en sí mismo,

un sistema muy complejo, compuesto de un núcleo y de electrones. Entonces, la partícula devino la unidad primaria.

Luego nos hemos dado cuenta que las partículas eran, en sí mismas, fenómenos que podían ser divididos

teóricamente en quarks. Y, en el momento en que creíamos haber alcanzado el ladrillo elemental con el cual nuestro

universo estaba construido, ese ladrillo ha desaparecido, en tanto ladrillo. Es una entidad difusa, compleja, que no

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