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PPSICOLOGÍA HUMANA

danisr18 de Febrero de 2013

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PSICOLOGÍA HUMANA DE JESÚS

El Pensamiento de Jesús

Fr. Jean Galot, S.I.. Prof. de Cristología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (Italia).

Colección Pensamiento Católico. CETE (Centro de Estudios de Teología Espiritual). Madrid (1982)

Siglas y Abreviaturas

AAS = Acta Apostolicae Sedis.

BLE = Bulletin de littérature ecclésiastique.

DS = H. Denzinger - A. Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, ed. 32, 1963.

DTC = Dictionnaire de théologie catholique.

Fr F = France Franciscaine.

NRT = Nouvelle Revue Théologique.

PL = Patrologia latina (ed. J.P. Migne).

RSR = Recherches de Science Religieuse.

RSTP = Revue des Sciences Philosophiques et Théologiques.

RT = Revue Thomiste.

S. Th. = Suma Teológica.

Introducción

Las grandes controversias cristológicas de los primeros siglos se referían a la ontología de Cristo. También tenían ciertamente una incidencia psicológica, pero su objetivo esencial era la profundización ontológica; los Padres querían determinar lo que es Cristo en su realidad más profunda; no se detenían en investigaciones psicológicas.

Es característico el hecho de que, antes de la controversia apolinarista, el gran adversario de Arrio, Atanasio no hubiera prestado siquiera atención al alma de Jesús, omitiendo así cualquier consideración sobre su psicología humana. No menos significativo es el retraso de la definición de las dos naturalezas: un espacio de dos siglos separa el concilio de Calcedonia del concilio lateranense y del tercer concilio de Constantinopla.

Es sobre todo en una época reciente, a consecuencia del desarrollo de los estudios psicológicos, cuando los teólogos han tratado de precisar de manera más sistemática lo que debía ser la psicología de Cristo. A la luz de la experiencia psicológica del ser humano, han intentado comprender los datos del evangelio. Si bien los evangelistas no se han situado en el punto de vista de la descripción psicológica, sin embargo, ofrecen numerosas indicaciones sobre la psicología de Jesús. Hay que tener en cuenta, sin duda, lo que es único en la constitución ontológica de Cristo, pero como Jesús ha sido verdadero hombre, ha tenido también una verdadera psicología humana.

CAP.I. LA CONCIENCIA EN JESÚS

A) La conciencia humana de un ¨Yo¨ divino.

1. Conciencia humana.

2. El ¨Yo¨ de Jesús.

B) Teorías de un ¨yo¨ humano de Cristo.

1. El ¨yo¨ de Cristo hombre frente al Dios trino.

2. El ¨yo¨ humano debido a la autonomía psicológica de Cristo.

3. La distinción del ¨yo¨ divino y del ¨mí¨ humano.

C) La expresión psicológica de la única persona y de la naturaleza humana.

1. Persona divina y ¨yo¨ divino en la conciencia humana.

2. La unidad del ¨yo¨.

3. La autonomía de la psicología humana de Jesús.

D) La toma de conciencia filial.

1. El problema.

2. La verdad de la psicología de Jesús.

3. El contacto místico filial.

CAP.II. LA CIENCIA DE JESÚS

A) Teología de la triple ciencia.

1. La teoría medieval.

2. Observaciones críticas.

B) Los conocimientos experimentales.

C) El conocimiento de Dios.

1. La teoría de la visión beatífica.

2. El conocimiento filial.

D) Los conocimientos de origen superior.

1. El hecho.

2. El origen.

3. El conocimiento de los acontecimientos escatológicos.

a) La acusación de error.

b) La ignorancia del día y de la hora.

c) La verdadera perspectiva escatológica de Jesús.

E) El desarrollo de la conciencia mesiánica.

CAP.III. LA SANTIDAD Y LIBERTAD DE JESÚS

A) La Santidad de Jesús.

1. La consagración fundamental.

2. Santidad en progreso.

3. Jesús y la fe.

4. Jesús y la esperanza.

5. La impecabilidad.

6. Las tentaciones.

B) La libertad de Jesús.

1. El hecho de la libertad.

2. Conciliación de la libertad con la impecabilidad.

CONCLUSIÓN. VALOR DE LA ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS

1. El compromiso del amor divino.

2. La revelación.

3. El sentido de la solidaridad.

4. La obra redentora.

5. El proyecto de una humanidad filial.

Cap. I. La Conciencia en Jesús

La Naturaleza Humana y Divina.

A) La conciencia humana de un ¨Yo¨ divino.

1. Conciencia humana.

El primer dato a destacar es la realidad humana de la conciencia de Jesús. En los textos evangélicos encontramos las manifestaciones de esta conciencia humana, que permiten afirmar que Jesús ha sido un hombre semejante a los demás.

Hablamos de la conciencia psicológica, es decir, del conocimiento interior que una persona tiene de sí misma y de sus reacciones íntimas. No consideramos aquí la conciencia moral, que se refiere a la responsabilidad que la persona asume por su modo de obrar, y de la que tendremos ocasión de tratar a propósito de la libertad de Cristo.

Como es norma para todas las actividades y conocimientos de Cristo, hay que mantener la distinción entre conciencia divina y conciencia humana. No sería posible representar la psicología de Jesús como si proviniese de una inclusión de la conciencia divina en la conciencia humana. El principio de dualidad de ¨operaciones¨, sin confusión, ha sido enunciado por el tercer concilio de Constantinopla (DS 557: H.Denzinger - A. Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, ed. 32, 1963) y se basa en los datos mismos del evangelio. En los evangelios aparece siempre la conciencia humana. No hay ningún episodio evangélico donde se afirme directamente la conciencia divina. Si hemos de admitir esta conciencia divina, es porque Jesús se ha presentado como Hijo de Dios y porque, al ser persona divina, tiene necesariamente una conciencia divina; pero no porque un texto evangélico ofrezca un testimonio directo.

No vamos a tratar de los problemas que puede plantear la conciencia divina, común al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque esto pertenece a la teología trinitaria. Nos limitamos a considerar la conciencia humana de Jesús tal y como se nos ha revelado en su existencia terrena.

Hemos de prevenirnos ante un equívovo de terminología. Algunos autores hablan de la conciencia divina de Jesús, entendiendo con esto la conciencia de su identidad divina. Así, V. Taylor quiere abandonar la expresión ¨conciencia mesiánica¨ para adoptar la de ¨conciencia divina¨. Define tal conciencia como el sentimiento que Jesús tenía ¨de ser más que un hombre ordinario, de participar durante su existencia terrena en la vida misma de la divinidad¨ (La personne du Christ dans le Nouveau Testament, tr. fr., París 1969, 155). La expresión tiene un valor descriptivo; pero en un sentido más preciso, que distinga en Cristo la naturaleza humana y la naturaleza divina, hay que precisar que la conciencia propiamente humana; el ¨sentimiento¨ de que habla Taylor es una percepción de orden humano. Para evitar cualquier ambigüedad, adoptaremos la expresión: ¨conciencia humana¨.

2. El ¨Yo¨ de Jesús.

¿ Hay un ¨yo¨ humano en Jesús ?. Que haya en él un ¨yo¨ percibido de manera humana por una conciencia humana, es indudable. Pero, ¿ ha de llamársele un ¨yo¨ humano a este ¨yo¨ ?. ¿ Hay que admitir dos ¨yo¨ en Cristo: un ¨yo¨ divino y un ¨yo¨ humano, o por el contrario, el único ¨yo¨ del Hijo de Dios ?.

Si nos referimos al testimonio de los relatos evangélicos, constatamos que Jesús dice fundamentalmente: ¨yo¨ o ¨mí¨ de manera tal que implica una alusión a su personalidad divina.

La expresión más clara es la del ¨ego eimi¨. Jesús dice ¨yo soy¨ o ¨soy yo¨, evocando los pasajes del Antiguo Testamento donde Yahvé había revelado su propio nombre a Moisés (Ex. 3, 14), o había asegurado al pueblo su propia presencia soberana: el ¨yo¨ o el ¨mí¨ es el de una persona que insinúa su propia identidad divina. Se trata, pues, de un ¨yo¨ o de un ¨mí¨ divinos. La frase más explícita del evangelio de Juan no deja lugar a dudas: ¨Antes de que Abraham viniese a la existencia, yo soy¨ (8, 58). Muestra que el ¨yo¨ de Cristo se distingue del de cualquier otro hombre: no tiene origen en un nacimiento humano, no pertenece al devenir de las criaturas, sino que tiene su morada en el ¨ser¨ divino.

Hemos advertido que lo que más expresamente se afirma en determinadas declaraciones de Juan, se encuentra también de manera implícita en el ¨soy yo¨ de otros contextos de Juan o de los sinópticos. Jesús dijo ¨soy yo¨ de la manera espontánea y normal con que un hombre da a conocer su presencia a sus propios amigos, pero el contexto indica cada vez una insinuación de la personalidad divina. Así, por ejemplo, cuando camina sobre las aguas, quiere hacer reconocer a sus discípulos una presencia familiar, amistosa, al decirles: ¨Soy yo, no tengáis miedo¨ (Mt. 14, 27; Mc. 6, 50; Jn. 6, 20). Pero al mismo tiempo este ¨yo¨ es el que domina las fuerzas de la naturaleza y revela su grandeza divina. Hay aquí como una invitación secreta a descubrir

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