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Piscoanalisis Y la histeria creo al psicoanálisis


Enviado por   •  10 de Marzo de 2016  •  Resúmenes  •  1.254 Palabras (6 Páginas)  •  130 Visitas

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Alfredo Ochoa Piña

Y la histeria creo al psicoanálisis

La histeria permitió a Freud inventar el psicoanálisis. La histeria es un lenguaje. A nosotros, terapeutas, nos toca descifrarlo y superar el rechazo que puede provocar la histeria, para ir más allá y aceptar ser enseñada por ella.
La historia de Anna es una ilustración notable de los comienzos del psicoanálisis y sobre todo del espíritu abierto, de creación, de inteligencia deFreud y también de Breuer. Creer en lo que decía la pacienta significaba también creer en esa aventura psicoanalítica que permite cambiar la vida. Lo atestiguó Anna O. La histeria sufre sobre todo de representaciones que traducen los conflictos psíquicos y determinan la gestualidad del cuerpo. Decía Lasègue"la definición de la histeria nunca se dio y nunca se dará". Para superar esa afirmación parece oportuno dedicar un trabajo en este momento y por varias razones. Acabamos de celebrar el centenario de la publicación de La Interpretación de los Sueños que fue "la vía regia del psicoanálisis". Es el estudio de la histeria lo que permitió a Freud elaborar su teoría, llamada al principio "psicología de las profundidades". Por otro lado la desaparición de la noción de histeria de los DSM III y IV, reemplazada por"síntomas de conversión" únicamente, nos obliga a restituir a la histeria sus títulos de nobleza y volver a colocarla en su justo lugar como punto inicial del psicoanálisis. En el servicio de CharcotFreud, neurólogo de formación, se encuentra con las primeras histéricas. En esa época dos escuelas se ocupan del tema: la deHippolyte Berheim en Nancy y la de Charcot en París. Según Charcot, las histéricas eran "pobres desgraciadas sacadas de los considerados servicios de incurables." Tanto Charcot como Berheim les brindaron cierta dignidad al liberarlas de la sospechas de simuladoras que todavía rodean a las histéricas. Pero Freud se distanció de Charcot en 1892 al no adherir a sus teorías sobre la herencia. Además, Charcot no quiso desarrollar teorías sobre la etiología sexual de las neurosis. Charcot fue muy criticado por sus experiencias con estas "desgraciadas", como las llamaba, al sumirlas en estado hipnótico varias veces por día por las necesidades de sus lecciones universitarias.
Maupassant escribió en relación con Charcot "todos somos histéricos, desde que Charcot, ese fomentador de histéricos a domicilio, mantiene costosamente en su institución modelo de la Salpêtrière una multitud de mujeres nerviosas a quienes inocula la locura y lleva en poco tiempo a ser demoníacas". Era una referencia a la obra publicada por Charcot et Richer en 1887 "Los demoníacos en el arte". Con todo, sin embargo hay que reconocer a Charcot el mérito de descubrir el aspecto bisexual de la histeria; que publicó una obra: 16 lecciones sobre la histeria masculina y que gracias a él la histeria se considera una enfermedad funcional que puede ser tanto de hombres como de mujeres, a pesar de su etimología: hustera (útero). Los Estudios sobre la histeria, publicados en 1895, representan el libro inaugural del psicoanálisis. La histeria permanece como la enfermedad primera que permitió a la vez la existencia de una clínica freudiana y una nueva mirada sobre la femineidad, en función de la bisexualidad, tanto del hombre como de la mujer. El descubrimiento freudiano al comienzo se refiere esencialmente a la noción de inconsciente y por ende de la sexualidad infantil. Al comienzo Freud propone para la histeria una teoría de la seducción. El traumatismo psíquico, causa de la histeria, sería por una actuación seductora de un adulto con un niño. La histeria sería una reacción a posteriori de la sexualidad como "perversión rechazada" y cuyo síntoma sería el signo. Pero desde 1897 Freud descubre que el niño tiene una sexualidad propia y sugiere que la histeria es sólo una manifestación entre otras del aspecto infantil de la sexualidad humana, de los fantasmas, deseos inconscientes -incesto, parricidio- y el infantilismo se daría porque la sexualidad es traumática por sí misma, y no obligatoriamente por accidente o seducción real. No hay iniciación humana a la sexualidad. Ferenzci lo expone en su artículo La confusión de lenguas entre generaciones. El psicoanálisis nos lleva a corrernos del "lo que se ve" por "lo que se entiende". La histeria nos obliga a eso para poder comprenderla. Es necesario, pues, suspender nuestro enfoque clínico habitual de buscar cómo visualizar signos, para intentar captar los motivos ocultos para el sujeto mismo. Los trastornos, los malestares exhibidos no son simulados ni falsos, el paciente sufre. ¿Acaso un dolor neurótico no es un dolor real? El histérico no tiene mal fe ni es simulador. Esto es lo esencial. Debemos encontrar las motivaciones inconscientes del paciente, los vínculos entre su historia, su ubicación como sujeto en el mundo, y relacionado con eso el papel que nos quiere hacer desempeñar, el lugar donde nos quiere colocar y qué trata de poner en escena y de repetir de su temática personal.
Quizás, por ese motivo, Francois Perrier decía que el analista debe moverse como el cangrejo, hacia atrás, para no quedar bloqueado con la imagen que el paciente quisiera imponer, lo que impediría toda posibilidad de apertura. Como terapeuta debemos realizar un trabajo de decodificación entre el decir del sujeto y el objetivo de su decir. Para eso no hay que apresurarse en comprender. Decir lo que aún no se sabe es una manera de no saber lo que se dice. Justamente porque el histérico es el sujeto obligado en decir lo que no sabe o todavía no sabe, lo que ha facilitado el camino al psicoanálisis. La Srta. Anna O. fue una de las primeras pacientas de Breuer. Nació el 27 de febrero de 1859 en Viena. Era la tercera de 4 hermanos: 3 mujeres y 1 varón nacido después de ella. Fue educada de acuerdo a las normas de una "buena familia" de aquella época: una excelente cultura general, el aprendizaje de lenguas extranjeras que hablaba muy bien. Sin embargo, se nota cierto modernismo, pues sus padres le autorizaban a practicar equitación con sus primos. Breuer, en su historial, se lamenta que no haya seguido estudios superiores pues "era destacadamente inteligente, con grandes cualidades mentales, ingeniosa, intuitiva, enérgica, tozuda y además con dones poéticos". Exteriorizaba una actividad mental desbordante y se entregaba a ensoñaciones diurnas que llamaba su "teatro privado" y que nadie alrededor de ella sospechaba. En esa época parecía absolutamente normal. Esas ensoñaciones posteriormente adquirieron un carácter patológico. Presentaba algunos momentos de mal humor sin mayor gravedad. Breuer subraya también una gran bondad solidaria, se prodigaba en cuidar a enfermos y pobres. Sus trastornos empiezan en julio de 1880 a los 21 años. Coinciden con la iniciación de la enfermedad de su padre (abceso pulmonar) que cuidaba con mucha dedicación. Poco a poco empieza a adelgazar, a rechazar los alimentos y a presentar accesos de tos que la obligan a interrumpir los cuidados a su padre.
La primera consulta con Breuer es por una "tos nerviosa". Luego se va desarrollando una sintomatología espectacular: estrabismo, diplopia, parálisis del cuello, cefaleas, anestesia del brazo derecho, pierna derecha y posteriormente de todo el cuerpo. Estos síntomas físicos se acompañan con momentos de extrema angustia, confusión y una especie de delirio onírico. Ve serpientes salir de la pared y de las cortinas de su dormitorio. Pero no escucha voces, lo que es importante desde el punto de vista diagnóstico. Permite hablar de alucinosis y no de alucinación. Alucinosis que se traduce en un desfile de imágenes deformantes, monstruosas, pavorosas. Breuer habla de momentos delirantes que no evolucionan hacia la psicosis pero que indican una ruptura con el nivel neurótico. 

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