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PsicoaLas palabras son el instrumento esencial del tratamiento anímico.


Enviado por   •  24 de Octubre de 2015  •  Apuntes  •  23.008 Palabras (93 Páginas)  •  213 Visitas

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Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) (1890)

Las palabras son el instrumento esencial del tratamiento anímico.

Los médicos restringieron su interés a lo corporal y dejaron que los filósofos, a quienes despreciaban, se ocuparan de lo anímico. Pero en realidad, entre lo corporal y lo anímico hay una relación de acción recíproca.

El estudio de personas nerviosas (neurasténicas, histéricas) llevó al descubrimiento de que, al menos en algunos de estos enfermos, los signos patológicos no provienen sino de un influjo alterado de su vida anímica sobre su cuerpo.

Los afectos en sentido estricto se singularizan por una relación muy particular con los procesos corporales; todos los estados anímicos son en cierta medida “afectivos”, y de ninguno están ausentes las exteriorizaciones corporales y la capacidad de alterar procesos físicos.

Reclama nuestro mayor interés el estado anímico de la expectativa, por medio de la cual una serie de las más eficaces fuerzas anímicas pueden ponerse en movimiento hacia la contracción o la curación de afecciones corporales.

Si por tratamiento anímico entendemos el empeño por provocar en el enfermo los estados y condiciones anímicos más favorables para su curación, esta clase de tratamiento médico es históricamente la más antigua.

Es posible, mediante ciertas influencias benignas, poner a los seres humanos en un estado anímico, que tiene gran semejanza con el sueño y por eso se ha llamado “hipnosis”. En modo alguno es condición de la hipnosis la existencia de un estado patológico. En él se presentan alteraciones y demuestran conservarse operaciones anímicas que faltan en el dormir normal.

El rasgo más significativo y el más importante para nosotros reside en la conducta del hipnotizado hacia su hipnotizador: éste permanece despierto respecto de la persona que lo puso en estado hipnótico, sólo a ella la oye y la ve, la comprende y le responde. A esto le llamamos “rapport”.

El primero obedece por entero al segundo, se vuelve obediente y crédulo, lo que pone de relieve, como carácter del estado hipnótico, que la influencia de la vida anímica sobre lo corporal se eleva en el hipnotizado. Al dicho del hipnotizador lo llamamos “sugestión”.

Un caso de curación por hipnosis

Con algunas puntualizaciones sobre la génesis de síntomas histéricos por obra de la “voluntad contraria” (1892-93)

Una madre incapaz de amamantar a su hijo recién nacido antes que interviniera la sugestión hipnótica, y en cuyo caso lo ocurrido con un hijo anterior y otro posterior permitió un control, rara vez posible, del éxito terapéutico.

No tenía fama de nerviosa. Me veo precisado a definirla como una histérica ocasional. Su madre en modo alguno es nerviosa; una hermana menor, sana, de parecidas dotes. Un hermano pasó por una típica neurastenia juvenil que le arruinó sus planes de vida. Dejo abierto el problema de saber si cabe suponer la existencia de una predisposición hereditaria a las neurosis en su familia.

Próximo a nacer el primer hijo de su feliz matrimonio, concibió el propósito de amamantarlo ella misma. La leche no era abundante, le causaba dolores poner el niño al pecho, se mostraba inapetente, le sobrevino una peligrosa repugnancia a alimentarse, pasaba las noches excitada e insomne. El niño fue entregado a una nodriza, con lo cual desaparecieron rápidamente todas las pesadumbres de la madre.

Tres años después nacía un segundo hijo. Pero los empeños de la madre por amamantar a su hijo parecieron tener menos éxito y provocar manifestaciones más penosas que la primera vez. Breuer y Lort aconsejaron un último ensayo con sugestión hipnótica, y dispusieron que yo asistiera como médico.

Me valí de la sugestión para contradecirle todos sus temores y las sensaciones en que estos se apoyaban.

Atardecer del día siguiente. La parturienta había cenado sin molestias, durmió tranquila y a la mañana se alimentó y amamantó al niño sin problema alguno. Pero el almuerzo, algo abundante, le resultó excesivo, y cuando yo llegué todos los signos objetivos eran idénticos a los de la tarde anterior. En la segunda hipnosis, fui más enérgico y reasegurador. Dije a la enfermera que cinco minutos después que yo me retirara ella increparía a los suyos regañándolos un poco. Cuando regresé al atardecer del otro día, la parturienta ya no requería más tratamiento.

Un año después, un tercer hijo planteó las mismas demandas de la madre, que ella, como la vez anterior, fue incapaz de satisfacer. La hipnosis de la primera tarde sólo consiguió que la enferma perdiera todavía más sus esperanzas. Pero tras la segunda hipnosis, el complejo de síntomas fue extirpado también de manera tan total que no hizo falta una tercera.

Existen representaciones a las que se conecta un afecto de expectativa, de dos clases: representaciones de que yo haré esto o estotro, los llamados designios, y representaciones de que esto o estotro acontecerá conmigo, las expectativas en sentido estricto. El efecto ahí anudado depende del significado que posea para mí el desenlace, y del grado de incertidumbre que aqueje a su expectativa. La incertidumbre subjetiva, la expectativa contraria, es a su vez figurada por una suma de representaciones que definiremos como “representaciones penosas contrastantes”. Para el caso del designio, estas representaciones contrastantes dicen así: “No conseguiré realizar mi denignio porque esto o estotro es demasiado difícil para mí, yo soy inepto para eso; además, sé que en una situación semejante tales y cuales personas han fracasado”. En el caso de la expectativa, la expectativa contraria consiste en la ponderación de todas las otras posibilidades que me pueden suceder, excepto la que yo deseo. Siguiendo con los designios, ¿qué trato daría una persona de sana vida representativa a las representaciones contrastantes con el designio? Las sofocaría e inhibiría en lo posible, y las más de las veces lo conseguirá a punto tal que la existencia de la representación contrastante con el designio no sea evidente. En cambio, en las neurosis –y en modo alguno me refiero a la histeria solamente, sino al status nervosus en general- cabe suponer la presencia primaria de una tendencia a la desazón. En las neurosis las representaciones contrastantes con el designio reciben gran atención (por parte del paciente).

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