ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Psicologia


Enviado por   •  24 de Junio de 2014  •  2.101 Palabras (9 Páginas)  •  147 Visitas

Página 1 de 9

Las cárceles son lugares oscuros, aun estando abiertas a los rayos del sol, como las Islas Marías. Son oscuras porque se vive en un mundo oculto para la sociedad civil, lo que permite que se den tratos vejatorios y degradantes, amparados en el aislamiento que facilita la formación de cotos de control en los que son frecuentes los negocios ilícitos. Las cárceles no sólo son ocultas para la sociedad civil, sino también son ocultas al interior de ellas mismas, pues las autoridades en mucho desconocen cómo es la vida cotidiana de los internos al interior, debido a la falta de interés que se tiene por conocer y participar en la vida de los presos, ya que su trabajo es más de "vigilar y castigar", que de reeducación, siendo la readaptación social el interés último.

Esta falta de conocimiento de la vida de los internos también es debida a la diferencia que existe entre los dos grupos que conforman la vida al interior de estas instituciones: internos y personal (Goffman, 1992); donde se procura hacer patente la diferenciación principalmente por parte del personal, al grado que es común que los empleados en las Islas Marías utilicen el uniforme del personal de seguridad, aun no perteneciendo a esta área, a manera de hacer notar esta diferencia, lo que tiene como propósito que el uniforme les brinde seguridad y hacer notar la adscripción al grupo que pertenecen.

El patentizar la diferenciación resulta también del estigma que conlleva el ser identificado como miembro del grupo de internos, pues se categoriza a las personas por medio de la atribución de características, supuestas, propias del grupo al que queda adscrito y que en el caso de los internos de una cárcel, sería el recibir la calificación de delincuentes, malvivientes, que son características profundamente desacreditadoras que los hacen indignos de confianza; atributos que a su vez afirman, por comparación, otra serie de características para quienes no pertenecen al grupo estigmatizado, dejando a los empleados dentro de una supuesta normalidad, la que no es deshonrosa, y es una referencia que, en términos éticos, les da ventaja respecto al grupo de internos y les justifica, desde su perspectiva, el trato discriminatorio que se da dentro de este tipo de instituciones.

Los internos son un grupo marginal, pues se es marginal en la medida en que se está al margen de la participación en determinadas áreas de la vida social, lo que puede ser por decisión o exclusión, al no formar parte de los roles que podría desempeñar. El ser marginal también incide en no coincidir con los criterios de valor que rigen la homogeneización de la conducta de los hombres, dentro de la cultura institucional. Pudiendo ser marginal por decisión propia al ser producto del sostenimiento de los criterios a partir de los cuales se juzga la práctica social; o se puede ser marginal, también, como resultado de la falta de participación de grupos o individuos en los roles que les corresponderían, de acuerdo a determinados criterios de la organización social. Esta falta de participación en ocasiones es forzada, como el caso de la reclusión que deja a los que se encuentran en esta situación compartiendo las interpretaciones de realidad propias de estos grupos marginales, que recrean prácticas relacionadas a sus condiciones de existencia.

En el caso de la subcultura carcelaria, nos encontramos con la segregación de individuos, que debido a sus faltas, se encuentran en condición de marginalidad; lo que supone a su vez la existencia de formas de pertenencia desarrolladas como grupo marginal, que se explican en la medida en que se apoyan en la subcultura carcelaria, que se crea a partir de condiciones particulares de existencia. Estas formas de pertenencia generan a su vez mecanismos de autosostenimiento, que refuerzan actitudes y comportamientos. Así las situaciones de trato de inferioridad y aun el sentido de inferioridad con respecto al personal y la privación de derechos ayuda al mantenimiento de la marginalidad, en la medida en que cohesiona al grupo social.

La marginación está asociada a la falta de recursos y medios, es por esto que dentro de estos grupos sociales se obtienen los medios que permiten la subsistencia, la que logran por medio de la baja productividad y del aprovechamiento de los desperdicios de la civilización industrial, de ahí las características de la producción artesanal en las Islas Marías, donde más que aprovechar los desperdicios industriales, se utilizan los recursos naturales principalmente. Así, los grupos marginales mantienen patrones de conducta que les impiden cumplir adecuadamente con los roles que les debían corresponder dentro de las estructuras institucionales.

En las cárceles se vive dentro de dos normatividades, y el personal lo sabe y procura no entrometerse en los asuntos de los internos, a menos que esto sea por interés de la seguridad y del proyecto general de la institución, de importancia.

Al interior de las cárceles existen reglamentos, criterios y normas que rigen la conducta de los internos y del personal que ahí labora y que forman parte de la cultura dominante, si acaso en una de sus expresiones más brutales, pero que es parte de la cultura homogeneizadora del comportamiento social: la cultura institucional; junto a esto existe también una cultura que subsiste al margen de lo permitido, y que se rige a partir de "contratos sociales informulados" (García, 1992), la subcultura carcelaria.

Esta subcultura carcelaria tiene sus propias reglas, que son válidas para los internos, y junto con la cultura institucional, regulan la forma como interaccionan los reclusos, permitiendo la integración o exclusión al grupo; exclusiones que podrían ser muy peligrosas al interior de una cárcel.

Los contratos sociales informulados se afincan en intereses compartidos, que sólo se cumplen por la colaboración de los que comparten el espacio, y es a partir de estos acuerdos que vemos claramente estas normas, las que tienen un fundamento ético y práctico: ético en la medida en que se fundan en un compromiso grupal que cohesiona, al establecer obligaciones normativas entre los miembros; y práctico, al ser un tipo de estrategia adaptativa basada en la búsqueda de la seguridad.

El respeto a estos contratos sociales informulados facilita una interacción menos conflictiva entre los internos; son precisamente los conflictos y las tensiones las que nos revelan la importancia de este tipo de acuerdos que los muestran normativos de la subcultura carcelaria, al ser atenuantes

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (12.8 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com