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Psicologia

ailecana9 de Octubre de 2014

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Ley Orgánica de Ordenación General del

Sistema Educativo

PREÁMBULO

TITULO PRELIMINAR

TITULO PRIMERO: DE LAS ENSEÑANZAS DE RÉGIMEN GENERAL

Capítulo primero: DE LA EDUCACIÓN INFANTIL

Capítulo segundo: DE LA EDUCACIÓN PRIMARIA

Capítulo tercero: DE LA EDUCACIÓN SECUNDARIA

Sección primera: De la educación secundaria obligatoria

Sección segunda: Del bachillerato

Capitulo cuarto: DE LA FORMACIÓN PROFESIONAL

Capítulo quinto: DE LA EDUCACIÓN ESPECIAL

.;

TITULO SEGUNDO: DE LAS ENSEÑANZAS DE RÉGIMEN ESPECIAL

Capítulo primero: DE LAS ENSEÑANZAS ARTÍSTICAS

Sección primera: De la música y de la danza

Sección segunda: Del arte dramático

Sección tercera: De las enseñanzas de las artes plásticas y de diseño

Capítulo segundo: DE LAS ENSEÑANZAS DE IDIOMAS

TITULO TERCERO: DE LA EDUCACIÓN DE LAS PERSONAS

ADULTAS

TITULO CUARTO: DE LA CALIDAD DE LA ENSEÑANZA

TITULO QUINTO: DE LA COMPENSACIÓN DE LAS DESIGUALDADES

EN LA EDUCACIÓN

DISPOSICIONES ADICIONALES

DISPOSICIONES TRANSITORIAS

DISPOSICIONES FINALES

Preámbulo

Los

sistemas educativos desempeñan funciones

esencial es para la vida de los individuos

y de las sociedades. Las posibilidades de desarrollo armónico de unos y de otras se asientan en la

educación que aquéllos proporcionan.

El objetivo primero y fundamental

de la educación es el de proporcionar a los niños y a las

niñas, a los jóvenes de uno y otro sexo, una formación plena que les permita conformar su propia

y esencial identidad, así como construir una concepción de la realidad que integre a la vez el

conocimiento y la valoración ética y moral de la misma. Tal formación plena ha de ir dirigida al

desarrollo de su capacidad para ejercer, de manera crítica y en una sociedad axiológicamente

plural, la libertad, la tolerancia y la solidaridad.

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En la educación

se transmiten y ejercitan los valores que hacen posible la vida en

sociedad, singularmente el respeto a todos los derechos y libertades fundamentales, se adquieren

los hábitos de convivencia democrática y de respeto mutuo, se prepara para la participación

responsable en las distintas actividades e instancias

social es. La madurez de las sociedades se

deriva, en muy buena medida, de su capacidad para integrar, a partir de la educación y con el

concurso de la misma, las dimensiones individual y comunitaria.

De la formación e instrucción que los sistemas educativos son capaces de proporcionar,

de la transmisión de conocimientos y saberes que aseguran, de la cualificación de recursos

humanos que alcanzan, depende la mejor adecuación de la respuesta a las crecientes y

cambiantes necesidades colectivas.

La educación permite, en fin, avanzar en la lucha contra la discriminación y la

desigualdad, sean éstas por razón de nacimiento, raza, sexo, religión u opinión, tengan un origen

familiar o social, se arrastren tradicionalmente o aparezcan continuamente con la dinámica de la

sociedad.

Por todo ello, a lo largo de la Historia, las distintas sociedades se han preocupado por su

actividad educativa, sabedoras de que en ella estaban prefigurando su futuro, lo que en no pocas

ocasiones ha desembocado en sistemas de privilegio, cerrados, elitistas y propagadores de

ortodoxias excluyentes. Sin embargo, toda transformación, grande o pequeña, comprometida con

el progreso social ha venido acompañada, cuando no precedida, de una

revitalización e impulso

de la educación, de una esperanza confiada en sus posibilidades transformadoras. Su

configuración como un derecho social básico, su extensión a todos los ciudadanos, es una de las

conquistas de más hondo calado de las sociedades modernas.

La nuestra es una sociedad en acelerado proceso de modernización que camina, cada vez

más nítidamente, hacia un horizonte común para Europa. Cuando se están incorporando a las

escuelas los ciudadanos del próximo siglo, los países con los que tratamos de construir el proyecto

europeo, que ofrecerá una nueva dimensión a nuestra juventud de hoy, conceden una gran

relevancia a la educación y a la formación tratando de adaptarlas a la apertura del espacio

individual, político, cultural y productivo, a la mayor rapidez y complejidad de los cambios de todo

tipo, propiciando su prestación más prolongada a mayor número de ciudadanos, promoviendo las

mejoras necesarias para garantizar su calidad. Poniendo en marcha, por tanto, procesos de

reforma de sus respectivos sistemas.

Esta misma necesidad de adaptación se ha dejado sentir con fuerza en nuestro país, y la

sociedad española en su conjunto, y de manera más perfilada la comunidad educativa, se ha

pronunciado favorablemente por una reforma profunda de nuestro sistema educativo.

El diseño del actualmente vigente procede de 1970. En estas dos décadas, vividas ya en

su mayor parte en democracia, la educación española ha conocido un notable impulso, ha dejado

definitivamente atrás las carencias lacerantes del pasado. Se ha alcanzado la escolarización total

en la educación general básica, creándose para ello un gran número de puestos escolares y

mejorando las condiciones de otros ya existentes, se ha incrementado notablemente la

escolarización en todos los niveles no obligatorios, se han producido importantes avances en la

igualdad de oportunidades, tanto mediante el aumento de becas y ayudas como creando centros y

puestos escolares en zonas anteriormente carentes de ellos, se han producido diversas

adaptaciones de los contenidos y de las materias. Las condiciones profesionales en que ejerce su

función el profesorado difieren, cualitativamente, de los entonces imperantes.

La aplicación de los mecanismos políticos y jurídicos propios de la transición perm

itió

superar los residuos autoritarios subsistentes en la norma aprobada en 1970 y abrir el sistema

educativo a la nueva dinámica generada en diversos campos, muy singularmente a l a derivada

de la nueva estructura autonómica del Estado, que recoge en su diversidad la existencia de

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Comunidades Autónomas con características específicas y, en algunos casos, con lenguas propias

que constituyen un patrimonio cultural común.

En el plano normativo, se procedió con la Ley de Reforma Universitaria a la reforma de

la

enseñanza universitaria. La Ley Orgánica del Derecho a la Educación, que derogó la Ley Orgánica

del Estatuto de Centros Escolares, reguló el ejercicio simultáneo de los diversos derechos y

libertades relacionados con la educación, desarrollando el mandato constitucional del derecho a l a

misma a través de la programación de la enseñanza.

No se había abordado, sin embargo, la reforma global que ordenase el conjunto del

sistema, que lo adaptase en su estructura y funcionamiento a las grandes transformaciones

producidas en estos últimos veinte años. En este período de nuestra historia reciente se han

acelerado los cambios en nuestro entorno cultural, tecnológico y productivo, y la sociedad

española, organizada democráticamente en la Constitución de 1978, ha alcanzado su plena

integración en las Comunidades Europeas.

La Constitución ha atribuido a todos los españoles el derecho a la educación. Ha

garantizado las libertades de enseñanza, de cátedra y de creación de centros, así como el derecho

a recibir formación religiosa y moral de acuerdo con las propias convicciones. Ha reconocido la

participación de padres, profesores y alumnos en el control y gestión de los centros sostenidos con

fondos públicos. La Constitución ha encomendado a los poderes públicos que promuevan las

condiciones y remuevan los obstáculos para que el derecho a la educación sea disfrutado en

condiciones de libertad e igualdad, ha establecido el carácter obligatorio y gratuito de la educación

básica y ha redistribuido territorialmente el ejercicio de las competencias en esta materia. Todos

estos ejes, así como la capacidad de responder a las aspiraciones educativas de la sociedad, han

de conformar el nuevo sistema educativo.

La extensión de la educación a la totalidad de la población en

su nivel básico, las mayores

posibilidades de acceso a los demás tramos de aquélla, unidas al crecimiento de las exigencias

formativas del entorno social y productivo, han avivado la legítima aspiración de los españoles a

obtener una más prolongada y una mejor educación.

La progresiva integración de nuestra sociedad en el marco comunitario nos sitúa ante un

horizonte de competitividad, movilidad y libre circulación, en una dimensión formativa, que

requiere que nuestros estudios y titulaciones se atengan a referencias compartidas y sean

homologables en el ámbito de la Comunidad Europea, a fin de no comprometer las posibilidades

de nuestros ciudadanos actuales y futuros.

El dominio, en fin, del acelerado cambio de los conocimientos y de los procesos cultur

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