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Psicopatologia


Enviado por   •  6 de Agosto de 2014  •  1.905 Palabras (8 Páginas)  •  169 Visitas

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ARTE FORENSE

Al igual que ciertos herederos que tiran la casa por la ventana, Michel Foucault se propuso destronar el orden epistemológico recibido. Pero Foucault no pertenecía a la estirpe de los agitadores estrepitosos sino a la de los pacientes e inflexibles notarios que, en un mismo movimiento, efectúan el inventario de la propiedad a la que hacen padecer el golpe de maza. Fue documentalista incrédulo y maximalista, todo a la vez. La especie de pensadores a la que corresponde el filósofo francés se reproduce muy raramente. Cuando sucede, una sola persona puede transformarse en contrapeso del mundo, en el tipo caracterológico de atlante cogitativo que echa un vistazo al doblez de los cielos. Pero su originalidad no consistió solamente en la crítica radical a mentalidades hegemónicas sino también en exponer sus verdades con estilística inconfundible. La lectura de las obras de Foucault provoca la suerte de inquietud emocional que está contenida en la fórmula "pánico doctrinal". En ellas, como en las de Friedrich Nietzsche, uno de sus guías, la cruza de estilo y pensamiento resulta explosiva, aunque un más que discreto Foucault concedía a su obra el estatuto doméstico de "caja de herramientas". Mientras la obra de Nietzsche o la de Bakunin suscitan la alarma o el rechazo, la de Foucault, en cambio, produce una lenta y duradera corrosión de las certezas teóricas del lector. El alemán y el ruso se presentaron en sociedad de modo desafiante, con gestos de gladiador o de pistolero. Pero es distinto con Foucault. La experiencia de leer un libro suyo por primera vez implica pasar una temporada visitando la sala de torturas, porque escribir y pensar, como lo hace Foucault, conduce a decapitar la identidad política del interlocutor. El violento descentramiento del lector es resultado de la violencia que esa obra ejerce contra el fundamento de toda ley. Una vez que las aguas de un lago han sido agitadas ya no es posible contemplar la misma evidencia de todos los días.

Es curioso constatar que muchos de los autores que más frecuentamos nos tratan como el campeón de box lo hace con el challenger arrebatado: nos dejan molidos aunque nos obligan a renovar el aire. Pero Foucault asfixia. No sólo descorre el telón que disimula a la mazmorra; en su relato miasmático se huele el aire viciado de hospitales, fábricas, prisiones y academias. Un trépano surca la letra de sus relatos: en la descripción detallada de la etiqueta de la vigilancia y de los rituales del castigo, en el demorarse en las minucias de los registros judiciales, en las taxonomías exhaustivas con que procede a relevar un sistema de pensamiento. Nos enteramos verdaderamente de los suplicios insospechados de la Modernidad cuando la sangre entra por la letra. En cierto sentido es un autor ilegible, porque reclama de sus lectores un esfuerzo moral e intelectual casi inhumano. "Esfuerzo moral": ¿estarán contenidas en estas dos palabras las aristas de un concepto? Quizás haya sido su implícita divisa de autor el lema que previene sobre las estrategias marciales de una filosofía, esos estímulos severos que nos hacen revisar nuestra vecindad con los regímenes instituidos de la verdad.

El rayo reversible que refila y engarza la hoja de un libro al ojo del lector causa daños difíciles de estimar así como deslumbramientos de distinta intensidad. La lectura de las obras de Foucault ha demostrado ser una experiencia corrosiva, pero tonificante también, aunque siempre supone desbaratar el principio del "yo lector", por medios reflexivos y por el atormentamiento del cuerpo. A través de Didier Eribon -su biógrafo- sabemos que los oficios familiares se reducían exclusivamente a la cirugía y la enseñanza de la anatomía y que el deseo del padre predestinaba a Michel Foucault al rol de cirujano. Sus primeras armas intelectuales las vela ante las puertas de la clínica psiquiátrica y del hospital general y sus pasos lo conducen a indagar y desbaratar los discursos sociales sobre la enfermedad mental, la medicalización de la sociedad y las relaciones entre psiquiatría y derecho penal. ¿No habrá sido la caja de herramientas "teóricas" el disfraz astuto del maletín de galeno? La pluma, se sabe, puede ser tan filosa como un bisturí y entre las metáforas trilladas del léxico crítico es bien conocida la licuefacción de la tinta en veneno. En la mesa de trabajo del filósofo el escalpelo burilaba el papel. Y si bien sabemos que la coincidencia de vida y obra es, no pocas veces, arbitraria, no es del todo impertinente especular cómo el escritorio de Foucault se transformó en quirófano y la vivisección en estrategia intelectual. No queremos suponer en Foucault una mera "biografía reactiva", es decir, no interesaría saber lo que podría haber rechazado de la herencia familiar cuanto la parte del legado que le fue traspasada, y no precisamente en términos de "intereses temáticos". Porque Michel Foucault fue un disector hábil e impiadoso. Es casi imposible hallar en su obra la menor sensiblería teórica ni consideración alguna con el progresismo modernista: la cirugía corta hasta el hueso y la anestesia corre por cuenta del paciente. El tinglado óseo queda al descubierto: el instrumental del dominio, los distribuidores del discurso, el corset sujetador, las torres de vigilancia. Y como nadie huye de una arquitectura concentracionaria impunemente, no es sorpresa enterarnos de que la piedra basal de la sociedad moderna es una urna; y no precisamente la electoral.

¿Pero sobre cuál sustancia moral del lector actuarían las exigencias intelectuales del filósofo genealogista? Foucault denuncia nuestra complicidad en el asunto. Expone los secretos de familia que regímenes políticos y comunidades profesionales esconden en los cimientos de sus fortalezas. Secreteo y deshonra: el escamoteo de información y el origen bastardo son las parteras de la estabilidad burocrática. En cada uno de sus libros iniciaba un proceso judicial a los acontecimientos e instituciones de la Modernidad; e invitaba al lector a comparecer ante la ley endurecida

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