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Psicoterapia en la edad tardía

jose_82Examen8 de Septiembre de 2013

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Psicoterapia en la edad tardía

Psychotherapy for the elders

Jaime Martín Montolíu1

1Médico psicoterapeuta. Miembro de la Sociedad «Fórum», de «Psicoterapia Psicoanalítica».

RESUMEN

Aunque directamente relacionada, la psicoterapia del anciano recorta un ámbito eminentemente clínico dentro de la psicología del envejecimiento y de los cuidados psicológicos en la vejez. Por su naturaleza, los dispositivos terapéuticos están diseñados para abordar el dolor psíquico partiendo de los síntomas observables, al tiempo que ofrecen a las personas la oportunidad de revisar los fundamentos emocionales y cognitivos de su histórico-actual, de ese peculiar ‘modo de estar en el mundo’ que causa la aparición, persistencia o desplazamiento de un cuadro sintomático psicológico o psicosomático. La problemática de los pacientes mayores y ancianos se liga a su modo de envejecer y presenta características diferenciales que han de ser tenidas en cuenta para elegir modalidades terapéuticas eficaces y acordes con su condición.

ABSTRACT

Although embedded in the psychology of aging and the psychological care of old people, the psychotherapy for elder people holds in its own as a substantially clinical environment. Because of their very nature, the therapeutic devices are designed to approach the psychic pain starting from the obvious symptoms. They also give people the opportunity to review the emotional and cognitive foundations of their lives, a peculiar “way of being in the world” that causes the appearance of a psychological symptomatic picture and its persistence or its displacement. The problem with elderly patients is linked to their way of aging and it presents differential characteristics to bear in mind in order to choose effective therapeutic modalities in tune with patient’s condition.

Palabras clave

Envejecimiento, Psicoterapia, Déficit, Transferencia.

Key words

Aging, Psychoterapy, Deficit, Transfer.

Introducción

El interés por los ancianos corre paralelo a la marcada tendencia al aumento de la expectativa de vida y a la cuadratura de la pirámide etaria, particularmente en los países ricos. Fenómenos, sin duda, asociados al bienestar material y a la mayor disponibilidad de recursos sanitarios. La ONU prevé que para el año 2050 el porcentaje de mayores de 60 años supere al infantil para el conjunto de la población mundial, estando España previsiblemente para entonces en el rango de los países más envejecidos.

Actualmente viven en España 7,2 millones de personas mayores, de las cuales el 62% son mujeres. La esperanza de vida al nacer de éstas últimas alcanza ya los 83,1 años frente a los 75,7 para los hombres (Mº. Asuntos Sociales., 2005). Este diferencial toma relevancia si se tienen en cuenta variables cualitativas en función del género, ya que la primacía en la atención asistencial tiende a desplazarse desde el objetivo de alargar la vida al de mejorarla (Yanguas Lezaún, 2007). Bajo esta perspectiva, los factores de índole biológica (menopausia, desgaste físico de los embarazos, etc.) han de cruzarse forzosamente con los determinantes psico-socio-culturales (mayor exposición a la violencia, a las cargas familiares y a la falta de recursos, soltería, abandono, divorcio o viudez crecientes, etc.) cuyo impacto individual son innegables a la hora de comprender con precisión lo que significa envejecer para cada cual en nuestros días. (Al objeto de evitar reiteraciones, a lo largo del texto se utilizan como equivalentes una serie de términos sinónimos: anciano, persona mayor, viejo, paciente añoso; vejez, ancianidad, edad tardía, senescencia.)

Planteamiento teórico

El ciclo vital dinámico

En el ciclo vital de los individuos, el periodo de madurez y, sobre todo, la vejez constituyen episodios cada vez más amplios y complejos desde el punto de vista social y psicológico. Al expandirse el concepto de cambio evolutivo a todo el ciclo vital, la ancianidad ha dejado ya de ser contemplada como una simple etapa homogénea marcada por el declive final. Se sabe, desde el punto de vista del desarrollo, que los procesos de cambio no siguen necesariamente patrones fijos y predeterminados; éstos pueden diferir y combinarse en cada periodo del ciclo. De modo que en cualquier momento de dicho ciclo, crecimiento y declive estarán imbricados según los aspectos o dimensiones que articulen, ya que los cambios pueden ser de naturaleza muy diversa. Esto es particularmente comprobable en adultos y viejos, donde las diferencias interindividuales, la plasticidad conductual y el grado de integración presentan marcados rasgos de multidimensionalidad y multidireccionalidad, en contraste con la evolutiva infanto-juvenil, más apegada a la uniformidad en la secuenciación, la irreversibilidad y la universalidad (Stassen-Berger y Thompson,1998).

El emergente subjetivo quizás más característico de la persona mayor es la progresiva confrontación entre experiencia acumulada y deterioro de las capacidades orgánicas. En un cierto sentido, la percepción creciente y prolongada de ese antagonismo acuña la conciencia de la irreductibilidad del reloj biológico y de la propia finitud temporal. Quizás sea entonces cuando tome asiento la edad tardía en el sujeto. La aceptación manifiesta de tal finitud suele coexistir con negaciones encubiertas. Y su incapacidad para pensarse en términos de deseo, sea por renuncia o por imposición, inducirle entonces a un retiro resignado y silencioso según avanza en años, profundizando el declive físico en paralelo a su aislamiento social y psicológico.

Una cierta visión de los trastornos ligados al envejecer ha tendido a disociar al cuerpo físico de los afectos y las emociones, promoviendo su medicalización. Pero, más allá de lo puramente asistencial o defensivo, otra mirada es posible. Proponemos una perspectiva desde la que la capacidad de sentir no tiene límite de edad, y que hace hincapié en que para alcanzar la longevidad es necesario no sólo tener salud y bienestar material, sino también proyectos de vida (Iacub, 2001). De acuerdo con los conocimientos generados en la interdisciplina (Agúera, Cervilla, Martín, 2006), tendremos en cuenta lo mejor del legado de las diferentes teorías psicológicas y de la extensa experiencia acumulada en clínica, para proponer formas específicas de abordaje de los trastornos en la edad tardía; bajo un enfoque dinámico e integrador de lo biopsicosocial, cognitivo y afectivo-motivacional.

Epigénesis y generatividad

La Asociación Mundial de Gerontología ubica el comienzo de la vejez en los 65 años (O.M.S, 1972). Lógicamente, se trata de un criterio estrictamente cronológico y no refleja lo que corrientemente se constata o habitualmente se experimenta. La exquisita versatilidad de la condición de anciano afecta incluso a la dificultad para fijar una edad común.

Algunos autores distinguen senescencia primaria (cambios irreversibles provocados por el paso del tiempo) de la secundaria (cambios provocados por enfermedades o afecciones específicas). Otros diferencian al anciano joven del anciano mayor en función de características relacionadas con la salud y el bienestar social. Y es que el envejecimiento no es únicamente un acontecimiento biológico. Es en gran parte un hecho social. Factores socio-culturales lo determinan enormemente, aunque no expliquen ni resuelvan por sí mismos su extraordinaria diversidad individual (Ballesteros Jiménez, 2004).

Los mayores constituyen, pues, un colectivo extremadamente heterogéneo sometido a un estereotipo cultural básicamente negativo. Como destino inevitable, la noción de vejez provoca una mezcla de respeto y horror, una profunda ambivalencia. Por otra parte, el estilo de vida de las sociedades actuales tiende a excluir lo imperfecto y perecedero a costa de la escisión de lo individual-subjetivo frente a lo comunitario-adaptativo. El deterioro físico, la dependencia o la dificultad para la comprensión de los cambios, propios de la ancianidad, entrarían de lleno en ese capítulo. Hábitos, conocimiento, habilidades y conductas pierden su condición histórica, motivada, personal y conflictiva, para alojarse en el eterno presente de los mandatos de adecuación, fácilmente intercambiable y apto para el consumo individual y colectivo. El precio de esa exclusión no puede ser otro que la alienación del sujeto respecto a su propia experiencia.

Contemplados como un excedente improductivo por un canon cultural que labra su vocación de inmortalidad privilegiando lo aparente o novedoso como paradigma de lo deseable, los ancianos acabarían siendo relegados a los márgenes de la asimilación social. Cada familia habría de hacerse cargo de los suyos para invisibilizarlos a cuenta de la igualitaria condición de consumidores o consignarlos en las instituciones de cuidado. No es de extrañar, pues, que uno de los fantasmas recurrentes de la ancianidad sea un sentimiento de inadecuación acorde con ese malestar cultural; y que cuanto más rechazo (real o imaginario) acabe siendo interiorizado por la persona mayor -que incluso puede llegar a vivirse como sólo un estorbo para los demás-, tanto más fácilmente tenderá a solventarse en las diversas expresiones de psico(socio)patología.

Debemos a Erikson una contribución histórica muy pertinente al tema que nos ocupa. Para estudiar el conflicto psicológico asociado a la secuencia de cambios dentro del ciclo vital, este autor partió del supuesto de que “la existencia de un ser humano depende en todo momento de tres procesos de organización que deben complementarse entre sí” (1993, pgs.29-30). A saber:

• el proceso biológico de

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