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Sabiduria De La Selva


Enviado por   •  7 de Abril de 2015  •  3.578 Palabras (15 Páginas)  •  405 Visitas

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Primera parte: Sabiduría de la Selva

“Llévatelo –dijo Akela a papá lobo– y adiéstralo en lo que deba saber un miembro del Pueblo Libre. Y papá lobo enseñó a Mowgli su oficio y el significado de las cosas en la selva” (De El libro de la Selva)1.

Capítulo I

El significado de las cosas

Podemos estar muy seguros de que las lecciones de papá Lobo fueron las más prácticas del mundo: lo cual significa que sólo enseñó cosas que merecían la pena. Y las enseñó de una manera verdaderamente inteligible no utilizando palabras y expresiones que Mowgli no comprendiera. Además no las enseñó confortablemente instalado en el fondo de le cueva. Por el contrario, lo llevó y le mostró todas las cosas y, casi seguro, le permitió descubrir un buen número de ellas a costa de sus propios errores.

¿Y nosotros qué?

A los responsables de lobatos les encanta contarse unos a otros anécdotas y cosas que dicen los lobatos para hacer risas. Pero, si nos fijamos bien, estas salidas de los lobatos son naturalmente un reflejo de nuestro propio modo de comunicar.

“¿Metió Noé dos microbios en el arca?”, preguntaba el otra día un niño de cinco años. Creo que debía haber oído y entendido a medias una conversación entre sus primos lobatos que hablaban de primeros auxilios.

De todos modos si hubiese oído a cualquier lobato explicando su pista de socorrista, habría estado más que jusficado el dibujar a los microbios como una especie de dragones alados. Incluso dos seiseneros bastante inteligentes hablaban de ellos como si pertenecieran a la mismísima tribu de los mosquitos y los describían como “pequeños insectos que vuelan por el aire”.

1 N.T. (Nota de traducción). Rudyard Kipling escribió El Libro de la Selva y posteriormente El Segundo Libro de la Selva. El orden de los capítulos de ambos libros en su edición española no corresponde con el original. Para poder leerlos todos hay que recurrir a El Libro de las Tierras Vírgenes (Ed, Gustavo Gili. Barcelona 1980. 14° edición).

Este es el orden original en inglés:

(1894) The Jungle Book: 1. Los hermanos de Mowgli. 2.La caza de Kaa. 3. ¡Al Tigre! ¡Al Tigre! 4. La foca blanca. 5. Rikki-tikki-tavi. 6. Toomai, el de los elefantes. 7. Los servidores de Su Majestad.

1895) The Second Jungle Book: 8. De cómo vino el miedo. 9. El milagro de Purun-Bhagat. 10. La selva invasora. 11. Los enterradores. 12. El “ankus” del rey. 13. Quiquern. 14. Los perros jaros. 15. Correteos primaverales.

Lo que conocemos en España como el Libro de la Selva son las aventuras en las que aparece Mowgli y comprende sólo estos capítulos: 1, 2, 8, 3, 10, 14, 12 y 15. El orden de los restantes capítulos en la edición española completa es 13, 5, 7, 4, 11, 9 y 6. De aquí puede proceder la distinta valoración que tienen en España dos personajes de El Libro de la Selva –Kótik y Darzee– que no figuraban en la primitiva y recortada edición. Esta simplificación se ha mantenido en otras ediciones actuales.

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Y el otro día, en el transcurso de un diálogo sobre organización de la casa, un lobato declaraba que se meten las coles en agua salada antes de cocerlas para que se vayan los microbios. De aquí deduzco que esa palabra representaba para él algo así como pequeñas babosas, gusanos, orugas y todo tipo de bichos serpenteantes.

Por eso supongo que los lobatos reciben lo que les decimos sobre los gérmenes como una especie de cuento de hadas que ni debe creerse ni sirve para actuar en consecuencia. Y esto de los microbios es sólo una muestra.

Muy pocos lobatos conocen la utilidad de los ejercicios físicos (aunque esta razón estuviera más en relación con el programa que con los ejercicios mismos). Hace años cuando para ganar la primera estrella tenían que realizar dos ejercicios diferentes, si hubierais preguntado a un lobato por qué hacia el primer ejercicio os habría respondido casi seguro: “Para dar gracias a Dios por el aire que respiro” –porque esa pequeña y preciosa observación del manual que sugiere darle “gracias” a Dios en cada expiración al final de cada ejercicio era la única parte de la lección que realmente comprendía.

Un lobato tenía grandes dificultades para explicar el objetivo de ese mismo ejercicio respiratorio. Así pues le golpeé ligeramente en el pecho diciendo: “¿qué hay dentro?”, y me respondió con cierta solemnidad: “Mi alma”.

En el tema de los primeros auxilios me aseguraba un lobato: “La mejor cosa para aplicar sobre una quemadura abierta es jugo de limón y soda”. Estaba tratando de decir: “Agua de cal y aceite de lino”, como le habían enseñado. Un tipo de cura que no le traía nada a la memoria cuando se la mencionaron.

A veces interpretan las frases erróneamente. “Para sacar una mota del ojo de un compañero”, decía un niño lleno de recursos, “es preciso primero, mantener el ojo abierto colocando una cerilla atravesada. Después sacas la mota con la punta del pañuelo”.

Evidentemente, podría dar resultado pero prefiero que ese lobato no experimente con mi ojo.

Me parece que la lección de estas anécdotas es que nuestra forma de comunicar no es perfecta. Existen dos motivos fundamentales. El primero es que con frecuencia empleamos sin cuidado palabras y expresiones que definirían muy bien nuestro pensamiento si estuviésemos hablando entre adultos pero que no tienen ningún sentido para los lobatos, de manera que ellas adaptan nuestra ida a su moda, como nos ocurrió con los microbios, las cerillas y el jugo de limón.

Se trata de un problema de pereza en la enseñanza: no nos molestamos en explicar ni en describirlas cosas. Y además no les pedimos a los niños que nos expliquen con sus propias palabras lo que les hemos dicho.

El segundo motivo está más enraizado en nosotros y es que damos explicaciones teóricas sobre asuntas puramente prácticos. Bueno, me diréis, pero nuestra manada se reúne en una escuela. La portera nos ve ya con malos ojos. ¿Qué diría si además permitiéramos a los lobatos cocer huevos, hacer señales de humo o ensuciar el lugar con trozos de vendas, algodones, aceite y restos de alimentos? Tenéis razón, es imposible. Pero tampoco nadie os pide que les enseñéis primeros auxilios, señalización o cocina.

Las especialidades no son esenciales en la vida de un lobato; pueden incentivar a algunos de ellos que tienen talentos especiales para pintar, por ejemplo, o para coleccionar; o estimular la iniciativa de una manada que por suerte posee un banco

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