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Salvaje De Aveyron


Enviado por   •  1 de Junio de 2015  •  3.286 Palabras (14 Páginas)  •  427 Visitas

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El salvaje de Aveyron:

Pedagogía y psicología

Del Iluminismo tardío.

Introducción

Tres instituciones científicas de la Francia post revolucionaria, la Sociedad de los Observadores del Hombre, el Hospicio de Visètre y la Escuela para la Reeducación de Niños Sordomudos de París, vieron condensados en la trágica historia de un niño “salvaje” los rasgos y requisitos de una experiencia crucial. Un niño de doce o trece años, encontrado en estado de completo abandono y salvajismo en una floresta del departamento de Aveyron. ¿Un hombre natural no contaminado aún por los hábitos sociales? ¿Un desdichado, de facultades mentales disminuidas, un idiota? ¿el vivo testimonio de un conjunto de posibilidades no desarrolladas, en ausencia de comunicación con otros hombres? ¿La estatua de Condillac, con sus sentidos aún no despiertos frente a los estímulos del mundo externo?

El debate de los sabios se tejió en torno de estos interrogantes que eran los que podía enunciar y, quizás, responder la ciencia de la época. El idiota del Aveyron proporcionaba un campo privilegiado de experimentación, observación y validación de hipótesis. La discusión versaba sobre algunos tópicos fundamentales para las nacientes ciencias del hombre y la psiquiatría: cómo se originan las ideas, cuál es su vínculo con las sensaciones, qué relación existe entre necesidad y costumbre o reflejo psíquico, cómo se adquiere lenguaje, cómo se desarrollan las facultades mentales y qué puede entorpecer su crecimiento, etc. Las cuestiones en debate arrojan consecuencias teóricas y prácticas: en primer lugar, la validación de la teoría sensista; en segundo término, las posibilidades que la ciencia (la pedagogía o la psiquiatría) tiene de incidir sobre las determinaciones naturales.

Todo esto convierte al “caso Víctor” en una experiencia crucial para la ciencia del iluminismo tardío, en especial para la ideología. Médicos, filósofos, observadores del hombre, tendrán su palabra que pronunciar frente al salvaje que, por otra parte, conmovió durante algunos meses a los curiosos de París, a la buena sociedad que, desde mediados de siglo XVIII, se había aficionado a la ciencia y a la observación de la naturaleza en tanto nueva actividad de la vida de salón. El niño del Aveyron quedó abandonado a los cuidados de un puñado de científicos que cifraron en la discusión de sus facultades mentales y las posibilidades de su desarrollo la demostración de sus teorías.

No era el primer niño encontrado en estado salvaje, casos similares fueron registrados desde el siglo XIV. Sin embargo, el caso de Víctor desde un principio es encarado en forma diferente: despierta una curiosidad piadosa en los aldeanos, pero también la atención de los científicos. El muchacho comienza a ser objeto de observación y tema de la primera memoria redactada sobre sus características y peculiaridades. Un profesor de historia natural: Pierre Joseph Bonnaterre, pone por escrito sus observaciones publicadas en París. Bonnaterre cree poder afirmar que el niño “no carece por completo de inteligencia ni de la capacidad de reflexionar y razonar”, sin embargo continúa, “en teoría otra circunstancia que no se relacionara con la satisfacción de sus necesidades naturales o su apetito, no manifiesta sino funciones puramente animales: si tiene sensaciones, éstas no hacen surgir idea alguna, carece también de la facultad de compararlas entre sí, podría decirse que no existe correspondencia entre su mente y su cuerpo y que no reflexiona: no tiene, por consiguiente, ni discernimiento, ni espíritu, ni memoria”.

Meses después, Víctor llega a París y es alojado en la escuela para sordomudos que dirige Sicard. Las primeras semanas toda la sociedad brillante de la época, ávida de “observación” y registro de “datos positivos”, desfiló ante su cubículo.

Un año después sólo los sabios seguían ocupándose de Víctor, su educación – en el caso de que fuera posible – había sido confiada a un joven médico, Jean Itard, de la escuela dirigida por Sicard, pero cuya trayectoria lo había vinculado antes al hospicio para locos de Pinel, en Vicètre.

El medio científico:

Ideología y médicos filósofos.

La comunidad de los sabios, en todo el curso del siglo XVIII había testimoniado una firme y valiente voluntad de secularización de la cultura y de independencia de la investigación científica. Renunciando definitivamente a la tutela de la religión, las ciencias del hombre y de la naturaleza comenzaron también a reclamar la ruptura de los lazos con la filosofía en el sentido siguiente: toda concepción del hombre o del mundo natural debía convalidarse por la observación positiva de los datos proporcionados por la experiencia.

Fundaron buen número de sociedades científicas que dieron el tono de época a la gran oleada iluminista, con sus debates, sus periódicos, sus enciclopedias, sus exposiciones y sus memorias. Las sociedades de los observadores del hombre es una de las típicas sociedades científicas del periodo y constituyó uno de los centros de la ideología hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. El propósito de la sociedad es sobre todo recolectar multitud de hechos y multiplicar las observaciones, dejando de lado toda vana teoría, toda riesgosa especulación que no sirve si no para aportar nuevas tinieblas a un estudio ya oscuro de por sí.

En el curso del siglo XVIII: entre las cuestiones principales cabe mencionar la del origen de las ideas y de qué modo las sensaciones impresionan la mente humana; vinculado con ello, el esfuerzo por liquidar el dualismo filosófico y la afirmación de la unidad ontológica y orgánica de las facultades físicas y espirituales de los hombres.

La observación positiva, el empirismo que heredaron y defendieron los ideólogos del iluminismo tardío, plantearon nuevos requisitos a las ciencias de la naturaleza, a la medicina y a la fisiología, a la psiquiatría, a la pedagogía y a las nacientes ciencias del hombre.

Los herederos de Locke y Condillac.

Si, por un lado, el entrar en contacto con pueblos diferentes cuyas costumbres, creencias y rasgos físicos diferían mucho de los europeos, impulsa el pensamiento iluminista tardío, a los ideólogos, a organizar sus observaciones, a difundirlas y a promoverlas a través de una sociedad de los observadores del hombre, en la que pueden rastrearse los orígenes de las ciencias antropológicas y etnográficas modernas, por el otro, una tradición filosófica que eclosiona con Condillac, se propone el estudio del hombre captado en sus determinaciones exclusivas y propias, escindido de las determinaciones sociales: el hombre sin más, en sí mismo se propone asegurar

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