Síndrome de Down y TGD en el contexto educativo actual

Síndrome de Down y TGD en el contexto educativo actual

Una escuela inclusiva debería garantizar a todos los alumnos el acceso a una cultura común que les proporcione una capacitación y formación básica. Sabemos que no hay dos alumnos o alumnas iguales, que no hay un alumnado tipo y que si conseguimos detectar las necesidades de cada uno, conocer la forma en la que le resulta más fácil aprender es incluso más motivador, y el trabajo docente es mucho más eficaz y satisfactorio. La escuela tiene que aceptar esa diversidad y proponer una intervención educativa en la que sea posible un desarrollo óptimo de todos los alumnos y alumnas. El desarrollo como decía VIGOSTKY no consiste en la socialización de las personas sino en su individuación. Hay que partir de las situaciones personales para realizar un proceso educativo individualizado. Se debería partir de un currículo común para todos y elaborar estrategias individuales, realizando adaptaciones individuales, con las que se puedan cubrir las necesidades curriculares y personales del alumnado, y habría que pensar en un cambio de paradigma, donde dejemos de ver a las personas discapacitadas como sujetos de atención médica y las comencemos a mirar como sujetos y seres con derecho a una educación.

Hablando de los chicos con TGD, la inclusión educativa debería ser un modelo donde hay que modificar el sistema escolar para que responda a las necesidades de todos los alumnos, en vez de que sean los alumnos quienes deban adaptarse al sistema. Un niño o niña con TGD sencillamente tendría que acudir a un colegio ordinario donde en mayor o menor medida se encuentren dotados de medios humanos y materiales para poder satisfacer las necesidades individuales que requiera ese alumno. El papel de la escuela para nosotros no es dar terapia al niño con Autismo, el papel de la escuela es formar parte del proceso educativo del niño. El colegio forma parte de la terapia, pero no es la terapia en sí. En un colegio podemos encontrar buenos profesionales que trabajen con el niño para conseguir los alcances académicos, para que mejore en su capacidad de comunicación, sociabilidad, etc. pero no es su función el dar terapia, son educadores, no especialistas de atención temprana. Queremos con este punto de vista eximir cierto nivel de responsabilidad a los educadores, sobre los cuales parece caer toda la responsabilidad de los avances del niño, y esto es un error. El niño con Autismo debe recibir una Atención Temprana de calidad que lo prepare para el proceso educativo y social de su desarrollo, no podemos pretender que el colegio asuma unas responsabilidades que no le competen, pero sí debemos exigir que asuma íntegramente las que sí son de su competencia. Y quizá aquí este el foco de la cuestión, quien debe hacer qué.

En el caso de los alumnos con Síndrome de Down, mas allá de que algunos profesores se quejan de falta de preparación y de recursos para responder a las necesidades de estos alumnos, la atención adecuada en los colegios a los chicos con síndrome de Down y con otras deficiencias, depende principalmente de la actitud del profesor, más que de sus conocimientos. Una actitud favorable junto con las adecuadas adaptaciones  didácticas y organizativas, creemos son las variables que más influyen en el éxito de la integración escolar de los alumnos con discapacidad. Estos alumnos necesitan adaptaciones curriculares y estrategias didácticas individualizadas. Aprenden más lento y de modos diferentes, donde el docente debe utilizar distintos recursos para bajar el contenido y hacerlo interesante para ese chico. También necesitan ser evaluados por sus capacidades reales y  sus niveles de aprendizajes individuales. Al obtener una respuesta positiva y motivadora del docente los ayuda a esmerarse e interesarme aún más en las tareas siguientes, así como al participar activamente en una tarea, la aprenden mejor y tienen menores posibilidades de olvidar la mecánica de dicha actividad.

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