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Tanatológia en el campo de las adicciones


Enviado por   •  2 de Abril de 2016  •  Trabajos  •  3.973 Palabras (16 Páginas)  •  1.451 Visitas

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 Tanatológia en el campo de las adicciones 

         María Martha Sierra García.

        Noviembre 2015.

Instituto Mexicano de Psicooncologia.

Trabajo Social 8ª Generación  


Resumen

 En este trabajo se busca hacer una reflexión en torno al programa  que llevan en la organización de Alcohólicos Anónimos y su forma en que inician el proceso de duelo. Realiza además una comparación entre fases del proceso de duelo desde la óptica de la Dr. Kübler-Ross y  por el modelo de Alcohólicos Anónimos. Revisa sus características principales, sus puntos de articulación, sus incidencias, sus metas y sus aplicaciones en función del trabajo terapéutico con pacientes adictos.

Analiza con principalmente las alternativas a las que el Especialista en Adicciones suele enfrentarse a lo largo del tratamiento de este tipo de pacientes, incluyendo el síndrome de agotamiento profesional. Una de las ideas que sostiene este trabajo es la de que el trabajo de los médicos en el caso de las adicciones es también un trabajo tanatológico, por que la labor que el galeno realiza en adicciones implica lidiar frecuentemente con la enfermedad y, por desgracia, con la muerte.


Índice  

Capítulo 1 Introducción e información general        

El adicto: ¿realmente quiere morir?        1

La opinión de expertos        2

Capítulo 2  Un trabajo Tanatológico        4

Los 12 pasos        

Capítulo 3  El Síndrome de desgaste terapéutico..        6

Mecanismo de defenza        7

Capítulo 4  Las perdidas.        9

La estrategia        10

Bibliografía        14



Capítulo 1
Introducción e información general

El adicto: ¿realmente quiera morir?

        Los adictos necesitan sentir de cerca la muerte, pero no la buscan. Necesitan acercarse a ella para saber que están vivos y, tal vez, para tener ganas de vivir. En contrapartida, temen mucho al sufrimiento, lo que explica su miedo a padecer el dolor y el malestar que conlleva el síndrome de abstinencia. Paradójicamente, un gran número de adictos “reviven” cuando se les diagnostica una enfermedad terminal. Desde el momento en que la muerte se anuncia, la vida se convierte en un verdadero premio. Es la muerte la que otorga a la vida su valor.

        Durante el proceso de liberación de las drogas, el paciente cambia de manera  importante para su vida, situación que lo hace perder, y en casos, adquirir,  sentidos frente a lo que los pacientes pasan por etapas de ajuste emocional. Una vez aclarado el punto es de esperar que el concepto de pérdida esté íntimamente relacionado con el de duelo. Este último no debe ser referido únicamente a la reacción que presenta una persona cuando ha sufrido la pérdida por muerte de un ser querido, sino la reacción frente a la pérdida de un dogma equivalente como puede ser: la libertad, la salud, un órgano, un ideal, por mencionar algunos casos. Esto quiere  decir que se pueden ocasionar estas reacciones en todos aquellos acontecimientos que impliquen cambios importantes en la vida del individuo, porque son vislumbrados  como pérdidas de ciertos aspectos de la identidad.

        Dentro de este tipo de tratamientos existe la idea de la autodestructividad, que lleva a afirmar que el enfermo es una persona que busca el suicidio y la adicción un tipo de muerte subintencionada. Coincidimos con Edwards (1980) acerca de que la opinión dogmática de que el consumo excesivo de alcohol equivale siempre al suicidio es tan inútil para trabajar con el alcoholismo como cualquier otra fórmula fija o interpretación unitaria sobre la psicodinamia asociada con esta condición. De acuerdo con Maldavsky (1992), los adictos se caracterizarían por desafiar el imperativo que alude a la necesidad del morir personal. El yo del adicto se opone entonces al imperativo que dictamina la ley de la muerte individual; no obstante, en el momento en que dicha defensa fracasa, la realidad de la muerte es convocada hasta el punto de volverse particularmente eficaz. Todo ello trae como consecuencia un deseo masoquista de autodestrucción irrefrenable, con lo cual las adicciones se emparentarían con las depresiones y las melancolías..

La opinión de expertos

        En palabras del especialista Sandor Rado (1933)[1], tendríamos un craso error el  afirmar que  el adicto se quiere matar a causa de una inexistente necesidad de castigo. Esto queda de manifiesto cuando el individuo no consume una cantidad de estimulante que le ocasionara la muerte, sino una dosis pequeña que le permite  engañar a sus emociones y sentidos al grado que no sienta malestar alguno. No se mata; cree que en él nunca le va a pasar. En otro orden de ideas, pero siguiendo la idea, los especialistas Claude Olievenstein y Alain Braconnier (1995), la palabra muerte no existe en el lenguaje de los enfermos. La muerte reconocida es la de desconectarse de este mundo, de desfondarse. Puede ser que durante el proceso enfrente situaciones de peligro, pero en su subconsciente esta la idea clara que solo es un juego y como tal, puede volver a comenzar, en el momento que lo decida. Entonces esta aseveración nos lleva a concluir que para los ojos del enfermo adicto la vida es como ver  una película, en la que puede rebobinar  los resultados que no  le gusten y reescribirlas.

        En esta misma línea el cofundador de A.A., William Wilson (1945)  nos dice “Con excepción de los casos poco frecuentes de suicidio, nadie toma drogas con la expectativa de que vayan a causarle la muerte. Para muchos alcohólicos que todavía beben, estas drogas representan un bendito alivio de las angustias de una resaca”[2]. El gran visionario William S. Burroughs (1953) lo pone en estos términos: “Ésta es la pregunta que se plantea con más frecuencia: ¿qué hace que alguien se convierta en drogadicto? La respuesta es que, normalmente, nadie se propone convertirse en drogadicto. Nadie se despierta una mañana y decide serlo. […] La mayor parte de los adictos […] no empezaron a consumir drogas por ninguna razón en concreto. […] Nadie decide convertirse en yonqui. Una mañana se levanta sintiéndose muy mal y se da cuenta de que lo es”.[3]

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