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Transferencia. Freud-lacan


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2013  •  1.900 Palabras (8 Páginas)  •  406 Visitas

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Comenzaré por Freud y la transferencia.

Si Freud inventó el Inconsciente, la transferencia fue sólo una evidencia que se la proporcionó imprevistamente el testimonio de éste.

La transferencia fue, para Freud, un modo de decir del inconciente en las vías de la creencia en el Otro, en el encuentro encarnado con el Otro.

Ya en el inicio de sus investigaciones, había advertido las diferentes formas de ese lazo amoroso discursivo situándolo en su doble vía: por un lado posibilitaba leer el inconciente, pero por otro se volvía un obstáculo inconveniente. Así, la nombró sucesivamente sugestión primero, luego repetición, resistencia y, por último, motor del tratamiento analítico.

De esta manera encuentra la cara positiva de soporte significante y la cara pulsional de la transferencia.

Fue la puesta en práctica de la regla fundamental del análisis, la asociación libre, lo que le permitió introducir su dinámica e interrogar la posición necesaria del analista en esa dialéctica. Pero no podríamos desconocer que Freud construyó su doctrina conceptual alrededor de la noción de la castración y del Padre, por lo que la transferencia analítica, aquella que permite tanto conducir una cura como la que está en el origen de las instituciones analíticas, fueron cimentadas alrededor del reino del Padre, de la verdad de la castración.

Es precisamente con el caso Dora que la transferencia encuentra su lugar en el cuerpo freudiano, detectando cuando el deseo del paciente se aferra a algo de la persona del terapeuta, incorporándolo al Inconciente mismo. Podríamos decir con Miller, que el deseo del sujeto se aferra al significante del psicoanalista, no a su persona.

La operación freudiana con Dora, es justamente por la vía de la verdad, o como amo de la verdad, encontrándose a su vez con el obstáculo mismo de transferencia. Es decir, Dora se detiene cuando el deseo de Freud es ocupado por el amor al saber, como su insistencia en predeterminar cuál sería el objeto de deseo de una mujer, es decir, él como regulador de la verdad, a partir de un Ideal, ideal mismo que obturaba el lugar del analista con una identificación.

Fue J. Lacan quien ubicó la transferencia, inéditamente, como una consecuencia de la regla fundamental, con la creación del Sujeto Supuesto Saber.

Tardíamente, ya en el SEM. XI, introduce las variaciones necesarias en el concepto de transferencia, con su invención deldeseo del analista, concepto determinante para pensar el mas allá de la transferencia., con la invención del concepto de objeto a.

Allí ubica el SSS como pivote de la transferencia, formación de vena y no de artificio, desprendida del psicoanalizante[1] -aquello a lo que el sujeto se aferra en su economía psíquica- pero enlazándolo a la pulsión, a la sexualidad, y no ya al plano imaginario del amor, de la empatía o de las pasiones, como en el que los postfreudianos operaron desde el concepto de contra-transferencia.

¿Cómo se establece este anudamiento entre transferencia y deseo del analista?

O podríamos preguntarnos: ¿qué sería de la transferencia sin el deseo del analista?

Jacques Lacan elaboró, en su doctrina de la experiencia analítica, el concepto de deseo del analista, diferenciando la transferencia de otras experiencias de amor o fenómenos ilusorios o imaginarios, en las que habría que interrogarse acerca del tipo de apego o con-fusión que generan.

Es interesante formularlo, entonces, a la luz del Seminario de "La Ética del psicoanálisis", en el que Lacan se pregunta solapadamente ¿qué tiene para dar el analista?

"Lo que el analista tiene para dar, contrariamente al partenaire del amor, es eso que la más bella desposada del mundo no puede superar, esto es a saber: lo que él tiene. Y lo que él tiene es, como en el analizado, no otra cosa que su deseo, con la única excepción que éste es un deseo advertido[2]".

Se trata de un operador al que hay que darle su justo valor y lugar.

Un deseo advertido, podríamos agregar, que implica, justamente, no responder a la demanda de felicidad, ni desear lo imposible.

En el Seminario XI", Lacan intenta responder cuál es el deseo del analista, qué ha de ser del deseo del analista para que opere de manera correcta[3]?

El deseo del analista es una X, es decir una incógnita, que instala, vehiculiza, se hace portador de un vacío posibilitador.

Pero una X quiere decir que "no se trata de un misterio insondable, ni un inefable, ni si quiera de un deseo puro", es un deseo que tiene un límite preciso que le permite ser operativo en el campo del lenguaje[4]

Se trata de un deseo limitado, circunscrito, elucidado, vaciado de los atributos del ser, que permanece regido por el significante, pero con un límite que le da su lugar topológico, su

espacio y su lugar operatorio, un lugar de enunciación, limitado por la letra del síntoma, lo que lo vuelve dócil y abierto a empalmar el deseo del sujeto, más allá del amor.

"El deseo del analista sirve de soporte del objeto a, como separador…",[5] es lo que permite conducir una cura más allá del Ideal, separando el Ideal del objeto a, a partir del tratamiento de la demanda, mas allá del amor, en su carácter pulsional.

El analista a partir de su acto de "desapego" [6], promueve una acción concertada en reconducir el significante a su desnudez, es decir, a un no saber ni a suponer sobre la significación que el otro le asigna a su palabra o al amor mismo.

Esta acción despegada del saber permite volver operativo el semblante, tratar lo real por lo simbólico, incidir en la modalidad sintomática del amor sin quedarse cautivado por su ilusión o por su completud.

El problema sobreviene cuando el acto analítico se viste con el narcisismo y, en lugar de captar la dimensión del deseo en juego, lleva eso a un saber, es decir, cuando el analista deja de darse cuenta que él surge del acto analítico, apareciendo la imposibilidad de hacerse causa del deseo [7].

Surge de éste modo la pregunta cómo y de dónde surge ese límite operativo en la transferencia?

El pasaje o la trasmutación de la transferencia de Freud a Lacan, podríamos situarla, parafraseando a E. Laurent en lo siguiente: Freud mete al sujeto en el texto

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