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Tres Ensayos De Teoria Sexual . S Freud


Enviado por   •  21 de Octubre de 2012  •  1.851 Palabras (8 Páginas)  •  1.123 Visitas

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FREUD, S. “OBRAS COMPLETAS” – Tomo VII

Tres ensayos de teoría sexual” – Punto II

Amorrortu Editores 5ª reimpresión - Buenos Aires - 1993

II. La sexualidad infantil

EL DESCUIDO DE LO INFANTIL. Forma parte de la opinión popular acerca de la pulsión sexual la

afirmación de que ella falta en la infancia y sólo despierta en el período de la vida llamado pubertad. No

es este un error cualquiera: tiene graves consecuencias, pues es el principal culpable de nuestra

presente ignorancia acerca de las bases de la vida sexual. Un estudio a fondo de las manifestaciones

sexuales de la infancia nos revelaría probablemente los rasgos esenciales de la pulsión sexual, dejaría

traslucir su desarrollo y mostraría que está compuesta por diversas fuentes.

Cosa notable: los autores que se han ocupado de explicar las propiedades y reacciones del individuo

adulto prestaron atención mucho mayor a la prehistoria constituida por la vida de los antepasados (vale

decir, atribuyeron una influencia mucho más grande a la herencia) que a la otra prehistoria, la que se

presenta ya en la existencia individual: la infancia. Yeso que, según debería suponer se, la influencia de

este período de la vida es más fácil de comprender, y tendría títulos para ser considerada antes que la

de la herencia. (1) Es cierto que en la bibliografía hallamos ocasionales noticias acerca de una práctica

sexual temprana en niños pequeños, acerca de erecciones, de la masturbación y aun de acciones

parecidas al coito. Pero se las menciona siempre como procesos excepcionales, como curiosidades o

como horrorosos ejemplos de temprana corrupción. Que yo sepa, ningún autor ha reconocido con

claridad que la existencia de una pulsión sexual en la infancia posee el carácter de una ley. Y en los

escritos, ya numerosos, acerca del desarrollo del niño, casi siempre se omite tratar el desarrollo sexual.

(2)

AMNESIA INFANTIL. La razón de este asombroso descuido la busco, en parte, en los reparos

convencionales de los autores a consecuencia de su propia educación, y en parte en un fenómeno

psíquico que hasta ahora .se ha sustraído de toda explicación. Aludo a la peculiar amnesia que en la

mayoría de los seres humanos (¡no en todos!) cubre los primeros años de su infancia, hasta el sexto o el

octavo año de vida. Hasta ahora no se nos ha ocurrido asombramos frente al hecho de esa amnesia;

pero tendríamos buenas razones para ello. En efecto, se nos informa que en esos años, de los que

después no conservamos en la memoria sino unos jirones incomprensibles, reaccionábamos con

vivacidad frente a las impresiones, sabíamos exteriorizar dolor y alegría de una manera humana,

mostrábamos amor, celos y otras pasiones que nos agitaban entonces con violencia, y aun pronunciábamos

frases que los adultos registraron como buenas pruebas de penetración y de una incipiente

capacidad de juicio. Y una vez adultos, nada de eso sabemos por nosotros mismos. ¿Por qué nuestra

memoria quedó tan retrasada respecto de nuestras otras actividades anímicas? Máxime cuando

tenemos fundamento para creer que en ningún otro período de la vida la capacidad de reproducción y

de recepción es mayor, justamente, que en los años de la infancia. (3)

Por otro lado, tenemos que suponer ‐ o podemos convencernos de ello merced a la indagación

psicológica de otras personas ‐ que esas mismas impresiones que hemos olvidado dejaron, no obstante,

las más profundas huellas en nuestra vida anímica y pasaron a ser determinantes para todo nuestro

desarrollo posterior. No puede tratarse, pues, de una desaparición real de las impresiones infantiles,

sino de una amnesia semejante a la que observamos en los neuróticos respecto de vivencias posteriores

y cuya esencia consiste en un mero apartamiento de la conciencia (represión). Ahora bien, ¿cuáles son

las fuerzas que provocan esta represión de las impresiones infantiles? Quien solucione este enigma habrá

esclarecido al mismo tiempo la amnesia histérica.

Comoquiera que sea, no dejaremos de destacar que la existencia de la amnesia infantil proporciona otro

punto de comparación entre el estado anímico del niño y el del psiconeurótico. Ya encontramos un

punto semejante cuando se nos impuso la fórmula de que la sexualidad de los psiconeuróticos conserva

el estado infantil o ha sido remitida a él. ¿Y si la amnesia infantil misma debiera ponerse en relación con

las mociones sexuales de la infancia?

En verdad, es algo más que un mero juego de ingenio enlazar la amnesia infantil con la histérica. Esta

última, que se halla al servicio de la represión, sólo se vuelve explicable por la circunstancia de que el

individuo ya posee un acervo de huellas mnémicas que se han sustraído a su asequibilidad conciente y

que ahora, mediante una ligazón asociativa, arrastran hacia sí aquello sobre lo cual actúan, desde la

conciencia, las fuerzas repulsoras de la represión. (4) Sin amnesia infantil, podríamos decir, no

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