Violines En El Cielo

VIOLINES EN EL CIELO

Independientemente del país, de la cultura, de la religión, de la lengua y de las creencias, todavía no estamos preparados para morir o ver partir a un ser querido, incluso a un extraño; es un sentimiento muy difícil de entender, probablemente se trate de que nos hacemos dependientes a muchas personas a cosas y costumbres, de apegos, de recuerdos, de lo difícil que es vivir sin esa persona querida y sin su presencia, incluso lo difícil que es creer que uno también habrá de morir; por que siempre se nos educa a ser obedientes de niños, a estudiar a desarrollarse, después a ser responsables como padres como pareja, en el trabajo, con los hijos, con uno mismo, a no delinquir a cuidarse, en fin podríamos decir que nos preparamos y preparamos a nuestros hijos a vivir, pero nunca se nos prepara a morir; aunque sabemos que desde que nacemos ese será nuestro único destino seguro, la muerte, que forma parte del proceso de vivir, es sólo una etapa de nuestra misma vida y ni siquiera sabemos si realmente ese será el final, probablemente se trate de un portal a una forma diferente de existir, de estar, la verdad no lo sabemos y probablemente de ahí venga nuestro rechazo a enfrentar y prepararse para la muerte, el miedo y profundo temor a morir.

En esta obra de cine se pueden tratar diversos temas de mucho interés, de valores como el respeto, el amor, la fidelidad, el perdón, la disciplina, pero en esta ocasión nos enfocaremos a comentar uno muy particular la aceptación a la muerte. El Nokan, es un arte funerario tradicional que consiste en limpiar y maquillar a los difuntos con el respeto del ritual japonés, frente a sus familiares y

la aceptación de la muerte con el amor y disciplina propia de los orientales, para que en la supuesta vida del más allá se prosiga con valores y con la muerte como

reconciliadora de conflictos emocionales. En su argumento se narra los conflictos de un joven llamado Daigo que al disolverse la orquesta donde se desempeña como violonchelista, se dirige a su pueblo natal con su esposa y consigue trabajo como aprendiz del nokan, al inicio se siente impuro y sucio por estar en contacto con cadáveres y enfrenta la inexperiencia y el rechazo de su oficio ante la sociedad, pero aún así lo hace con dignidad hasta sentir la importancia de su labor porque aprende a tocar a los muertos con la misma armonía que tocaba el chelo y comparte los complejos sentimientos que se producen ante la pérdida irreparable de un pariente amado e incluso la vida le ofrece la oportunidad de reencontrarse con su padre ya muerto, al cual no había visto hace más de 30 años y al que le guardaba rencor y odio por haberlo abandonado desde pequeño y al verlo por última vez puede cerrar el círculo que aun se encontraba abierto y con heridas, pudo perdonar y olvidar y llamarlo nuevamente padre y despedirse de el de la forma más bella, más delicada, natural y sublime que sólo él sabe hacer.

EDGAR MENDOZA MENDEZ.

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