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Winnicott, El Concepto De Trauma En Relación Con El Desarrollo Del Individuo Dentro De La Familia 1965

anlumi24 de Noviembre de 2013

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Winnicott, El concepto de trauma en relación con el desarrollo del individuo dentro de la familia 1965

Fusión de dos versiones similares de un ensayo escrito en

marzo y mayo de 1965.

El vasto campo que abarca el término "la familia" ha sido

estudiado de muchas maneras. Aquí intentaremos relacionar la

función de la familia con la idea de trauma, lo cual implica

estudiar el trauma como concepto de la metapsicología. El nexo

entre ambas ideas es que la familia brinda al niño en crecimiento

una protección contra el trauma.

Primero abordaré el problema del trauma desde el ángulo clínico,

y luego examinaré brevemente la teoría del trauma.

Un trauma que afectó a una paciente

Intervine en el análisis y manejo del caso de una niña que se

acercaba a la pubertad, y que padecía una incapacidad física

entretejida con su perturbación emocional. Tuve la fortuna de que

esta niña estuviese bajo una buena atención pediátrica durante el

período en que se necesitó un tratamiento paralelo de carácter

físico. Pude mantener contacto estrecho con ella mientras estuvo

internada en el hospital.

A raíz de la particular situación en que me encontraba, fui

informado por la niña de que un perverso estaba visitando la sala

de niños, pese al cuidado habitual que se pone en un buen hospital

infantil. Me resultó difícil creerlo, y al principio tendí a compartir

la sospecha de la propia niña en el sentido de que había tenido

alucinaciones. Sin embargo, comuniqué de inmediato lo que ella

me había contado, y a la postre quedó en claro que todo lo que me

había contado había sucedido realmente.

Naturalmente, quise que la niña volviera a su casa, pues, como de

pronto se tornó obvio, la familia y el hogar de un niño son los que

mejor pueden protegerlo de un trauma. Ahora bien, la propia niña

no estaba en condiciones de considerar la posibilidad ya sea de ser

trasladada al hogar o a otro hospital de las cercanías. De hecho, lo

único que estaba a mi alcance era primero recuperarme del trauma

yo mismo y luego dejar que el hospital se hiciera cargo del

problema a su modo. Una vez establecidos los hechos, el hospital

pronto tomó medidas y se restableció el sentimiento de seguridad.

El material que la niña estaba produciendo a la sazón evidenciaba

que se encontraba en la etapa prepúber. Por ejemplo, un dibujo

significativo mostraba a una niña cándida, con un vestido de

manga larga, a quien un leopardo negro estaba enseñando a bailar;

la niña tenía los brazos extendidos, en la mano derecha llevaba dos

manzanas que acababa de tomar para comerlas, y en la izquierda

un pájaro azul. El contraste entre la niña inocente y el leopardo

potencialmente siniestro era llamativo; esta hermosa figura

describía la visión previa de la sexualidad que es dable encontrar

en esa fase presexual.

Fue en esta etapa del desarrollo de la niña que apareció en su vida

el perverso, y todos los chicos del hospital quedaron en peligro.

Podría decirse que sólo ella comprendió el peligro; los demás, en

general, se excitaron, manifestaron su temor a los fantasmas o

interpretaron cualquier ruido como proveniente de un hombre que

estaba trepando por la ventana, y ésta fue su manera de tratar el

asunto. Mi paciente se hallaba en una situación especial por la

posibilidad de informarme sobre todos los pormenores; debe

señalarse que, aunque por cierto confiaba en sus padres, no pudo

decirles nada de lo sucedido a ellos. En un comienzo ni siquiera

pudo contárselo a las enfermeras, y cuando al fin se lo dijo a una,

ésta tomó el asunto a la ligera y no lo comunicó a la jefa. También

el progenitor de uno de los otros niños lo tomó a la ligera.

En verdad, es casi imposible pensar que un perverso pueda

ingresar de noche en la sala de niños de un hospital. La reacción

natural consiste en renegarlo, o, alternativamente, en entregarse a

una actividad reactiva frenética. Los padres se atreven a dejar a sus

hijos en los hospitales sólo gracias a un proceso de idealización de

éstos y de su personal; y mi larga experiencia en hospitales de

niños me dice que los médicos, enfermeras y personal auxiliar no

sólo se conducen de una manera confiable, sino que procuran

reproducir las condiciones que se dan en la familia, destinadas a

proteger a los niños de cualquier trauma severo. Pero... hete aquí

que esta protección de los traumas severos no incluye la protección

frente a traumas más sutiles, que para los niños y bebés pueden ser

peores que aquellos otros traumas, severos que conmocionan a los

adultos cuando ocasionalmente ocurren. En la familia, los tabúes

contra el incesto que, generalmente operan impiden que se

produzca un trauma severo del tipo del que aconteció en este caso.

Mi pequeña paciente comentó: "Esto no es justo". Yo coincidía

totalmente con ella, y se lo dije. No supo poner en palabras la

naturaleza cabal del trauma, el hecho de que la dulce inocencia

propia de la fase del desarrollo emocional en que ella estaba, y que

muy adecuadamente describió en su dibujo como un "ballet", fuese

arruinada por la introducción prematura de la sexualidad de un

hombre, vale decir, de una segunda persona percibida

objetivamente. La imagen subjetiva del leopardo se trocó

súbitamente en lo que la niña llamó "un hombre que se pone

molesto". Pudo añadir que tal vez él fuese una persona muy

humana, que posiblemente se sintiera sola, pero piar cierto le

resultó molesto en el contexto del trauma y de su experiencia al

respecto.

Estoy en condiciones de agregar que la "inocencia" de esta niña no

se vio dañada debido, en gran parte, al contacto estrecho que

mantenía conmigo, un profesional en quien sabía que podía

confiar tanto en los aspectos más graves como en los leves. No

puedo afirmar, en cambio, que los otros niños no hayan sido

dañados. Y, por supuesto, el factor constante que le permitió a ella

creer en mí y usarme fue el hecho de que tuviese a su familia y de

que confiase absolutamente en todos sus miembros.

Si mi paciente no se vio afectada en forma negativa, también se

debe a que en su análisis ha sido el trauma muy sutil, y no el

severo, el significativo y el que ella pudo utilizar. Para ilustrar esto

daré un ejemplo de una sesión típica en la que hubo un anticipo.

La paciente se acostó en el diván como de costumbre y comenzó a

hablar en voz muy baja de esto y de aquello. Según suele

ocurrirme con ella, tenía que acercarme bastante para poder oírla.

En esos momentos ella es muy sensible a cualquier cambio que se

produzca en la habitación, y yo me cuido de introducir cambios

que pudieran molestarla. En muchos aspectos, la paciente necesita

tenerme bajo su control, y debo prestarle suma atención. Atiendo a

sus necesidades avivando o reduciendo el fuego para que la

temperatura sea exactamente la que ella quiere, o bien abriendo o

cerrando la ventana, o quizás ofreciéndole pañuelos descartables u

otros objetos cuya existencia ella conoce. Si las condiciones se

aproximan a la perfección, empieza a querer hablarme, pero no

hay ningún material que yo pueda usar, y sé (por experiencia) que

si yo hablo la perturbaré. Si digo algo, no importa qué, por ejemplo

"necesitas que yo está bajo tu control, como si una parte tuya...",

antes de haber terminado de decirlo ya se ha puesto frenética, se

ha encogido sobre sí misma y retraído, y se ha vuelto inconsolable.

Grita y llora, y a todas luces ha sido herida profundamente. Hay

envuelto en esto un factor temporal de modo tal que no puedo

detenerme hasta saber que la fase quedó atrás; es preciso permitir

que llegue a su término natural.

Me ayuda mi comprensión teórica de lo que la Dra. Margaret Little

llama la "transferencia delusional". No me veo obligado a traer

nada severo, como la cuestión de este perverso y su invasión de la

sala de las niños. Lo único que necesito es aceptar el rol que me ha

sido asignado. De esta manera, dentro del ámbito de una fuerte

transferencia negativa, la niña resulta herida y alcanza la congoja y

el llanto, que por sí sola no podría alcanzar. Al fin la fase se

resuelve sola y la paciente me puede decir: "Parecía enojado

conmigo cuando me dijo..."

Por entonces, la niña estaba saliendo de un episodio paranoide que

seguía la siguiente pauta:

1. Yo me amoldaba a su idea de una persona que está bajo su

control omnipotente y es casi una parte de ella.

2. Me "moví" apenas, y de inmediato quedé fuera de su control.

3. La parte siguiente fue inconsciente: ella me odió.

4. Estaba segura de que yo era un perseguidor.

5. Vio que esto había sido una delusión.

6. Pudo entonces, en muy pequeña

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