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BENEFICIOS DEL ESTUDIO DE LA BIBLIA


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2015  •  Prácticas o problemas  •  1.771 Palabras (8 Páginas)  •  159 Visitas

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GRUPO 9

BENEFICIOS DEL ESTUDIO DE LA BIBLIA[1]

Si usted logra disciplinarse para leer cada día la Palabra de Dios, muchas cosas cambiarán en su vida.

Observando a través de los años a muchos cristianos de distintas clases sociales y diferente nivel cultural, se ha notado que algunos permanecen en una infancia espiritual, en tanto que otros se hacen fuertes en el Señor. Lo único que estos últimos tienen en común es el hábito de alimentar sus mentes con la Palabra de Dios. En cientos de personas fracasadas espiritualmente a quienes se ha tenido que aconsejar, se ha descubierto que lo que las caracterizaba a todas era la ausencia de la Palabra en su vida diaria. El fracaso se hubiera podido evitar si hubiesen aprendido a estudiar la Palabra por su cuenta.

Algunos de los beneficios que se puede sacar de la lectura y del estudio de la Biblia se mencionan los siguientes:

  1. Nos hace cristianos fuertes. Nadie desea ser raquítico, ni en lo físico, ni en lo espiritual. Los «jóvenes» de 1 Juan 2:14 ya no eran «hijitos», sino personas «fuertes»: La Palabra de Dios permanecía en ellos y habían vencido al maligno. Es decir que se habían alimentado de la Palabra hasta fortalecerse lo suficiente en la fe como para no ser constantemente derrotados por el pecado y la tentación. Hay una sola forma de adquirir fortaleza espiritual: leer y estudiar la Palabra de Dios.
  2. Nos da seguridad en cuanto a la salvación. La salvación es tan maravillosa que parece algo demasiado bueno para ser cierto. En consecuencia, una de las primeras dificultades que enfrenta el creyente es la duda acerca de su salvación. ¡La única fuente de seguridad está en la Biblia! 

¿De qué le sirve, no obstante, si no la lee? Las promesas y la seguridad que ofrece Dios tienen muy poco valor mientras permanezcan entre las tapas de la Biblia; el creyente las necesita en su mente. La Biblia se ha escrito con este fin, precisamente. «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna…» (1 Juan 5:13).

El creyente que tiene la seguridad inconmovible de ser un hijo de Dios, y de saber que Dios es su Padre celestial, posee las bases para una sólida vida emocional. La mayoría de las personas que sufren de temores y preocupaciones, generalmente no tienen seguridad en cuanto a la salvación, porque escuchan su propia voz interior. Los conceptos de Dios no nos llegan a través del pensamiento y la reflexión, sino mediante «la sabiduría de Dios» (1 Corintios 1:21).

  1. Nos da confianza y poder en la oración. ¿Cómo sabemos que Dios nos escucha cuando oramos? Porque su Palabra lo dice en muchas partes. 1 Juan 5:14-15 enseña que podemos orar con «confianza», porque El nos oye. En San Juan 15:7 el Señor promete: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho». El estudio de la Biblia nos da poder en la oración, porque en la medida en que estudiamos su Palabra, llegamos a conocer su voluntad y, como consecuencia, aprendemos a orar.

Cierta vez, uno de los discípulos de Confucio le preguntó: « ¿Tiene sentido orar por nuestros pecados?» El contestó: «No estoy seguro, ¡pero no se pierde nada con probar!» ¿De qué sirve esto? La Biblia enseña que Dios contesta la oración, y el cristiano instruido en la Palabra posee esta confianza.

En cientos de personas, fracasadas espiritualmente, a quienes se ha tenido qué aconsejar, se ha descubierto que lo que las caracterizaba a todas, era la ausencia de la Palabra en su vida diaria.

  1. Nos limpia del pecado. Existen millones de personas  que no saben a dónde acudir para conseguir limpieza y purificación de sus pecados. Pero a nosotros el Señor nos ha dicho: «Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado» (San Juan 15:3). La Palabra de Dios tiene un efecto purificador en el creyente. Nuestro Señor oró diciendo: «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (San Juan 17:17). De algún modo la Palabra de Dios limpia al cristiano que la estudia.

Un niño preguntó a su padre cómo era que la Palabra de Dios limpiaba a la persona. El padre, entonces, le pidió que llevase una cesta de mimbre al lago y la trajese llena de agua. El niño realizó varios intentos, pero siempre quedaba vacía. Frustrado, le dijo a su padre: «Es imposible; se va toda el agua». El padre señaló que la cesta estaba limpia. Le explicó entonces: «Así es como la Palabra de Dios limpia al creyente: mientras pasa por su mente».

¿Cómo sabemos que nuestros pecados nos son perdonados? Porque la Biblia dice que: «Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (l Juan 1:9).

Todo nuevo creyente necesita saber con claridad qué es pecado y qué no lo es. Dios no nos dejó librados a nuestro propio criterio. La Palabra dice: «¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra» (Salmo 119:9). El que estudia la Biblia se limpia del pecado y aprende a distinguir lo que constituye pecado.

  1. Nos da gozo. Con frecuencia los problemas de la vida ahogan el gozo. Nuestro Señor dice: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté con vosotros, y vuestro gozo sea cumplido» (San Juan 15:11), o, como lo expresa la Versión Popular: «Para que se alegren conmigo, y así se llenen de gozo.»

Si nos dedicamos a leer los escritos de otros hombres o a observar los problemas que nos rodean, nuestro gozo se transformará en temor, miedo e inclusive depresión. Pero la Palabra de Dios proporciona gozo al corazón, cualesquiera sean las circunstancias.

  1. Nos proporciona paz. Una de las pruebas más maravillosas de la vida cristiana es tener paz interior cuando las circunstancias adversas de la vida deberían producir preocupación y angustia. Al recibir a Cristo como nuestro Señor, tenemos derecho a esperar que las cosas cambien. Cuando un poder sobrenatural como el del Espíritu Santo, llega a la vida del ser humano, produce una diferencia, y esa diferencia se deja ver, principalmente, en las emociones, que se caracterizan entonces por una paz que no pueden perturbar las dificultades. Pero si la Palabra de Dios no mora en abundancia en nosotros, mediante la lectura y el estudio, no produce esa paz que debe caracterizar nuestra vida.

El Señor Jesucristo dijo a sus discípulos: «Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (San Juan 16:33). Esta afirmación reviste particular interés porque fue expresada poco antes del tumulto que culminaría con su crucifixión. Al avecinarse la crisis para sus discípulos, el Señor quiso que sus palabras les infundieran paz. «Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos» (Colosenses 3:15). La paz no viene en forma automática. Inunda nuestro corazón cuando la mente se llena de las promesas, los principios éticos, y las muestras de fidelidad de Dios. ¡Cuántos hombres de negocios creyentes leen diariamente las noticias económicas y políticas en los periódicos y se angustian por la situación financiera, en tanto que Dios anhela inundar sus corazones de paz y confianza mediante la lectura diaria de su Palabra.

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