Carta a las familias de San Juan Pablo II

La Carta a las familias del Papa San Juan Pablo II, que se publicó por primera vez en 1994, es una joya que vale la pena volver a visitar. Este tratado sobre la familia está repleto de teología inspiradora para las familias, y especialmente para los padres. Además, también es muy accesible porque está escrito como si el Papa nos estuviera hablando. Está disponible en línea.

Al comienzo de la Carta a las familias, Juan Pablo II da un paso decisivo. El Santo Padre siempre fue un firme defensor de la persona humana como fuerza decisiva de la historia. Sin embargo, en la Carta, Juan Pablo II presenta a la familia como “camino de la Iglesia”. En lugar de la libertad individual y los actos individuales de virtud o vicio, es realmente la familia: las familias que ejercen la libertad y el amor familiar (tanto dentro de sí como hacia la comunidad en general) lo que impulsa la historia humana y el "camino de la vida". Iglesia."

Esto es mucho para asimilar y pensar. Significa que las familias tienen una gran responsabilidad; pero también significa que tenemos grandes oportunidades. ¡Las familias, como familias, hacen historia!

Es desde este punto de vista que el Papa San Juan Pablo II dice: "¡Conviértete en lo que eres!"

El Santo Padre continúa el paso de la persona a la familia en la Carta a las familias, desarrollando aún más un concepto de San Pablo. En el documento, el Papa cita un pasaje de Efesios 3 al menos ocho veces. Aquí está el pasaje: "Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, de quien se nombra toda familia en el cielo y en la tierra". Lo sorprendente de esto es que Dios el Padre nombra a cada familia. Se llama a todas las familias. Las familias tienen vocación como familias. Este tipo de pensamiento es tan contrario a cómo pensamos en el mundo moderno. Se trata de derechos individuales y potencial individual. Incluso en la Iglesia, nos centramos en la vocación de un individuo y, en cierto sentido, tenemos que hacerlo. Pero la asombrosa percepción de Efesios 3 es que las familias tienen una vocación como familia.

Si uno profundiza un poco más, se descubre que una traducción más literal de Efesios 3 dice así: “Por eso, doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien se llama toda paternidad en el cielo y en la tierra. . " (Douay Rheims) Basado en esta traducción, hay un nivel adicional de esta enseñanza bíblica sobre la paternidad. La paternidad humana es específicamente "nombrada" por Dios el Padre. ¡Esto es monumental para la paternidad! Para todos los padres, nuestra paternidad humana participa directamente en la Paternidad de Dios Padre, porque Él nos nombra, o nos llama, directamente. Es un gran privilegio y una responsabilidad inigualable.

Los padres son fundamentales para las familias y los niños. Ahora que el énfasis de Juan Pablo II en que Dios el Padre llama específicamente a toda paternidad, podemos ver que hay un fundamento teológico fundamental para la importancia de la paternidad humana.

Juan Pablo II presenta otro concepto único llamado la genealogía de la persona humana. Todos tenemos una genealogía individual que incluye nuestra historia familiar de antepasados. Una genealogía incluye una larga línea de reproducción. Sin embargo, debido a que la persona humana está hecha a imagen y semejanza de Dios, la genealogía de la persona humana tiene un significado significativo. Juan Pablo II señala que:

Dios mismo está presente en la paternidad y maternidad humanas de manera muy diferente a como está presente en todos los demás casos de engendramiento en la tierra. En efecto, sólo Dios es la fuente de esa imagen y semejanza propia del ser humano, tal como fue recibida en la Creación.

La paternidad y maternidad humanas, a través de la procreación, es una continuación de la Creación de Dios. La genealogía de la persona humana nos recuerda la presencia constante de Dios en todo acto conyugal y la presencia de Dios en la Creación de nuestros primeros padres. La genealogía de la persona humana está destinada a que veamos que la eternidad está inscrita en cada niño, en cada persona humana.

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