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El Hombre en los escritos de Isabel Vendramini.


Enviado por   •  18 de Febrero de 2017  •  Ensayos  •  4.775 Palabras (20 Páginas)  •  279 Visitas

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EL HOMBRE EN LOS ESCRITOS DE MADRE ISABEL

Con algunos textos sacados de los escritos de la Madre Isabel presentamos la iluminación que ella recibió de Dios sobre la dignidad de la persona humana. Para ella la contemplación de Dios es inseparable de la contemplación del ser humano: el “poseedor de la imagen de Dios”, “el objeto de sus queridos afectos”, “el heredero de Dios mismo”, “el dulce pensamiento de la Augusta Trinidad, “la delicia del corazón de Dios”…

EL HOMBRE IMAGEN DE DIOS

“Seres grandísimos somos, nosotros los hombres, por haber sido desde la eternidad el dulce pensamiento de la Santísima Trinidad” (D51).

¡Se me mostró qué gran obra es el hombre! ¡Obra la más bella y la más grande: lo descubrí un gran ser porque poseedor de la imagen de Dios! ¡Oh gran ser! ¡Objeto de queridos afectos! ¡Oh gran ser! Heredero del mismo Dios, ¡oh cuán grande es! (D238).

No se ama a Dios cuando no se mira igualmente su imagen tallada en cada hombre por su sola mano. ¿Cómo puede amar al prójimo quien excluye de su amor, atención y caridad a algunos de ellos? ¿Cómo amaremos a Dios si no amamos con hechos a sus imágenes? (D2261).

Durante la santa misa entendí: “Como el sol fue creado para dar luz y resplandecer, así el hombre fue creado solamente para ser el dulce objeto de las beneficencias divinas y de su gloria, el receptor de sus beneficios, queriendo su bondad resplandecer en este gran ser: ¡Oh gran ser, incluso por esto! ¡Oh gran ser, por haber Dios asumido un cuerpo humano y haberlo elevado hasta el trono de la divinidad! ¡Grandes seres somos por haber sido desde siempre el dulce pensamiento de la Augusta Trinidad! ¡Qué dulce complacencia él encuentra en esta obra, hecha a propósito para ser su delicia! ¡Qué satisfacción verlos restaurados tras sus caídas y ser admitidos a su amistad por Jesús y María, delicias perfectas de su corazón y dones omnipotentes para el rescate de sus criaturas perdidas por el pecado! (D239).

Se me dijo: “considera todo humano semblante (libre de las pasiones porque dominadas) y verás en todas resplandecer un destello de mis perfecciones, y esta imagen mía se trasluce de mil maneras, incluso en su cuerpo, despertando en quien la mira sentimientos saludables, respeto y amor... Así, pues, se mire mi imagen en el prójimo: la del malvado deformada por el vicio y las culpas, y se trate de limpiarla de manera que él también muestre la imagen que yo le di, y por eso se debe amar a todo el mundo, para alabar en unos a Dios, y socorrer a otros, por amor de esta imagen bella pero cubierta de culpa”. Con esta iluminación se acrecentó mi amor por el prójimo que espero sea fecundo en obras caritativas (D2262).

Me veía mirada por el Señor que beatamente gozaba de tal favor, y al mismo tiempo entendí: “mírame a mí en las hijas y en los pobres”. Con tal luz ¡oh, cómo me vi con ellas caritativa y verdadera amante! ¡Cómo me vi distinta también en las situaciones de miseria y con el prójimo! ¡Querida visión! Yo vi a Jesús en ellos. ¿Qué otra cosa con tal mirada? y ¿quién podrá desagradarme y ser para mí una carga o aburrimiento?... ahora me parece ser como la “hacedora” de Jesús. ¡Qué bien, qué gracia, qué honor encuentro en tal nombre y hechos! Yo me siento tan amante de Jesús que desahogaré mi amor sirviendo, tolerando, arreglando según las necesidades de mi querido prójimo, que yo me imagino y veo como Jesús (D1582-1583).

Dios nos dio el alma hecha a su imagen para que vivamos de su misma vida y él quiere ser nuestra eterna herencia… El hombre fue hecho por Dios y para él solo, y con la muerte vuelve a él para gozar eternamente del río de todo bien, si le fue fiel, o para sufrir eternamente si no quiso reconocerlo como su fin. (E468).

DIOS AMANTE APASIONADO DEL HOMBRE

Se me mostró en la Comunión que Dios no tiene necesidad de ser servido, siendo aquel que es, y teniéndolo todo en sí mismo. El servicio que pide a las creaturas, es para hacerlas reinantes por gracia, con el propio obrar, como Dios es Señor por naturaleza. Vi tan bien tal cosa con la gran bondad de Dios hacia su hechura que, bien considerada, tendría que hacernos arder por un Dios tan bueno y generoso (D759).

¿Quieres tú saber si eres la obra del omnipotente Creador y por ende su hija? Un padre y una madre antes que los hijos nazcan, preparan para ellos lo que necesitan, también si éstos no pueden sentirse agradecidos por falta de conocimiento; así Dios, tu Padre verdadero, desde la eternidad te preparó en su Hijo (viéndote necesitada) redención, sacramentos, vida eterna, y tienes que serle agradecida. Ahora que conoces todo esto, ¡ámalo! (D880).

Amor es el paraíso, ¡Dios caridad! ¡Oh caridad paraíso! ¡Tú eres todo! ¡Dios, tú eres mío! ¡Gran ser es el hombre! ¡Ah, desmedida bondad de Dios! ¡Oh pecado, solo verdadero castigo, grande castigo! (D906).

Se me mostró – con tales dichos – que soy favorecida de amor hacia Dios, semejante a aquel que tiene Dios por nosotros, sus creaturas, sin interés y por solo acto de amor. […] la creatura iluminada y así agraciada, es casi imposible que no lo ame; pero que un Dios feliz en sí mismo se difunda en sus ingratas hechuras, ¡ah, sí, que éste es amor de Dios, tan difusivo!… (D1280)

Dios dio al hombre todo bien y hasta se dio a sí mismo; le dio tales dones sin mostrarle lo que él preveía de abusos. Así, también tú, obra el bien sin investigar temerariamente el triste éxito (D1305).

Se me mostró que el hombre fue desde la eternidad las delicias del corazón de Dios y Dios siempre tan ocupado por el hombre, su delicia. Ah, Dios se comporta como Dios en el amar y en el dar, y por eso es inconcebible la grandeza de este amor y de estos dones;… me reconfortó el conocer aquello que no sé explicar, es decir, su amor por el hombre, diría necesitado de estas delicias suyas; sí, necesitado porque lo formó para hacerlo objeto de sus delicias; desde siempre fue el objeto de sus pensamientos, de sus afectos y sus dones (D1099).

¿Qué puedo decir de la luz que me da el Espíritu Santo sobre la inmensa bondad de Dios Padre hacia el hombre? ¿De la gran mansedumbre amorosa del Cordero, Dios verdadero, Cristo Jesús? No tengo capacidad para expresarlo; diré solamente que estoy dulcemente ahogada y no puedo más que repetir: ¡Gran bondad! ¡Gran bondad! inmenso amor, amor inconcebible, capaz de hacer sentir indecibles afectos suavísimos (D901).

Vi con clara luz como nos amó el Eterno, en sí mismo, eternamente y fuera de sí, en el tiempo, y cómo es imposible que no haya sido así… Lo vi eterno amante del hombre porque lo tiene grabado en sus ideas eternamente, vi que este hombre era su delicia, porque parto de su amor (D443).

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