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El Libro De Los Muertos


Enviado por   •  20 de Agosto de 2012  •  900 Palabras (4 Páginas)  •  495 Visitas

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Fragmentos del Libro de los Muertos. [J. M. Serrano Delgado, Textos para la Historia Antigua de Egipto (Madrid 1993) 244-246].

Capítulo CXXV:

“Lo que ha de decirse cuando se acceda a esta Sala de Justicia, purificando a (X) de todo el mal que ha hecho y contemplando los rostros de los dioses:

¡Salve a ti, gran dios, señor de la Justicia! He venido a ti, mi señor, para que me lleves de forma que pueda ver tu belleza, porque yo te conozco y conozco tu nombre; y conozco los nombres de los 42 dioses que están contigo en esta Sala de Justicia, que viven de aquellos que aman el mal y que se tragan su sangre en este día de considerar los caracteres en presencia de Un-nefer.

Mira al doble hijo de las Cantantes. Señor de Verdad es tu nombre. Mira, yo he llegado a ti; te he traído la armonía, he rechazado la falsedad por ti. Yo no cometí falsedad alguna contra los hombres. No empobrecí a mis socios. No hice daño en el Lugar de la Verdad. No he aprendido lo que no es. No hice mal. No hice diariamente que fuera excesivo el trabajo que debía hacerse para mí. Mi nombre no alcanzó los despachos de aquellos que controlan a los siervos. No he desposeído al huérfano de su propiedad. No he hecho lo que los dioses detestan. No he calumniado a un sirviente ante su señor. No he causado dolor. No he provocado hambre. No hice llorar. No he matado ni he mandado matar. No hice sufrir a nadie. No disminuí las ofrendas de alimentos en los templos. No he destruido los panes de los dioses. No he arrebatado la comida de los espíritus. No he copulado. No me he comportado mal. No disminuí los suministros de alimento. No he disminuido la arara. No he invadido los campos. No añadí nada a los pesos de la balanza.. No rebajé nada de la plomada de la balanza. No arrebaté la leche de las bocas de los niños. No privé a los rebaños de sus pastos. No he atrapado pájaros de las reservas de los dioses. No he capturado pescados de sus marismas. No desvié aguas en su estación. No he construido una presa en agua corriente. No he apagado el fuego cuando estaba ardiendo. No he olvidado las fechas de las ofrendas escogidas de carne. No retuve ganado de las ofrendas del dios. No me opuse al dios en sus salidas procesionales. ¡Soy puro, puro, puro! Mi pureza es la pureza del gran Fénix que está en Heracleópolis, porque yo soy ciertamente la nariz del Señor del Viento que hace vivir a todos los hombres en este día de completar el Ojo Sagrado en Heliópolis en el último día del segundo mes del invierno, en presencia del señor de esta tierra. Yo soy aquel que vio la terminación del Ojo Sagrado en Heliópolis, y nada malo puede acontecer contra mí en esta tierra, ni en esta Sala de justicia, porque yo conozco los nombres de estos dioses que están ahí...”.

73. Capítulo XXVI:

“Fórmula

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