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El espiritu santo vivifica la iglesia


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2015  •  Resúmenes  •  1.701 Palabras (7 Páginas)  •  1.115 Visitas

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I) UNA VIDA, UNA RESPUESTA

A San Vicente Ferrer le comunicaron que en la reunión en la que tenía que predicar estarían presentes varios personajes muy importantes. Vicente se afligió: se puso a preparar con mucho esmero su sermón. A muchos no les gustó ese sermón. Vicente no había estado tan profundo como en otras ocasiones. Vicente se dio cuenta de que le había dado mucha importancia a la sabiduría humana y se había olvidado de lo principal: del poder del Espíritu Santo. Para la nueva predicación se volvió a preparar, pero dando suma importancia a la oración, a la meditación. Todos quedaron conmovidos ante la nueva prédica. Algunos le dijeron a Vicente que el sermón del día anterior no les había llegado al alma, pero que el de ese día los había penetrado muy hondo. Vicente respondió: “Es que ayer habló Vicente; hoy, en cambio, habló el Espíritu Santo”.

Preguntas para compartir:

¿Qué reflexión nos trae la historia que acabamos de leer?

¿Qué te sugiere la afirmación: “Sin el Espíritu Santo no hay Iglesia y no se hace Iglesia”?

II) LO QUE HEMOS DE CONOCER

Construyendo una nueva historia

Jesús ha triunfado sobre el pecado y la muerte. Él está presente hoy entre nosotros en su Palabra, en la Eucaristía, en el hermano que sufre, y en los distintos acontecimientos de nuestra vida cotidiana. Él mismo prometió que estaría siempre con nosotros. A veces nuestro mundo pareciera estar marcado por la tristeza de la soledad, la desilusión o la insatisfacción, entre otras cosas. A nosotros, como cristianos, nos corresponde construir día a día una historia más justa, y nos alentamos unos a otros para no desanimarnos. En el trato frecuente con el Resucitado, recibimos un verdadero impulso que nos sostiene y este mismo Cristo, junto con el Padre, nos alienta hoy con la presencia misteriosa del Espíritu. 

El Espíritu en Pentecostés

En este gran día celebramos el nacimiento de la Iglesia. El mismo Cristo resucitado sopla su Espíritu sobre los Apóstoles, los asiste, dirige y conduce. Su acción se expresa como compañía silenciosa y compasiva, otras veces como palabra que alienta, abrazo que consuela, paciencia que perdona, disposición a compartir lo que se posee; también se torna indignación por la injusticia y se expresa proféticamente en la denuncia.

El testimonio de Lucas: el Espíritu actúa hoy: Lucas nos hace ver la fuerza secreta que actúa en la historia y conduce la expansión de la Iglesia naciente: la acción del Espíritu. Ya en los años en que redactó este escrito él había comprendido que la segunda venida de Cristo aún tardaría un buen tiempo en llegar y que éste es el tiempo de la Iglesia bajo la acción del Espíritu Santo. Por la fuerza del Espíritu los apóstoles caminan por el mundo con la fuerza del Evangelio, dando testimonio del Señor con sus palabras y sus obras. Es el Espíritu Santo, que fortalece a la comunidad y hace posible que la Palabra del Señor se difunda y penetre profundamente en todas partes, aprendiendo a ser cristianos comprometidos, viviendo auténticamente la doctrina evangélica y propagándola valientemente en el medio ambiente en el cual vivimos, pues el cristianismo no es sólo una doctrina y filosofía grandiosa, requiere de “hechos” que manifiesten nuestra fe en las enseñanzas de Cristo.

El Espíritu nos anima

Ahora bien, este Espíritu Santo que nos anima es el mismo que impulsó a Jesús. Él nos hace participar de la vida y de la misión del Hijo de Dios y sin Él nuestra acción diaria es imposible. Sólo con su ayuda podemos ser testigos de Jesús en medio del mundo, para transformar la sociedad que nos rodea y construir el Reino de Dios. Un auténtico espíritu de esperanza implica esfuerzo firme y creativo para que nuestra fortaleza no se deje vencer por cualquier dificultad; para transformar el pesimismo en confianza generosa; la pasividad en compromiso lleno de magnanimidad y de pasión por el bien. En nuestra vida de discípulos de Jesús el Espíritu Santo se manifiesta de múltiples maneras:

- Nos hace tomar conciencia y vivir con alegría nuestra condición de hijos de Dios

- Nos hace ver a los demás como iguales y nos ayuda a amarlos como hermanos.

- Nos va guiando en comprensión plena del mensaje de Jesús.

- Reparte entre los cristianos diversos dones y cualidades para la utilidad  común.

-  Nos da el sentido de la unidad en la Iglesia y nos hace trabajar por ella.

-  Nos enseña a rezar y a dirigirnos con confianza a Dios, nuestro padre.

El Espíritu nos santifica

En nuestra santificación intervienen las tres Personas divinas. Sin embargo, el Espíritu es el Amor de Dios que se derrama en nuestros corazones, y nuestra santificación es obra fundamental del Amor de Dios, por eso mismo atribuimos al Espíritu Santo la obra de la santificación del hombre.  El Espíritu Santo nos santifica por medio de la gracia, de las virtudes y de sus dones. Dicho de un modo sencillo: el Espíritu nos otorga la gracia en los sacramentos, inhabita en el alma en gracia y reparte en ella sus dones.

Por gracia entendemos el estado de amistad con Dios y ésta se nos concede en los sacramentos: el bautismo nos otorga la gracia santificante, la reconciliación nos devuelve la gracia perdida por nuestros pecados y los demás sacramentos nos permiten crecer en gracia. El alma en gracia se ve fortalecida y se perfecciona con la práctica de las virtudes (humildad, mansedumbre, justicia, etc.), mientras que los dones del Espíritu Santo son disposiciones permanentes, infundidas por Dios, que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. Cuando actuamos con docilidad estos mismos dones se vuelven méritos nuestros ante los ojos de Dios.

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