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El hombre puede alcanzar a Dios

Phaolita123Tarea5 de Noviembre de 2015

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¿PUEDE EL HOMBRE ALCANZAR A DIOS?  

El título original del artículo dice mucho más. Plantea en forma de pregunta, lo que la- teología medieval -con fórmula concisa, preñada de sentido y por esto intraducible- afirmó: "Homo capaz Dei". Claro que para hacer esta afirmación disponía de la experiencia de fe de las generaciones cristianas que la habían precedido y que habían contemplado en el rostro del Jesús del Evangelio la gloria del Padre (Jn 1,14.18). Es éste un asunto en el que, como en tantos otros, es mucho más fácil pasar del hecho a la posibilidad. Cuando el hecho se diluye, se pierde pie. Si, para afirmar la luz del solo sirviesen los ojos y fuese menester llegar a la conclusión por mera lógica, la cosa sé complicaría. Justamente el autor del presente artículo muestra por qué vericuetos se ha metido el debate sobre Dios, cuando no se ha acertado con el punto de partida. Lo cual no significa que el solo hecho de intentarlo no sea ya digno no sólo de respeto, sino también de admiración. En todo caso, para aclarar desde el comienzo la postura del autor, es importante advertir que no entra en el debate, actualmente superado, sobre si la posibilidad del conocimiento natural de Dios es un presupuesto o un momento interno de la afirmación de fe. Lo que sí es cierto -y el autor lo subraya- es que, desde el hecho de la fe cristiana, se percibe con claridad y se saborea afondo la capacidad del hombre de responder a la llamada de Dios a ser como El.  

Sólo dentro del cristianismo no resulta temerario afirmar que el hombre es capaz de Dios, o sea, capaz de la Palabra, de la donación, de la promesa, de la acción de Dios en él, de la asunción definitiva en la esfera divina. Los Padres de la Iglesia -Hipólito, Orígenes, Atanasio, y muy especialmente Dionisio- lo expresaron como théosis (divinización), entendida como culminación de la vocación divina del hombre. Es, sin duda impresionante la enorme confianza y seguridad que los antiguos depositaban en una temática que hoy resulta cuestionable. Y no vale decir que una malévola Ilustración penetró en el campo de la teología y trasformó en producto soluble de las ciencias humanas un legado guardado bajo custodia sagrada, si es que es verdad que Dios se ha revelado y que, por consiguiente, lo ha hecho ante y mediante la historia.

Con el proceso histórico no cabe encerrarse en el bastión de una piedad, a su manera, auténtica y polemizar desde él, sino que, situándonos en una perspectiva histórico salvifica hay que comprender lo histórico como un momento interno en el desarrollo del pensamiento teológico. Coincide con esto la exigencia del Vaticano II de aprender a leer los "signos de los tiempos".

Si la concepción de que el hombre es capaz de Dios, en otro tiempo evidente, queda hoy empañada por la duda, es tarea de la teología buscar nuevas mediaciones. Hay, que tener en cuenta que hoy esto sólo es posible fragmentariamente y que la idea de un "método absoluto" es irrecuperable.  

Liquidación de lo mitológico

El problema se plantea al pensar que el concepto de Dios en la fe cristiana y en su formulación dogmática viene determinado generalmente mediante negaciones que han de defender su divinidad en la humanidad de su revelación. A pesar de su unidad, hay que distinguir entre Dios y hombre, para dejar a Dios ser Dios y al hombre ser hombre, y para no tener que considerar la revelación divina como algo mítico y finalmente trágico. La tragedia de Prometeo, a la vez mensajero de los dioses y traidor de sus secretos, es asumida por Schelling en la Filosofía de la Mitología y Prometeo presentado como aquel principio de la humanidad que llamamos espíritu. Prometeo sugiere lo que ya era conocido por Platón y Aristóteles y más tarde recuperó Hegel -y es la gran enseñanza del Hijo de Dios-: que Dios no es envidioso y que se revela. Pero al mismo tiempo muestra que lo divino, precisamente porque es tan humano, tan finito en sus relaciones, debe intentar mantener las finas fronteras de su propia desaparición en lo humano. El robo del fuego por Prometeo hace llegar a la humanidad lo que era privilegio de los dioses: el saber sobre sí mismo. Sin embargo, este supuesto poder de los dioses estaba superado por la oscura moîra (el hado), la fría necesidad, que rige el mundo de los dioses humano-finitos Hegel, en su estudio del mundo clásico, considera que en los dioses griegos no hay exceso de antropomorfismo, sino más bien deficiencia. En el cristianismo la encarnación de Dios lleva consigo que Dios asume la cruz, del, destino humano: la muerte. Pero junto con Dios muere también todo lo eterno, todo lo verdadero: la negación está en Dios mismo. Dios se posee a sí mismo en este proceso, y esto es la muerte de la muerte. Esta muerte es el amor mismo puesto como momento de Dios, y esta muerte es lo reconciliador. Este amor es la identidad de lo divino y lo humano: Dios es en lo finito.

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