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¿Es Realmente Dulce La Venganza?


Enviado por   •  1 de Diciembre de 2012  •  1.699 Palabras (7 Páginas)  •  443 Visitas

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¿Es realmente dulce la venganza?

HAY quienes dicen que la venganza es dulce. Y es que, por naturaleza, nuestro sentido del bien y del mal exige que se repare cualquier injusticia. Por eso, sentimos indignación cuando se nos ofende o agravia de algún modo. Pero ¿es vengarse la solución?

Existen, por supuesto, distintas situaciones en las que muchas personas sienten ganas de vengarse, como cuando reciben un insulto, una bofetada o un empujón, o son víctimas de maltrato físico, robo u otra clase de atropello. ¿Cómo reaccionamos cuando sufrimos en carne propia una injusticia? La tendencia común es pensar: “El que me la hace, me la paga”.

Esta sed de venganza se refleja en todo campo de la vida. En Estados Unidos, por ejemplo, se han dado casos de alumnos de entre 13 y 15 años que, para desquitarse de maestros que los habían corregido, los acusaron falsamente de maltrato o acoso. Y aunque termine por demostrarse que se trataba de calumnias, el daño que causaron es irreparable. Según Brenda Mitchell, presidenta del sindicato de profesores de Nueva Orleans, “desde el momento en que se presentan cargos contra un maestro, su reputación ya queda manchada”.

En el ámbito laboral, una creciente cantidad de empleados que están descontentos con su trabajo o que han sido despedidos buscan vengarse de sus jefes. Para ello, dañan o eliminan archivos electrónicos importantes de la red de la empresa. Y hay otros que roban información confidencial para revelarla o venderla. Aparte de este tipo de delitos, “muchos siguen incurriendo en el clásico robo de pertenencias de la compañía”, informa el periódico The New York Times. Para impedir que esto suceda, diversas empresas se valen de un guardia de seguridad que acompaña al ex empleado a su oficina, espera a que termine de recoger sus cosas y se asegura de que salga de la propiedad.

Se ha visto, sin embargo, que es más común querer vengarse cuando el ofensor es alguien allegado, como un compañero, un amigo o un familiar. A veces basta con una palabra poco amable o una acción irreflexiva para que nos sintamos tentados a pagarle con la misma moneda. Si un amigo o un familiar dice o hace algo que nos molesta, ¿empezamos a planear la manera de devolverle la ofensa? En efecto, es más fácil reaccionar así cuando el que nos lastima es alguien cercano.

La venganza es amarga

Algunas personas piensan que vengándose aliviarán su dolor. Pero ¿es eso así? Veamos el caso de los hijos de Jacob, un patriarca del antiguo pueblo hebreo. La Biblia dice que cuando se enteraron de que su hermana Dina había sido violada por un cananeo llamado Siquem, “quedaron [...] heridos en su sensibilidad, y se encolerizaron mucho” (Génesis 34:1-7). Para vengar esta ofensa, dos de ellos —Simeón y Leví— tramaron un plan contra Siquem y su familia. Valiéndose de un engaño, terminaron asesinando a Siquem y a todos los varones de la ciudad (Génesis 34:13-27).

¿Consiguieron algo con aquella masacre? La respuesta la encontramos en lo que Jacob les dijo a sus hijos cuando supo lo ocurrido: “Ustedes me han traído dificultades, haciéndome odioso entre los habitantes del país [...], ellos se juntarán contra mí y me atacarán, y seré destruido yo y mi casa” (Génesis 34:30, Nueva Biblia de los Hispanos). Así es, lo único que lograron Simeón y Leví fue empeorar el problema. A partir de entonces, la familia de Jacob tuvo que cuidarse de los posibles ataques de sus indignados vecinos. Quizás para impedir que eso sucediera, Dios le ordenó a Jacob que se mudaran a Betel (Génesis 35:1, 5).

Este relato nos enseña una importante lección: los actos vengativos suelen provocar una interminable espiral de violencia. Como a veces se ha dicho, “la venganza llama a más venganza”. ¡Qué ciertas son esas palabras!

Una espiral de odio y violencia

Dedicar todas nuestras energías a alimentar el rencor nos perjudica enormemente. Cierto libro describe así a quien vive atrapado por el resentimiento y la indignación: “Lo consume su propia ira. Le hace gastar tiempo y energía, mientras sigue cocinándose en sus dolorosas experiencias pasadas, lanzando maldiciones contra los que le hicieron daño y planeando cómo desquitarse” (Saber perdonar: cómo hacer las paces con su pasado y vivir sin rencores). Con gran claridad, la Biblia describe el efecto de albergar sentimientos negativos cuando afirma: “Los celos son podredumbre a los huesos” (Proverbios 14:30).

Además, ¿cómo puede ser feliz alguien que está lleno de odio y resentimiento? “El que piense que la venganza es dulce —comentó cierto autor— que mire la cara de quien ha vivido durante años sumido en el rencor.”

¿Y qué se puede decir de los conflictos étnicos y religiosos que azotan al mundo entero? ¿No es cierto que una muerte lleva a otra, y así sucesivamente, hasta que se vuelve el cuento de nunca acabar? Tomemos por caso las palabras que una mujer pronunció tras un atentado terrorista. Luego de que una bomba segara la vida de dieciocho jóvenes, ella exclamó llena de rabia y aflicción: “¡Deberíamos hacerle lo mismo a esa gente, pero multiplicado por mil!”. Por desgracia, reacciones de este tipo solo

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