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Evolucion De La Etica


Enviado por   •  3 de Junio de 2015  •  2.300 Palabras (10 Páginas)  •  185 Visitas

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EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA ÉTICA

La ética constituye un concepto con significado tan antiguo como la conciencia de la humanidad. Desde que el ser humano se da cuenta de que sus actos tienen objetivos, esfuerzos y resultados, surge la conciencia de que sus actuaciones son buenas, justas, felices o por el contrario, malas, injustas e infelices.

En el mundo antiguo, la preocupación por determinar si una conducta es buena o mala, se tradujo en la confección de normas, tanto individuales como sociales, mediante las cuales se enjuiciaba y se premiaba o castigaba. Ese es el fin de los códigos morales que se confeccionaron, tales como el código de Hammurabi en Mesopotamia o el Libro de los Muertos en Egipto.

Sin embargo, el concepto Ética, surge como una rama de la filosofía en la sociedad griega, de donde se recoge su significado literal “ethos”, que corresponde a “comportamiento” o “costumbre”. Los filósofos griegos dedicaron gran parte de su reflexión a la realidad ética, pues junto con el concepto estética conforman dos dimensiones humanas que están presentes en todas las actividades humanas.

Uno de los maestros griegos, Sócrates dirige su reflexión a través del diálogo con sus discípulos a la búsqueda de la verdad, en primer lugar en el propio corazón humano. Su frase “conócete a ti mismo”, es un resumen de esta dedicación porque el cree que la verdad habita en cada uno. Por lo tanto es necesario buscarla dentro de cada uno, con la meditación, la reflexión y la observación aguda de lo que ocurre en los comportamientos que adoptamos y reflejamos. Sócrates definió las virtudes éticas labrando el camino de la ciencia ética, asentada en los valores absolutos del bien y la justicia. Las leyes surgen porque la finalidad del ser humano está en alcanzar tales valores, que en su práctica conducen a la felicidad. Cada persona, mediante su racionalidad, puede alcanzar esa dimensión que constituye la sabiduría y la virtud.

En esa misma línea de Sócrates, continúa Aristóteles ahondando sobre el significado de la ética, quien distingue entre virtudes intelectuales y virtudes éticas, que provienen del uso de la razón y de los hábitos adquiridos mediante el conocimiento. Esta distinción marca la realidad humana en el sentido de que el pensamiento de las personas puede distinguir lo que es bueno y lo que es malo, pero no siempre la apreciación de la virtud conduce a una actuación correspondiente, porque la conducta debería seguir los lineamientos del conocimiento de lo bueno, y muchas veces no ocurre así. De ahí que es necesario pasar a la conformación de hábitos, de reforzamientos de la conducta para seguir lo bueno. La persona virtuosa es la que conjuga con sabiduría sus conocimientos del bien y sus actuaciones concretas.

La felicidad humana, para Aristóteles se fundamenta en el uso de la inteligencia y la adquisición de las virtudes pues de esa forma la persona cumple con las funciones propias de la naturaleza del ser humano. La sociedad debe ser organizada por hombres y mujeres sabios que han logrado alcanzar esa dimensión intelectual y virtuosa.

Otro de los grandes filósofos griegos, Platón, también entra en esa reflexión sobre la realidad ética de cada sujeto y de la sociedad. Para él, la ética es una ciencia encargada de reflexionar sobre los valores absolutos del bien, la belleza y la verdad. Este filósofo destaca la composición de la persona como poseedora de una alma inmortal, y por lo tanto la existencia de los valores que debe conseguir utilizando su capacidad racional o del pensamiento, su capacidad irascible o de los sentimientos y su capacidad de apetitos, donde aparecen los deseos, instintos y pasiones, que es preciso controlar.

Las corrientes éticas surgidas a partir de la fundamentación filosófica de los maestros griegos, son un seguimiento de los conceptos que forman el tejido de la realidad humana, tanto racionales como prácticos. Sobresalen especialmente los epicúreos y los estoicos, quienes enfocan los principios éticos desde una preocupación personal, donde aparece el enfrentamiento que cada persona debe realizar ante los placeres humanos, ante el deber y ante el dolor. El sujeto virtuoso adquiere la capacidad de superar los deseos desordenados y conservar la serenidad ante las circunstancias de la vida. Esta capacidad la adquiere y la conserva observando y cumpliendo las leyes de la naturaleza y las demás leyes que tienen su arraigo el orden cósmico.

La época medieval estuvo inundada por la visión ética del cristianismo, que combinó las virtudes humanas con la espiritualidad surgida a partir de las virtudes de la fe, la esperanza y el amor, con el trasfondo del anuncio cristiano de un llamado a la vida de perfección a imitación de la persona de Jesús.

Entre las figuras sobresalientes de esta época aparece Tomás de Aquino, quien se esforzó por establecer un nexo entre las concepciones griegas especialmente la aristotélica y la concepción cristiana. En este aspecto, la ética cobra un sentido racional y espiritual. Cada individuo obra por un fin, pues es racional, pero también es movido por su corazón, es decir, por su voluntad que puede decidir si seguir las leyes universales, naturales e inmutables, o dar lugar a decisiones de acuerdo a sus deseos e intereses. Se introduce en esta visión, el concepto de felicidad que no se contenta con los propósitos terrenales, de responsabilidad social y perfeccionamiento personal, sino que trasciende a una finalidad espiritual llamada unión con Dios, enlace que proporciona el mensaje cristiano de una vida inmortal. Existe entonces un enlace de la virtud humana con el plano del anuncio cristiano de una felicidad que sobrepasa los límites de la vida en este mundo. La ética, como conocimiento del bien y del mal, de la virtud y de la felicidad, concentrada en los linderos de humano, adquiere ante la visión del cristianismo un reforzamiento para la búsqueda de un nivel más trascendente.

Este enmarque también lo sostiene otro representante destacado de la propuesta cristiana de esta época, Agustín de Hipona, quien en su descripción de lo bueno y de lo malo, describe la realidad humana contrapuesta a dos ciudades, la de la injusticia y maldad, y la de la justicia y bondad. Para superar la ciudad del mal, es necesario utilizar las virtudes que propone el cristianismo.

Al llegar a la época moderna, el concepto de la ética sigue formando parte de las preocupaciones de los pensadores, porque aunque cambien las circunstancias y las necesidades de la sociedad, el problema del mal y el bien se siguen dando con la misma fuerza de tiempos anteriores.

Con la modernidad, aparece con fuerza una reflexión sobre la necesidad de basarse para conseguir la verdad, en los recursos estrictamente humanos.

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