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Fe Y Razon

romina.etienne24 de Julio de 2014

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LA ENCÍCLICA FIDES ET RATIO

La encíclica FIDES ET RATIO, dictada por Juan Pablo II en 1998, no forma parte de la DSI porque no es propiamente un “encíclica social".

Sin embargo, tiene un valor extraordinario para el ENTENDIMIENTO no sólo de la DSI sino, en general, de todo el pensamiento de la Iglesia.

"La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad". Esta frase, con la que se inicia la encíclica Fides et ratio de Juan Pablo II, es una síntesis de su contenido central: la cuestión de la verdad, que es la cuestión fundamental de la vida y la historia de la humanidad. Juan Pablo II defiende la capacidad de la razón humana para conocer la verdad, y pide que la fe y la filosofía vuelvan a encontrar su unidad profunda.

Al margen de las diferencias de cultura, raza o religión, todo hombre se plantea los mismos interrogantes sobre su propia identidad, su origen, su destino, la existencia del mal, el enigma que sigue a la muerte. Es decir, busca una verdad última que dé sentido a su vida. Para buena parte de la mentalidad actual, sin embargo, se trata de una búsqueda inútil, pues el hombre sería incapaz de alcanzar esa verdad.

La encíclica está organizada en siete capítulos, con una introducción y una conclusión.

INTRODUCCIÓN

Aquí se analiza cómo el hombre procura "conocerse a sí mismo" buscando respuesta a preguntas tales como "¿quién soy? ¿de dónde vengo y adónde voy?

¿por qué existe el mal? ¿qué hay después de esta vida?".

"El hombre tiene muchos medios para progresar en el conocimiento de la verdad, de modo que puede hacer cada vez más humana la propia existencia. Entre estos destaca la filosofía, que contribuye directamente a formular la pregunta sobre el sentido de la vida y a trazar la respuesta: ésta, en efecto, se configura como una de las tareas más nobles de la humanidad."

Juan Pablo II plantea un problema que suscitará un eco entre los hombres de cultura: ¿por qué diversos movimientos filosóficos contemporáneos insisten en subrayar la debilidad de la razón, impidiéndole de hecho ser ella misma, difundiendo así un escepticismo generalizado? Si con la Veritatis splendor el Papa quiso llamar la atención sobre algunas verdades de orden moral que habían sido mal interpretadas, con Fides et ratio quiere referirse a la "verdad misma" y su "fundamento" en relación con la fe. La Iglesia, afirma, "considera a la filosofía como una ayuda indispensable para profundizar en la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio a cuantos aún no la conocen".

Sin embargo, la encíclica destaca que en la actualidad predominan variadas formas "de agnosticismo y de relativismo, que han llevado la investigación filosófica a perderse en las arenas movedizas de un escepticismo general."

CAPÍTULO I. La Revelación de la Sabiduría de Dios.

Se presenta la Revelación como conocimiento que Dios mismo ofrece al hombre. Recuerda que, "además del conocimiento propio de la razón humana, capaz por su naturaleza de llegar hasta el Creador, existe un conocimiento que es peculiar de la fe". Son dos verdades que no se confunden, ni una hace superflua a la otra. La Revelación, al expresar el misterio, impulsa a la razón a intuir unas razones que ella misma no puede pretender agotar, sino sólo acoger.

Además, fuera de esta perspectiva, el misterio de la existencia humana resulta un enigma insoluble. "¿Dónde podría el hombre buscar la respuesta a las cuestiones dramáticas como el dolor, el sufrimiento de los inocentes y la muerte, si no en la luz que brota del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo?".

Luego de afirmar que "en la base de toda la reflexión que la Iglesia lleva a cabo esta la conciencia de ser depositaria de un mensaje que tiene su origen en Dios mismo", esto es, en la Revelación Divina, la encíclica reconoce el hecho de la armonía esencial entre fe y razón.

"La verdad alcanzada a través de la reflexión filosófica y la verdad que proviene de la Revelación no se confunden, ni una hace superflua la otra."

"Ambas, aunque con medios y contenidos diversos, miran hacia este «sendero de la vida», que, como nos dice la fe, tiene su meta última en el gozo pleno y duradero de la contemplación del Dios Uno y Trino."

CAPÍTULO II. Credo ut Intellegam.

Éste corresponde a la idea de "la fe en busca del entendimiento". De allí que el capítulo esté dedicado a la fundamentación bíblica de la relación entre fe y razón.

Esto consiste en la convicción de que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la fe. Se demuestra cómo el pensamiento bíblico, basado en esta unidad, había ya descubierto una vía maestra hacia el conocimiento de la verdad: la imposibilidad de prescindir del conocimiento ofrecido por Dios, si se quiere conocer plenamente el camino que todo hombre debe recorrer para responder a las preguntas fundamentales sobre la existencia.

“La Sagrada Escritura nos presenta con sorprendente claridad el vínculo tan profundo que hay entre el conocimiento de fe y el de la razón”.

"La peculiaridad que distingue el texto bíblico consiste en la convicción de que hay una profunda e inseparable unidad entre el conocimiento de la razón y el de la fe. Ésta no interviene para menospreciar la autonomía de la razón o para limitar su espacio de acción, sino sólo para hacer comprender al hombre que el Dios de Israel se hace visible y actúa en estos acontecimientos."

"La razón y la fe, por tanto, no se pueden separar sin que se reduzca la posibilidad del hombre de conocer de modo adecuado a sí mismo, al mundo y a Dios."

CAPÍTULO III. Intellego ut Credam

Aquí, el nombre en latín corresponde a la idea de "la inteligencia en busca de la fe".

El capítulo está dedicado, pues, al la búsqueda de la verdad.

El Papa parte de la experiencia de que todo hombre desea saber, y de que la verdad es el objeto propio de ese deseo. El hombre, con su razón, que pregunta siempre y sobre todas las cosas, tiene la posibilidad de alcanzar la verdad sobre su existencia, una verdad que por su naturaleza es "universal", válida para todos y para siempre, y "absoluta", es decir, definitiva: "las hipótesis pueden ser fascinantes, pero no satisfacen".

"De por sí, toda verdad, incluso parcial, si es realmente verdad, se presenta como universal. Lo que es verdad, debe ser verdad para todos y siempre."

"Se puede definir, pues, al hombre como aquél que busca la verdad."

"Esta búsqueda no está destinada sólo a la conquista de verdades parciales, factuales o científicas; no busca sólo el verdadero bien para cada una de sus decisiones. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar solución sino es en el absoluto. Gracias a la capacidad del pensamiento, el hombre puede encontrar y reconocer esta verdad."

"En Jesucristo, que es la Verdad, la fe reconoce la llamada última dirigida a la humanidad para que pueda llevar a cabo lo que experimenta como deseo y nostalgia."

"Esta verdad, que Dios nos revela en Jesucristo, no está en contraste con las verdades que se alcanzan filosofando. Más bien los dos órdenes de conocimiento conducen a la verdad en su plenitud."

CAPÍTULO IV. Relación entre Fe y Razón.

Aquí, la encíclica entra en un análisis a fondo de la "etapas más significativas en el encuentro entre la fe y la razón".

La encíclica señala que el proceso histórico de desarrollo del pensamiento humano en relación a creencias que buscan lo absoluto, lleva a confirmar "la armonía fundamental del conocimiento filosófico y el de la fe: la fe requiere que su

objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la razón, en el culmen de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta."

Luego, el Papa se detiene a examinar la "novedad perenne del pensamiento de Santo Tomás de Aquino", quien "argumentaba que la luz de la razón y la luz de la fe proceden ambas de Dios; por tanto, no pueden contradecirse entre sí".

El capítulo se cierra con un análisis del "drama de la separación entre fe y razón" en los últimos siglos.

Al comprobar los efectos producidos por esta separación, se puede constatar que "tanto la fe como la razón se han empobrecido y debilitado una ante la otra. La razón, privada de la aportación de la Revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal".

El Papa va más lejos y subraya que es "ilusorio pensar que la fe, ante una razón débil, tenga mayor incisividad; al contrario, cae en el grave peligro de ser reducida a mito o superstición. Del mismo modo, una razón que no tenga ante sí una fe adulta no se siente motivada a dirigir la mirada hacia la novedad y radicalidad del ser".

"Debido

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